Los muros del mal llamado Presidio Modelo, hoy Monumento Nacional, retumban con la lírica del Himno de la Libertad cada 12 de febrero, como cuando hace 71 años provocó la ira del tirano Fulgencio Batista, y resuena hoy en nuestra memoria colectiva como símbolo de resistencia y valentía.
En un contexto en el que la historia a menudo se rescribe y se olvida, es vital recordar aquel 12 de febrero de 1954, cuando la osadía de un grupo de jóvenes revolucionarios, liderados por Fidel Castro Ruz, transformó un acto de inauguración en un grito de libertad.
La llegada de Batista a la entonces Isla de Pinos para inaugurar una planta eléctrica no presagiaba el estruendo que lo recibiría. Los jóvenes asaltantes de los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, conducidos por Fidel Castro Ruz, habían preparado una «singular bienvenida» que dejó al dictador en estado de desconcierto y furia.
La Marcha del 26 de Julio, con su potente mensaje de lucha y esperanza, resonó entre los muros del antiguo reclusorio, convirtiendo aquel lugar de opresión en un escenario de desafío.
El acto de entonar el himno no solo fue un momento de rebeldía; fue una declaración de principios. A pesar del despliegue militar y las amenazas del régimen, los jóvenes se mantuvieron firmes. La respuesta de Batista, quien rugió: «¡Los mato, los mato!», reflejó no solo su impotencia ante la fuerza del pueblo, sino, también, el temor que sentía ante el despertar de una nación cansada de la tiranía.
En ese instante, la música se convirtió en un arma poderosa, capaz de desafiar a un régimen que creía tener el control absoluto.
La figura de Agustín Díaz Cartaya, autor del himno, es emblemática. En solo tres días, logró componer una obra que encapsulaba el espíritu de lucha y resistencia del pueblo cubano. Aunque originalmente se conoció como Himno de la Libertad, su renombramiento como Marcha del 26 de Julio lo vinculó directamente con las acciones heroicas que marcarían el inicio de una nueva era en Cuba.
Es importante recordar que la lírica escrita por Cartaya no solo animó a los revolucionarios durante su encarcelamiento; también es actualmente un símbolo perdurable de la lucha por la justicia y la libertad.
A medida que los jóvenes fueron recluidos en la cárcel de Boniato y luego en el Presidio Modelo con el ánimo de calmar las voluntades libertarias, ya la semilla de la verdad había sido sembrada y, con ella, la promesa de un cambio inminente.
Hoy, al recordar aquel suceso, es esencial reflexionar sobre lo que representa para las nuevas generaciones, en aras de continuar la lucha de Cuba y los cubanos por nuestros derechos y libertades ganados por la Revolución.
En tiempos en los que la desmemoria puede amenazar los logros alcanzados, este himno nos invita recordar que la libertad es un derecho inalienable y que siempre habrá quienes estemos dispuestos a luchar por ella.