El Premio Nacional de Cultura comunitaria y otros muchos lauros reconocimientos avalan la cotidianidad de este grupo de hacedores de sueños. Autor: Hugo García Publicado: 13/08/2021 | 04:00 pm
MATANZAS.— Claudia Hernández Portilla tiene 24 años de edad. Apenas cuando cumplió cuatro años supo que algo cambiaría en su vida: «El Proyecto Sociocultural Comunitario Maravillas de la Infancia Cultivador de Sueños es algo imprescindible, forma parte de mi vida».
Lejos de su esplendor de antaño y todavía con achaques constructivos notables, la villa neoclásica Quinta Anita, del consejo popular Versalles, de la ciudad de Matanzas, recibe a niños, adolescentes y jóvenes que ensayan varias coreografías para celebrar el vigésimo aniversario de la fundación del proyecto, el 13 de agosto de 2001.
«Veinte años de unión, de familiaridad, de cultivar a mis mejores amigos», prosigue Claudia, quien es ahora instructora de danza y gestora cultural comunitaria.
«Es hermoso y reconfortante integrar Maravillas de la Infancia, porque impartimos clases y nos conocemos mejor en el taller Cuéntame sobre tu vida, en el que cada integrante habla sobre cómo le va en su rutina diaria para saber más del compañero que tenemos a nuestro lado y preocuparnos cada uno por el otro. Nos forman como personas de bien, más humanos, y eso es lo que me ha mantenido 20 años en el proyecto», subraya la joven Claudia.
El Premio Nacional de Cultura comunitaria y otros muchos lauros reconocimientos avalan la cotidianidad de este grupo de hacedores de sueños.
Proyecto de amor
Al principio, la niña de nueve años de edad, Elizabeth Lazcano Boza, tenía un poco de miedo de enfrentarse a algo nuevo: «Mi mamá me dijo que si yo quería, probara, para ver si me gustaba. Al principio estaba temerosa, pero enseguida gané confianza, aprendí a bailar, a cantar, a modelar… Doy gracias a la profesora María Eugenia por enseñarnos a amar a la Patria y a la cultura».
Su mamá, Dania Boza Godoy, especialista del Consejo de la Sociedad científica de la dirección provincial de Salud, precisa que conoció el proyecto a través de las redes sociales, y que la niña al principio era tímida, pero ahora es más desenvuelta.
Dania destacó el compañerismo que emana del proyecto: «Para la familia y para la comunidad es una ayuda».
Annielis Carvajal Lauzurique, estudiante de quinto año de Medicina, agradece su paso por este espacio por más de 16 años: «Esta es mi segunda casa y familia. Desde que entré a la universidad se me ha hecho un poca difícil participar, pero siempre hago el tiempo porque me gusta compartir con mis amigos y llevar alegría a las comunidades», asegura.
«Este colectivo se ha sumado a todas las actividades convocadas en la comunidad», refiere la licenciada Olivia Herrera Junco, delegada de la circunscripción, y recalca también que ha sido un proyecto de sueños y realidades, sobre todo porque ha mejorado la calidad de vida de los residentes.
Todo por el barrio
«Nacimos con el objetivo de integrarnos desde la cultura, sin perder el sentido del trabajo en el barrio y la comunidad», explica María Eugenia Romero García, la directora.
María Eugenia fundó un proyecto de amor y humanismo.
«Este proyecto nació en una fecha muy importante para Cuba y el mundo, que es el 13 de agosto, natalicio de nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro. En su honor, lo que siempre nos ha fortalecido ha sido la perseverancia, el altruismo y mucha fuerza para seguir trabajando con niños, adolescentes y jóvenes.
«Llegar a estos 20 años representa un andar positivo, afectivo, solidario, y sobre todas las cosas hemos logrado un proyecto integral, pues además de la cultura nos hemos vinculado a la sociedad, al barrio, a la comunidad y a diferentes acciones a favor del medioambiente y de apoyo en lo económico productivo. Nos hemos integrado con la vida.
«En estos andares de la COVID-19, hemos duplicado resultados porque hemos trabajado desde el corazón: atendemos a personas vulnerables, realizamos concursos virtuales y talleres para que el proyecto no pierda su sentido, para que la motivación sustituya el desespero y el miedo… y para que Maravillas siga cultivando sueños, como hasta ahora.
«Aunque nos encaminamos por varias líneas, nunca hemos perdido el sentido espiritual, cualitativo y social, de manera tal que hemos crecido como personas de bien. Desde el inicio del proyecto hemos atendido a niños y familias con diferentes problemáticas: autistas, huérfanos, algunos frustrados porque nunca pudieron matricular en las escuelas de arte, otros con impedimentos físicos, con problemas de salud, de obesidad, y otros porque sus padres están ausentes por encontrarse en prisión.
«Hemos logrado resolver numerosos conflictos de familias que se habían desintegrado y gracias al proyecto se ha rescatado el trabajo con la familia.
«Esto lo hacemos muy articulado, tenemos un espacio de conjunto con trabajadores sociales para concretar la Tarea Mi corazón toca a tu puerta y atender a personas vulnerables por problemas de salud, ancianos de más de 60 años de edad, que tienen diabetis hipertensión, asma y otras patologías.
—¿Cómo has logrado que los jóvenes se mantengan por tantos años en el proyecto?
—Contamos con una fundadora, Claudia, que es ahora trabajadora del centro, y otros con más de 14 años ininterrumpidos. El trabajo con los niños y jóvenes ha sido lo más positivo del proyecto, pues muchos se han graduado en carreras universitarias o técnicas.
«Muchos de nuestros jóvenes son hoy gestores culturales comunitarios y fueron los protagonistas del Congreso virtual de Mesoamérica y el Caribe, logrando que el Círculo de palabra, infancia y juventud fuera el más destacado de América Latina».
—Nuestro Presidente ha insistido en acercarse a los problemas del barrio con proyectos como este. ¿Qué les faltaría para que brillen de ese modo?
—Tuvimos la oportunidad de participar en el Evento nacional de valores junto a Díaz-Canel cuando entonces no era el Presidente, fue un evento sobre la actividad comunitaria. El siempre decía que hacer por los barrios es igual que hacer por Cuba, y esa frase nunca la he abandonado.
«Lo que dice hoy Díaz-Canel que se haga es lo que continuamos haciendo. Pero estaremos más fortalecidos cuando todos se interesen un poco más por este proyecto de manera espontánea y en equipo, porque tenemos una sede valiosa, con muchas potencialidades, que era un vertedero y lo hemos transformado. No ha sido lo material, sino los recursos humanos, pero con un poquito de ayuda material nuestro proyecto puede hacer muchas más cosas por el propio barrio, que es nuestra razón de ser, trabajar por las niñas y los niños, los adolescentes y jóvenes, y por la tercera edad, que atendemos a 40 vecinos.
«La actividad comunitaria tiene que ser un principio permanente y un estilo de trabajo. Todo tiene que estar en función de la calidad de vida del pueblo y del bienestar de la población», resume María Eugenia.