El central es parte de mi vida familiar, confiesa Asiel, quien, desde la sala de control y análisis vela por la eficiencia Autor: Cortesía del entrevistado Publicado: 16/03/2021 | 09:11 pm
CAMAJUANÍ, Villa Clara.— Lo sorprendente de esta historia, bañada por la sencillez, revalida que lo abrazado desde la niñez cala y fructifica. Quizá no desprenda, explícitamente, nada excepcional, pero su grandeza brota en esas pequeñeces parecidas a los riachuelos que sustentan al inmenso río.
Mientras la relata, al joven Asiel Barrio Reyes se le alargan sus ojos en gesto de admiración o los achica para exprimir la memoria y clavar la vivencia exacta de la infancia cuando, de la mano de Alfredo, su abuelo, descubrió el amor de su vida.
Tampoco fue un romance de primera vista; incluso durante cierto tiempo se le escurrió a su preferida, pero la atracción
era tanta que volvió a galope tendido para estar bajo su cobija ruidosa y monumental.
Aproveché una leve pausa en su monólogo para hacer saltar su verbo al presente: «Cuéntame del Asiel de ahora mismo».
«¿No sería mejor que lo hagan otros? Soy medio huidizo para hablar sobre mí. ¡Qué decirte! Llevo en el sector azucarero 11 años. Soy el jefe de la sala de control y análisis del central José María Pérez, de este municipio. Todavía siento el gran alegrón de aquel día que traspasé la puerta ya en la plantilla. Son momentos que marcan y definen», enfatiza.
«Inicialmente fueron siete años como analista. Los primeros meses resultaron muy complejos, ya que esa labor lleva mucho sacrificio y dedicación. Después la dirección de la industria, tras analizar el desempeño que logré gracias a las enseñanzas de María Caridad, la jefa anterior, me promovió al cargo cuando ella se jubiló».
—¿Lo esperabas?
—Digamos que sí. En realidad salí adelante en el aprendizaje para determinar la calidad de la caña, su rendimiento y otros parámetros y así comprobar si la fábrica era eficiente o no y saber por dónde se nos puede escapar un grano de azúcar.
«Desde ese bregar, junto a mis compañeros, debo controlar y avizorar los problemas que puedan ocurrir en la ejecución de la zafra en la parte agrícola e industrial, con el fin de ofrecer la información necesaria y confiable a los directivos para la toma de decisiones. Y cuando la realidad productiva lo aconseja, ahí está el grano de arena de la sala, lo cual nos enorgullece».
—¿Cómo empezó el encantamiento?
—El central devino la primera imagen gigante que vi en la infancia y su estructura me impresionó sobremanera. Recuerdo que siendo un niño, cuando de madrugada mandaban a buscar a mi abuelo por alguna rotura del ingenio, saltaba de la cama y tenía que llevarme. Como no podía pasar al interior, él me dejaba al cuidado de otra persona, pero podía ver las maquinarias que molían e impregnarme de los olores a guarapo y cachaza.
«Desde ese momento comenzó el enamoramiento, y luego en la época de estudiante siempre estuve en los círculos de interés relacionados con la producción de azúcar. En definitiva, si toda mi familia ha trabajado en ese sector, ¿porque iba a ser la excepción?
—Pero casi rompes la tradición…
—Usted acaba de decirlo: casi. Aquello resultó puramente un embullo juvenil. Un grupo de amigos que terminamos noveno grado decidimos estudiar técnicas gastronómicas. Nunca las ejercí.
—¿Cómo recalaste?
—Al terminar el servicio militar dije: lo mío es la azúcar. Y aquí estoy.
Su escenario
El central exhibe hasta el momento la mejor producción de la provincia, afirma Félix Hernández Blanco, especialista de zafra de la Empresa Azucarera villaclareña. Esa industria resulta la de mejor cumplimiento del plan de rendimiento de producción de azúcar hasta la fecha y ejecuta una alta molienda.
Como si no bastara la calidad del azúcar que fabrica, posee óptimas condiciones para la exportación, a lo que se suma un buen desempeño energético y en el aseguramiento del bagazo que necesita la refinería Chiquitico Fabregat para su funcionamiento.
En ese entorno industrial, que muestra un bregar de conjunto eficaz, cuando uno invoca a Asiel la respuesta revela el respeto y la admiración que le profesan. Hernández Blanco la resume con que resulta un joven íntegro, entusiasta, comprometido y muy profesional en su desempeño.
El pilar
Asiel confesó que después del regreso nunca más abandonó el ingenio, independientemente del salario. Empezó su vida laboral devengando poco más de 300 pesos, y tiempos hubo en que la zafra no fue buena y adiós la estimulación. Admite que todos están muy contentos por la subida del salario.
Recuerda gratamente el tiempo en que dirigió allí la Unión de Jóvenes Comunistas, que siempre ha sido un pilar para enfrentar las tareas, por muy complicadas que hayan sido.
«En la actual zafra contamos con un turno juvenil, integrado por 30 jóvenes de las diferentes áreas, que desarrollan un bregar reconocido a nivel provincial y nacional», subraya.
—Para decirlo en lenguaje de pescadores, te cayó en el jamo otro reconocimiento más.
—Yo no tiro redes. El reconocimiento Jóvenes por la Vida, que me otorgó el Buró Nacional, fue por considerarse que lo merecía. Ahora, sí pienso, como tantísimos que lo han recibido, que solo he hecho lo que la actual circunstancia requiere.
—¿Qué exige el central?
—Pienso que, para laborar bajo esta cobija, no se debe olvidar nunca que el azúcar ha prestigiado siempre al país. Debemos de ser muy consagrados en esta labor y emprenderla con eficiencia.
—¿Algo más?
—Sí. Tener presente a nuestra familia, que también se consagra junto a nosotros. Se levantan de madrugada cuando tengo que salir para el central y muchas veces sin saber el horario en que voy a regresar. A ellos también agradecerles
su conducción y apoyo.
«¿Que cómo es mi batey? No lo concibo sin esa chimenea echando humo, porque creo que estaríamos en medio de un desierto. Es por eso que todos luchamos cada día por lograr una mejor zafra.
«Aquí nací y he vivido siempre. Pienso que la infraestructura de prestación de servicios debe mejorar todavía más para cubrir todas las necesidades de la comunidad, sin tener que salir en su búsqueda a otros lugares.
—¿Cómo sería su vida sin el olor a guarapo?
—No la imagino fuera del ingenio. Lo pretendí una vez y regresé. Es algo que se va metiendo en la sangre y te enamoras más y más y, consecuentemente, vives nuevas experiencias de manera regular que asumes como un amor verdadero. El único que se renueva constantemente.