Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Celia, criatura incansable

Hoy, 43 años después de su muerte, ella, la que fue «luz para Fidel», diputada de la sencillez y la ternura, viene a recordarnos que sigue habitando en los paisajes, en los ojos de su padre amado, que continúa siendo madrina de los necesitados y referencia de nuestros empeños

Autor:

Osviel Castro Medel

La mala nueva abatió a la nación de punta a cabo: a las 11:50 de la mañana de aquel grisáceo viernes, 11 de enero, Celia Esther de los Desamparados Sánchez Manduley había dejado de respirar.

Enseguida hubo nudos en múltiples gargantas y manos tapándose la cara de dolor ante la noticia. Desde sus amigos hasta personas que no la conocían de cerca lloraron por la partida de una mujer que estaba a cuatro meses de cumplir 60 años.

Si un país entero quedó tan golpeado por el suceso fue porque esa criatura aparentemente incansable, que siempre tenía tiempo para ocuparse de lo grande o lo pequeño, vivía alojada en el alma de Cuba, en las líneas de las manos de los campesinos, en los secretos más reservados del Estado, en la esperanza de los humildes que solían escribirle cuando surgían problemas o hasta simples dudas.

Si hubo tantas reacciones espontáneas de amor, en campos y ciudades, fue porque ya se había convertido en mito; un mito terrenal, amante del mar y los helechos, de las mariposas y los caracoles, el café y los cigarros, incapaz de mirar por encima del hombro a un semejante; que no temía a nada, excepto a los ratones, y se atrevía a cruzar líneas vedadas desde los tiempos en que en su Media Luna natal se deleitaba con bromas tremendas —como la de pintar un caballo y asustarlo— u ocurrencias únicas, como acostar a una niña de meses en una tabla de planchar.

Supo hacer, en toda época, lo asombroso: cuando junto a su padre y varios alumnos habaneros, en el año del centenario del Apóstol, subió el rostro de Martí al Turquino; cuando ayudó a salvar a los dispersos de un naufragio guerrillero en un diciembre de emboscadas; cuando «se disfrazó» de embarazada para poder cumplir un encargo clandestino; cuando para burlarse de una persecución feroz tuvo que meterse en un tupido marabuzal, donde se llenó de espinas la cabeza; cuando subió otra vez la Sierra Maestra para ser la primera guerrillera en el Ejército Rebelde.

Hoy, 43 años después de aquel estremecimiento popular, ella, la que fue «luz para Fidel», diputada de la sencillez y la ternura, viene a recordarnos que sigue habitando en los paisajes, en los ojos de su padre amado, que continúa siendo madrina de los necesitados y referencia de nuestros empeños. Viene asida a la historia y al trabajo, detestando a los que se creen cosas y caminan por las nubes; viene con una mariposa en el cabello, repitiendo a su paso un nombre que sigue enamorando: Celia.

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