Fotograma de El Beny, de Jorge Luis Sánchez. En tres de los festivales cinematográficos más importantes que tienen lugar en el mundo durante los próximos días estará representada Cuba, con un largometraje de ficción recién salido de las salas de edición. Locarno en Suiza, Toronto y Montreal en Canadá, son eventos bien selectivos y rigurosos que han querido mantenerse al tanto de la más reciente producción generada en la Isla. Un premio en ellos o en cónclaves estilo Cannes, Venecia, Berlín y San Sebastián, equivale a que el feliz elegido pueda conseguir inmediata atención de la prensa, e incluso de distribuidoras transnacionales, con el consiguiente prestigio para nuestra cinematografía y la posibilidad de ventas internacionales.
Viva Cuba, de Juan Carlos Cremata, laureada con alrededor de 25 reconocimientos internacionales, y también Barrio Cuba, de Humberto Solás, completaron exitosos periplos internacionales a partir del debut en un festival de importancia: Cremata en Cannes y Humberto en Huelva. Si ninguna de las tres propuestas cubanas ahora presentadas (me refiero a Páginas del diario de Mauricio, El Benny y La edad de la peseta) alcanza galardones, de todos modos la experiencia resultará gratificante, pues al menos la ganancia consistirá en la actualización que significa para nuestros cineastas participar en citas de este corte, compartir experiencias con homólogos del mundo entero y, con un poco de suerte, atraer la atención de distribuidores y exhibidores que andan en busca de pequeñas brechas de diversidad en la muralla mercantil y totalitaria instaurada por Hollywood.
El de suiza es un evento menos glamoroso y apartado de los requerimientos comerciales de sus vecinos europeos clase A. Locarno ha conseguido el equilibrio entre los filmes consagrados a satisfacer el gusto de las grandes audiencias y las aproximaciones audiovisuales más arriesgadas, heterogéneas e intelectualmente provocativas. En su competencia central, para la cual fue seleccionada El Benny, de Jorge Luis Sánchez, suelen predominar los nuevos directores, con solo uno o dos largometrajes a su haber, aunque ello no quiere decir que estemos ante un concurso de neófitos ni mucho menos. Locarno ha consagrado a buena parte de los directores que deciden el curso del cine artístico contemporáneo. El premio a la excelencia en la carrera, este año será para el actor norteamericano Willem Dafoe; habrá una retrospectiva integral del finlandés Aki Kaurismaki —incluido su último largo Luces del amanecer—; la sección Filmes del presente se inclinará a las imágenes del Extremo Oriente, con filmes del coreano Eric Khoo y de la japonesa Naomi Kawase; y se entregará un Leopardo de Honor al director ruso Alexander Sokurov, además de la proyección de su más reciente filme, Elegía de vida.
Metrópoli principal del Canadá francófono, Montreal propone una competencia de largometrajes de ficción, entre el 24 de agosto y el 4 de septiembre, donde se inserta Páginas..., de Manuel Pérez. Esta competencia se mantiene también muy atenta a la diversidad cultural y a favorecer la presencia de títulos procedentes de numerosos y distantes países. Además, presenta un concurso paralelo de óperas primas (que hace un par de años galardonó a la cubana Tres veces dos) y por si fuera poco propone tres macrosecciones: Fuera de concurso (con la exhibición de lo mejor premiado en otros grandes eventos), Focus on World Cinema (a partir de la concentración en un área geográfica) y los Tributos, que se destinan a homenajear a personalidades.
Ya está determinado el jurado de Montreal, para la competencia principal, y está integrado por Marc-André Forcier, «enfant terrible» del cine de Québec; la actriz norteamericana Kathy Bates; Vibeke Windelov, el productor danés de los filmes de Lars von Trier; el veterano actor argentino Federico Luppi, y el guionista francés Guillaume Laurant. Como están celebrando este año la edición número 30, han recibido opiniones elogiosas de algunas de las grandes personalidades del cine mundial. Por ejemplo, el reconocido Majid Majidi opina respecto a este Festival que «gracias a los grandes premios que coronaron mis tres filmes, Los hijos del cielo llegó a ser la primera película iraní nominada al Oscar, El color del paraíso se distribuyó ampliamente en Norteamérica, y Baran reveló el mundo de los afganos luego del 11 de septiembre; si no existiera Montreal habría que inventarlo».
Rival de Montreal, y más que un festival a la usanza tradicional, pues no posee jurados ni grandes premios, Toronto es considerado vitrina y resumen de todo tipo de producciones, comerciales y artísticas, puerta de entrada al mercado anglosajón, además de primer punto para la competencia por el Oscar. Situado en la mayor metrópoli del Canadá anglófono, se ha transformado en uno de los más significativos del mundo, sobre todo en términos comerciales y de contactos. Este año incluye nada menos que 15 secciones, entre las cuales se cuentan Contemporary World Cinema, Másters, Discovery, Real to Reel, Special Presentations, Midnight Madness, Galas, una retrospectiva de cine contemporáneo de la India, y por supuesto, los grandes estrenos norteamericanos con pretensiones artísticas.
La edición de este año es la número 31, ocurrirá entre el 7 y el 16 de septiembre, y será el lugar de estreno internacional o norteamericano de siete películas hispanas, entre las cuales se destacan La edad de la peseta, debut en el largometraje de ficción del cubano Pavel Giroud; La perrera, del uruguayo Manuel Nieto; Fantasma, del argentino Lisandro Alonso, y El laberinto del fauno, del mexicano Guillermo del Toro.
De gira por el anchuroso mundo estará nuestro cine, y ojalá que también de fiesta luego de ganarse el éxito que merecen Páginas del diario de Mauricio, El Benny y La edad de la peseta. Aunque, parafraseando al poeta que hablaba de hacer el amor y de las sábanas, nosotros, cuando hacemos cine con premios, qué bueno; sin premios, da igual. Conste que esto último lo afirmo a título completamente personal. No les pregunté a Manolo, a Jorge Luis ni a Pavel su opinión al respecto.