El artista de la plástica Sanfiel asume los gatos como parte de su arte. Autor: Francisnet Díaz Rondón Publicado: 26/10/2022 | 11:20 pm
SANTA CLARA, Villa Clara.— Mientras miraba las pinturas sobre gatos del villaclareño Jorge Luis Sanfiel Cárdenas, saltaba a mi memoria la imagen de Tinguaro, un felino que me asombró con un gesto de esperanza y confianza muy humano.
Allí, entre sus bellas caras, poses y colores, estaban reflejadas también la admiración y voluntad de educar de este artista plástico, que desde hace muchos años tiene ese felino como tema central de su genio, dedicación y pasión.
Hay muchos creadores en el mundo que se han esforzado desde épocas remotas por perpetuar en el lienzo, la arcilla u otros materiales la imagen de esos seres enigmáticos en ambientes domésticos, incluso adoptando actitudes y actividades propias de los seres humanos, figuras de marcado tono cómico con el fin de caricaturizar determinadas sociedades y sus valores.
En realidad, los gatos han tenido una acogida contradictoria. Mientras algunas leyendas los describen como mal presagio, en el Egipto faraónico y otras civilizaciones de similar antigüedad los consideraron auténticas divinidades.
A Sanfiel Cárdenas, conocedor de las virtudes de estos peludos acompañantes, le satisface sobremanera incentivar su cuidado mediante el arte, y además, los emplea como pretexto para tratar el tema ruso en sus obras, a modo de réquiem para representar a personalidades de la cultura de ese país y personajes de ficción de similar origen.
Este reconocido pintor autodidacta, miembro de la Uneac, ha participado en numerosas exposiciones personales y colectivas en Cuba y en el extranjero, y atesora premios, menciones y reconocimientos que avalan la calidad de sus entregas.
Convites gatunos
A estos felinos, según reconocen prestigiosos estudiosos del tema, les precede una fama injusta de ser ariscos, egoístas e interesados, cuando en verdad poseen una identidad asombrosa. Algunos se conectan
inmediatamente con los humanos y otros aparentan desdén, pero si se les conquista, saben dar y recibir cariño.
Aún no se conoce por qué sus actos, aparentemente alocados, causan tanta atracción en las personas. Hay videos en internet con millones de visualizaciones que lo confirman, y algunos ejemplares se han popularizado tanto, que son presentados hasta en programas de televisión.
Desde la sicología se argumenta que los gatos nos atraen debido a que nos hacen sentir mejor, nos divierten, inspiran positividad y nos cargan de energía. A esto debemos agregar que resultan curiosos, pues protagonizan escenas entretenidas y se adaptan cómodamente a las cámaras.
Consecuentemente, no resulta extraño que abunden las celebraciones a su favor. En nuestro país, la Asociación Cubana de Aficionados a los Gatos les dedica una jornada cada 27 de octubre desde su fundación en 2011, y existen otras fechas a nivel nacional e internacional consagradas a estos bellos e hipnóticos animales.
El 17 de julio es un día especial para mimar a los gatos negros —de los más vilipendiados en su especie—, y el 20 de febrero se recuerda a un gato que vivió en la mansión presidencial norteamericana.
También se les dedica el 8 de agosto, por coincidir con la época de mayor fertilidad en el hemisferio Norte, como lo
determinó el Fondo Internacional para el Bienestar Animal, y el 29 de octubre fue propuesto por una experta para generar conciencia sobre la cantidad de gatos abandonados por las calles en muchas ciudades.
En ocasión de esas fechas, se ilustra sobre ellos a la población con acciones didácticas que fomentan su cuidado y comprensión de sus características, y se realizan exposiciones y ferias de adopción, por citar ejemplos.
¿Domesticados?
No exactamente. Los gatos se han adaptado a vivir con los humanos, pero sin desprenderse totalmente de sus hábitos salvajes. De ahí que mantienen su libertad para andar por donde les place, de marcharse días y días en amoríos y hasta de advertir con un toque suave de sus garras cuando desean que les hagan caso o prefieren que no los molesten.
Esas costumbres resultan incomprendidas por muchos, que los prefieren mansos y sin bríos, lejos de sus hábitos naturales de depredadores de otros animales pequeños.
Entre sus características sobresalen que pueden moverse a una velocidad superrápida, ven en la oscuridad ¡seis veces! mejor que los humanos, y tienen un oído de alcance kilométrico, un olfato de primera y una paciencia proverbial como cazadores.
En general no son rencorosos y saben buscar ayuda cuando la necesitan. Tinguaro, buen representante de su raza, me lo demostró. Un día se apareció en la puerta de mi cuarto y con un leve maullido me llamó. Al abrir lo vi muy lesionado. Lo cargué y acomodé antes de salir raudo a buscar a Rudy, un amigo veterinario, quien lo examinó y me indicó alimentarlo en la mano y darle agua con una jeringuilla.
Pero aquella noche Tinguaro hizo un esfuerzo extremo —casi no podía ni moverse— y avanzó lentamente hacia el balcón de la casa donde vivo, en la santaclareña calle de Plácido. Intentaba llegar hasta su lugar preferido para panear con la vista la ciudad desde la altura.
Presentí que sería su última noche. Al aclarar fui a buscarlo, y sorprendentemente se había bajado del balcón. Lo encontré desmadejado a dos metros del cuarto. Lo tomé entre mis manos justo en el momento en que convulsionó y murió. Desde entonces me acompaña la sensación de que no pude corresponderle a aquel gesto de esperanza y confianza gatuna. ¡Le fallé!
A Sanfiel Cárdenas, conocedor de las virtudes de los peludos acompañantes, le satisface sobremanera incentivar su cuidado mediante el arte y, además, los emplea como pretexto para tratar el tema ruso en sus obras, a modo de réquiem para representar a personalidades de la cultura de ese país. Fotos: Francisnet Díaz Rondón