El son cubano tiene en Manolito Simonet a uno de sus más asiduos cultores. Es de los que se mantienen fieles a la sonoridad más clásica de la Isla. Ese toque distintivo resalta en producciones discográficas como Marcando la distancia, Se rompieron los termómetros y la muy sonada Locos por mi Habana.
«Muchos dicen que el Trabuco es una de las orquestas nacionales más identificadas, por sus características, timbre y sonoridad definida», asegura Simonet, quien anteriormente mostró su estilo en Maravillas de Florida.
Para el director de la agrupación que, con un formato de charanga renovada marca actualmente la diferencia entre sus similares, son innegables las influencias de los conjuntos Rumbavana y el de Chapotín, y de orquestas reconocidas como Aragón, Van Van y Adalberto Álvarez y su Son.
La recién culminada Feria Internacional Cubadisco 2007 dio dos sorpresas al artista: la primera, la posibilidad de presentarse junto al boricua Andy Montañez; y la segunda, alcanzar el premio en la categoría de música popular bailable con Hablando en serio.
«Este es un disco diferente. Desde el punto de vista general tiene (y a la vez no) mucho que ver con lo que hemos hecho en estos 14 años de trabajo. Es una producción donde nos inclinamos por la timba, algo distinto, pues la orquesta no está entre las que desarrollan este tipo de género. Ejemplo de ello son el título que da nombre al fonograma y Comunícate.
«Aparecen también temas tradicionales con toques contemporáneos como Sabrosona, un homenaje a la música antológica, y que tiene un videoclip en blanco y negro. Nos atrevimos a interpretar merengue que, generalmente, no se hace por las agrupaciones cubanas.
—¿Esperaba el premio?
—Me sorprendió. No contábamos con ello, aunque en ediciones anteriores del evento también lo hemos recibido. Pero la sorpresa viene porque no se premia a una agrupación vieja o nueva, sino al disco con mayores resultados, mejor grabado y con más calidad. De ahí que no resulta extraño que orquestas con un año de creadas ya tengan un lauro en el certamen.
«Además, por obtenerlo en Cuba, país bailador y donde las agrupaciones dedicadas a cultivar este tipo de música la interpretan muy bien, y se compite con grupos reconocidos de la Isla. Aunque no sea este un premio de popularidad, está muy vinculado al público».
—Muchos bailadores perciben cierta identificación de su música con la de los Van Van. ¿De dónde le viene el son a Manolito Simonet?
—Viene de mis raíces. Mi familia siempre ha sido muy sonera —tengo un tío que fue muy buen tresero—, y aunque no todos se desarrollaron profesionalmente, son muy musicales. Soy camagüeyano, pero casi todos los míos proceden de Santiago de Cuba, Palma Soriano y la Sierra Cristal. De ahí traigo el son, de Oriente, donde nació.
«Desde niño me atraían mucho las agrupaciones de música popular bailable, y eso hago actualmente».
—Con Maravillas de Florida tiene contacto con la música tradicional cubana, ¿qué elementos tomó de allí?
—Cuando comencé en Maravillas de Florida, la orquesta tenía un estilo muy similar al de la Aragón. En aquel momento, las charangas poseían elementos que las identificaban mucho como tal. Desde esa época, y gracias a la ayuda de los músicos del grupo, traté de crear un nuevo estilo, que se divorció completamente de otros como el de la Original de Manzanillo o la Aliamén. Aunque Maravillas de Florida siempre tuvo su identificación con el público, lo novedoso fue una imitación a los metales con los violines, todos lo hacían, pero cada cual a su manera y afortunadamente logré una forma que gustó.
«Creo que traje un poco de eso a mi propia orquesta. Era algo que ya venía conmigo y resultó imposible separar. El Trabuco tiene su sonoridad. Tiene un poquito de Juan Formell, Adalberto Álvarez —tanto del trabajo con su actual orquesta como con Son 14—, de las orquestas charangueras, y también de lo que se hace en Puerto Rico. Al final todo eso logra conformar un estilo que es el Trabuco.
Manolito Simonet y su Trabuco en una presentación en el Salón Rosado de la Tropical a propósito del Cubadisco 2007. —Ha expresado que para «ser populares no es necesario caer en concesiones de mal gusto». ¿Significa que hacer música es también una forma de guiar e instruir al público?
—Por supuesto. Creo que recurrir a concesiones para ganar más popularidad denota falta de recursos, y cuando esto se hace evidente, puedes llegar a ser muy conocido, pero no duras mucho tiempo, porque tienes que apelar a eso siempre y la gente te lo acepta al principio, pero luego empieza a criticar.
«La música debe hacer crónica sobre la vida y el amor. Lo que no podemos es ser muy locales para que en otras partes del mundo lo entiendan, y el compositor y los cantantes tienen que estar al tanto de ello».
—Entonces, ¿piensa en los bailadores cuando conforma sus textos?
—Lo hago, porque si se sigue bailando son en Cuba, se hace en el mundo entero. Creo que los bailes cubanos son los de mayor trascendencia en el planeta, y me refiero al chachachá, al danzón, al son y otros. Si en la Isla se siguen cargando las baterías, perdurará. Y aquí la música está muy vinculada al baile; en este país ese es un dueto que se acompaña.
«Debemos estimular más a la juventud para que siga bailando música cubana, que la conozca profundamente y que existan más lugares para disfrutarla. Bailar es saludable.
«Los músicos tocamos para todos, y lo hemos hecho junto a la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y con la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), pero queremos que esto sea un poco más abierto. Que los sábados la juventud salga y escoja dónde va a bailar. Nosotros tendremos tiempo de trabajar tanto en los lugares donde la entrada es por divisa —que son importantes porque se recauda—, y en los de moneda nacional. La gente debe disfrutar de la música popular y así no pasará de moda ningún ritmo. Si no se tiene eso, se empieza a consumir la música que anda por ahí y que no voy a mencionar ni el nombre, porque no se sabe qué dicen las letras, pero es lo que llega y lo de más fácil acceso».
—¿Cómo asume el reto de productor de discos?
—La labor de productor musical se sale del teclado que toco. Se vela porque la grabación quede lo mejor posible, y para ello hay que conocer la sonoridad que hoy se consume en el mundo; convencer a directores de orquestas y a las personas que tienen que ver con el disco de lo importante de dejar los vicios adquiridos en el escenario. Es exigir mucho.
«Actualmente produzco el nuevo CD de Waldo Mendoza que es un gran intérprete. Hice la producción del fonograma homenaje a Lilí Martínez Griñán, ex pianista del Conjunto Chapotín, y en el que intervinieron Mayito Rivera y Laíto; el disco Estrellas de areíto, con varios cantantes de agrupaciones como Van Van, las Anacaonas y NG La Banda. He realizado la misma labor para solistas como Virginia (ex cantante de Los Surik), Lázaro Miguel (ex cantante de Manguaré) y participé en la producción de Buscando la melodía, fonograma dedicado a Benny Moré, donde cantaron aquellos del concurso Buscando el sonero, del programa televisivo Mi salsa.
«En el extranjero colaboré con Parera, productor de Plácido Domingo y Luciano Pavarotti, en la placa de Los Sabandeños de España, y también en la del grupo Jackie Family, de Holanda. Hago, además, todas las producciones de mis discos. Y no cuento la ayuda a otras propuestas discográficas, pues siempre voy un momentito.
«La producción es algo que vengo haciendo desde hace mucho tiempo, y la conjugo con la peña fija que tenemos y demás presentaciones de la agrupación».
—Locos por mi Habana, multilaureado en los Premios EGREM 2005, significó un referente musical para la orquesta, ¿piensa superar ese éxito con Hablando en serio y las propuestas futuras?
Con el disco Hablando en serio, el Trabuco obtuvo el premio en música popular bailable en la recién finalizada Fiesta del Disco Cubano. —Hablando en serio no fue hecho para competir, como hemos dicho anteriormente, aunque sí lo hicimos con Contra todos los pronósticos y fueron muy populares los temas La parranda, El águila y Todavía no. Hubo que hacer entonces otro que lo sobrepasara, y salió Marcando la distancia, del que se escucharon el mismo tema que le da nombre al disco y Tú me recordarás. Después vino Para que baile Cuba —aquel de Salidita contigo y La boda de Belén—, pero no prevaleció frente a los precedentes.
«El reto siempre ha sido superar lo anterior. Se rompieron los termómetros, premiado en Cubadisco, fue una producción que técnicamente reunió todas las condiciones. Locos por mi Habana llevó a la cumbre el reto. Hablando... se salió un poco de la línea de la agrupación, aunque obtuvo su reconocimiento. Y el próximo... continuará el ciclo».