La harina de yuca con sello espirituano se expende con muy buena presencia. Autor: Cortesía del proyecto Publicado: 12/03/2024 | 10:36 pm
JARAHUECA, Yaguajay, Sancti Spíritus.— La idea emergió espontánea. Un par de conversaciones le dieron cuerpo y el aderezo lo otorgó la amistad de tres jóvenes. Dosis exactas de entregas, estudios y constantes búsquedas de soluciones a los contratiempos son las medidas exactas para que la harina de yuca con sello espirituano sea hoy una alternativa para aliviar las tensiones cuando de producción de alimentos se habla.
«Gilberto Pis Ruiz, un gran amigo de la época universitaria, se distingue como uno de los porcinocultores más importantes de Sancti Spíritus —explica Frank Rafael Quesada Espinosa, uno de los responsables del producto—. Sus cochiqueras tienen una capacidad de alrededor de 5000 cerdos. Pensamos, primeramente, en unirnos para hacer embutidos, lo que nos obligó en pensar en la construcción de una losa sanitaria y un centro de elaboración».
Mas, ese primer pensamiento se extendió como casi siempre sucede cuando más que sueños se ponen empeños y, sobre todo, conocimientos.
«Decidimos cerrar el ciclo con un modelo de negocio arropado en una forma organizativa de micro, pequeña y mediana empresa (mipyme), donde los tres seríamos socios», añade Yoandy Calzada Cepeda, la «tercera pata de esa mesa».
El local donde se ubicó la losa sanitaria es visitada por quienes se interesan por el modelo de economía circular. Fotos: Cortesía del Proyecto
El lugar escogido: Jarahueca, poblado ubicado en el municipio de Yaguajay, al norte de la provincia de Sancti Spíritus. Su riqueza natural —sobre todo al ser tierra fértil para los granos y cultivos varios—, la inteligencia colectiva de su campesinado y las experiencias de los tres socios con títulos universitarios avivaron la necesidad de cobijarse en la ciencia.
«El nombre Jara S.R.L. viene, precisamente, por el lugar donde radicamos. Lo otro en que coincidimos es que no sería solo la crianza y sacrificio del cerdo para lograr un producto determinado. En la búsqueda de un modelo de negocio diferente encontramos una convocatoria abierta de la Academia de Ciencias acá en Sancti Spíritus y los programas territoriales de producción de alimentos. Apostamos por optar por esa opción porque en el inicio de cualquier negocio no se puede dar el lujo de disponer el poco dinero que se tiene en determinadas actividades de ciencia», rememora Quesada Espinosa, uno de los más reconocidos especialistas en economía en la Universidad de Sancti Spíritus José Martí.
Con la aprobación del proyecto de desarrollo local Jara por el Consejo de la Administración Municipal de Yaguajay, los tres jóvenes tocaron las puertas de quienes podían darles luces para materializar su idea.
«Convocamos a varias entidades. Entre ellas se distinguen el Centro de Higiene y Epidemiología, la Delegación provincial de la Agricultura… En esos encuentros conocimos a la doctora Sara, quien nos sugirió que utilizáramos extensores locales sobre la base de harinas. Además, de ser más saludable, nos serviría de extensor un producto de nuestra naturaleza. Los beneficios serían tanto económicos como para el entorno».
Con los pies afincados en la tierra de color marrón de Jarahueca apostaron por la yuca, tubérculo considerado entre los renglones priorizados que tributan al programa de soberanía alimentaria.
«Fue cuando dijimos: si logramos asegurar los cerdos y harinas, tenemos prácticamente el 90 por ciento de la materia prima en el mismo lugar. Sería un producto con un altísimo valor, no solamente nutricional, sino que se disminuirían los gastos en trasportación y nuestra propia ubicación —muy cerca de la cayería norte del centro de Cuba y de la cabecera provincial— nos permitiría realizar encadenamientos», acotó Frank Rafael, quien lleva a punta de lápiz cada movimiento monetario.
Pero el modelo de economía circular para la sostenibilidad de la producción porcina en Jarahueca, más allá de ajustar cuentas y estrategias de trabajo, estimuló el ingenio para sortear las ausencias de maquinarias y procederes modernos.
«Para obtener la harina como extensor para los embutidos me puse a estudiar —alega Calzada Cepeda, ingeniero civil, pero con un talento innovador sorprendente—. Analicé lo que teníamos en las manos porque hoy es muy difícil emplear materiales originales por la falta de materias primas.
«Consulté varias de las formas en que se deshidrata la yuca. Son cuatro momentos. El primero es el de lavado y pelado. Para ello, construí un cilindro que hace que roten. Con el roce de unas con otras y las propias paredes del cilindro quedan totalmente limpias. Luego, se pasan por una charreadora a la que le hice adaptaciones. Ya, entonces, toca el proceso de deshidratación. Diseñamos para eso un horno que lo logra mediante aire caliente. Ponemos hileras de bandeja y permanecen ahí las horas establecidas. Aun funciona con electricidad, pero ya buscamos otras alternativas porque las afectaciones eléctricas nos impiden llegar al resultado final. El último paso se logra con un molino que diseñé junto a otro amigo. Obtenemos una harina muy fina».
Al unísono de esas innovaciones, el colectivo, integrado además de los socios por cuatro trabajadores en la pequeña minindustria y en las cochiqueras hay un poco más, reacomodan el entorno. Por ejemplo, Frank Rafael, quien se resiste a salir del aula universitaria rememora cómo hicieron un sistema de canales para recopilar el agua de lluvia y utilizan los huesos de los cerdos como elemento de combustión.
«Se represó muy cerca de donde se tienen esos mamíferos, a fin de criar varias especies de peces y en una segunda laguna tenemos las clarias. Ahí tenemos parte de la alimentación de los cerdos».
Y aunque aún el colectivo con sede en Jarahueca desprende olor a cascarón, ya sirvió la mesa con los primeros resultados del modelo de producción y consumo que implica compartir, arrendar, reutilizar, renovar y reciclar materiales y productos.
«Para estar alineados con los objetivos para el desarrollo sostenible y con el Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social 2030 dividimos el proyecto en tres aspectos: económico, social y ambiental, para así medir nuestros resultados. Cada uno tiene indicadores que, de incidir en el crecimiento de cada aspecto, lograremos que el modelo se distancie del de economía lineal, para acercarse a uno circular».
Un modelo que ya se materializa en la losa sanitaria para el sacrificio porcino, ubicada a un kilómetro de distancia de las cochiqueras, tal y como dictan las medidas higiénico-sanitarias, en la línea de producción de harina de yuca y en estos momentos buscan cómo incrementar capacidades de frío.
«Podemos incluso vender la harina de forma mayorista —opina Yoandy Calzada Cepeda—. La embolsamos y etiquetamos. La llevamos a la feria de productos agrícolas que se realiza cada domingo en la ciudad de Sancti Spíritus e hicimos un contrato de consignación con la Empresa Municipal de Comercio y se expende en la unidad empresarial de base La Casiguaya, también en la urbe del Yayabo».
Yamilet Valdés es una de las espirituanas que ha adquirido uno de los paquetes de una libra por un precio de 130 pesos. En su cocina ha sido bálsamo.
«Para su uso hay que tener claro que es un extensor. Me gusta mucho porque ahorro la harina de trigo. He hecho croquetas y sé de personas que la utilizan para polvorear el pescado empanado y hasta se logran polvorones y panetelas».
A Frank Rafael Quesada Espinosa, por ser el único socio residente en la cabecera provincial, le ha tocado la responsabilidad de vender las bolsas de harina cada domingo. Asegura que las primeras veces no pocos miraron extrañados. Hoy la realidad es otra.
«Las personas ganan en cultura. Ya podemos hablar de clientes que repiten. De vender 50 bolsas con anterioridad ya son como norma cerca de 200. Al igual sucede con las que se entregan en la Casiguaya».
Pan con extensores
La harina de yuca, de factura espirituana, nutre a la industria alimentaria en esta provincia, al ser uno de los extensores principales de las producciones de pan que, no siempre con regularidad, se consume por la canasta básica y otros que se adquieren por otros precios, de acuerdo con aseveraciones de Víctor Díaz Acosta, director general de la entidad.
«Cuba empezó a darle fuerza a los extensores. La yuca ha sido denominada, según estudios científicos, la comida del siglo, tanto por las características de conservación, valores nutricionales y, sobre todo, porque su harina está excepta de gluten.
«Recuerdo que en Sancti Spíritus fuimos pioneros en hacer un dulce con el 50 por ciento de pulpa de calabaza. Eso nos abrió el camino para aprovechar todo lo que beneficie nuestras producciones.
«Al conocer los resultados de Jara no dudamos en hacer contrato. Su harina no modifica el pan ya que solo le introducimos el 10 por ciento como extensor, pero sí nos permite extender las toneladas que nos llegan y no son suficientes. Ya soñamos con lograr producciones para las personas celiacas. En Sancti Spíritus es una deuda con esas poblaciones».
En el mercado internacional el precio de la harina de yuca es superior al de la de trigo. Jara, aunque ha debido aumentar el monto inicial pactado por no contar con una producción significativa del tubérculo y las ausencias de combustible, continúa sus ofertas, siendo una opción tentadora para las arcas de cualquier empresa.
En las ferias dominicales crecen las ventas de bolsas de harina de yuca. Fotos: Cortesía del Proyecto
«Desde el punto de visto económico es más factible la harina subsidiada, pero esa la compra el país con divisas y sabemos que es insostenible. Por tanto, los encadenamientos son vitales.
«Esta mipyme ha dado una clase de que cuando esas formas de gestión no estatal se centran en las necesidades del país, como la producción de alimentos, se obtienen beneficios colectivos. Hoy en esta provincia se está comiendo pan en los hospitales, círculos infantiles, y se hace merienda escolar gracias a las alternativas que se están buscando con los extensores y dentro de ellos está la harina de yuca. Sin dudas, esta posibilidad que está aquí mismo ha ayudado a aliviar la situación», acotó el directivo.
Con la frase garciamarquiana como divisa: «La memoria del corazón siempre olvida lo malo y recuerda lo bueno», estos emprendedores espirituanos no ponen sus rodillas en la tierra ante los contratiempos que encuentran a diario.
«Hasta ahora tenemos casi 28 contratos, pero no hemos logrado chocar con una entidad con grandes producciones. Tampoco entendemos por qué quienes producimos alimentos tenemos los mismos impuestos que una persona que revende chupa chupa o cerveza. Ellos no tienen ni remotamente los sacrificios de que quienes sí lo hacemos y mucho menos tantos riesgos. Por ejemplo, compras 200 quintales de yuca y lo pones a deshidratar. Llega un apagón de cuatro o seis horas y perdiste el producto. Bueno solo sirve para la alimentación de los cerdos.
«Nos sucede también que como parte del proceso de bancarización se nos pide el pago por transferencia, pero no todos los campesinos tienen tarjetas. Entonces, nos toca incitarlos a que saquen una y no entienden los beneficios, porque en sus contextos no ven la factibilidad», resume el joven profesor Frank.
La vida les ha enseñado que cada día es una victoria ante los lógicos y no tantos tropiezos en el mundo de los negocios. Este colectivo no pierde la mirada fija en el cumplimiento de sus objetivos. Por ello, ya da los últimos toques al proceso de embutidos.
«Se trabaja en agrandar la masa porcina. Ya cuando obtengamos esos embutidos podremos expenderlos sin mediadores. Y al ser un proyecto de desarrollo local aportaremos al municipio de Yaguajay», concluyó Calzada Cepeda.
Sin dudas, en Jara S.R.L. confluyen innovaciones tecnológicas, ganas de trabajar, ciencia en función de generar producciones, sueños… fórmulas exactas, que, de multiplicarse con el acompañamiento gubernamental, se convertirían en un exquisito aderezo que llegue al plato del cubano.