Miguel Lorente recuerda con nitidez cada momento de su estancia en el norte de la provincia de Sancti Spíritus. Autor: Frank de la Guardia Rondón Publicado: 05/10/2018 | 09:57 pm
YAGUAJAY, Sancti Spíritus.— Tras una azarosa travesía de más de 40 jornadas desde la mismísima Sierra Maestra, y superando obstáculos de todo tipo: asedio permanente por parte del enemigo, un empecinado ciclón, el agotamiento físico, duplicado por la falta de comida y la imposibilidad de quitarse las botas o andar descalzos, llegó la Columna 2 Antonio Maceo al centro de la Isla.
Cumplía así el desgastado grupo, al mando del comandante Camilo Cienfuegos, la primera etapa de la orden dada por Fidel Castro, según recuerda Miguel Lorente, uno de los protagonistas del periplo.
«Pudimos llevar la guerra hasta Yaguajay por los conocimientos militares de nuestro Comandante en Jefe, quien dictó la ruta. La convicción era que si quedaba uno tenía que cumplir la misión. Durante todo el tiempo, Camilo las nombró a esta región como «las inquietas Villas, porque en las guerras de independencia los villareños habían sido brillantes en sus cargas al machete», rememora.
En la memoria de Miguel se agolpa cada una de las anécdotas vividas tras cruzar, amarrados por una soga, el embravecido río Jatibonico. Ya en la otra orilla, el legendario guerrillero del sombrero alón, el primero en atravesar la corriente, besó un puñado de tierra.
«Luego de esto Camilo exclamó: «¡Al fin hemos dejado detrás el inhóspito Camagüey y espero que otra suerte nos reciba en esta tierra!» Posteriormente hizo una carta contando la travesía vivida y se la mandó a Fidel», añade Alvis Ochoa, otro de los protagonistas de aquella gesta.
Con no pocas expectativas arribó el puñado de rebeldes a los campos monte adentro en el actual municipio de Yaguajay. En pocas horas en aquel octubre de 1958, otra realidad a la vivida hasta ese momento les ofreció la bienvenida.
La génesis
«Fui con el práctico a buscar a la dirección de la guerrilla del Partido Socialista Popular (PSP), que estaba alzada en la zona, para que se entrevistara con Camilo. Al llegar nuestro jefe le dijo: “Así que usted es Comandante”, y él le respondió: “Sí, pero soy un soldado más de la Patria”. Desde ese primer instante, nos convertimos en una sola tropa. A esas personas siempre les estaré agradecido», narra Alvis Ochoa.
Con la estancia en zonas intrincadas de Jobo Rosado, donde radicaba el destacamento guerrillero Máximo Gómez, del PSP, los caminantes dejaban atrás difíciles instantes que curtieron sus estirpes de combatiente como cuando tuvieron que echarle mano a una yegua medio cruda y sin sal, la mejor de la pobre caballería; el modo en que le escribió Camilo a Fidel en su primer informe desde el centro del país; el asesinato del práctico después de dejar Camagüey, quien no delató la posición de los rebeldes, una muestra de fidelidad que le robó lágrimas al Héroe de Yaguajay, y cuando el líder guerrillero sustrajo de las finanzas de la tropa 200 pesos para dejárselos a una familia que le abrió su bohío, a pesar de que en el humilde espacio residían cuatro niños tuberculosos.
«No resultó complejo organizar y echar para adelante la guerra en el norte de Las Villas, porque encontramos guerrillas dirigidas por el Movimiento 26 de Julio y el PSP, una clandestinidad organizada, campesinos comprometidos y un pueblo aguerrido. Camilo comenzó a formar grupos de información y exploración, y distribuyó los pelotones, que estaban integrados por personas de diferentes lugares. Así se desterró la idea de ser la columna invasora, sino el Frente Norte de Las Villas», aseguró Miguel Lorente.
Tronco común
Silviades Cabrera sonríe siempre que rememora su permanencia durante los últimos tres meses de 1958 en el actual municipio de Yaguajay. Y aunque la vida en campaña jamás es fácil, considera que allí todo resultó menos complejo.
«Tanto fue el cansancio cuando nos acostamos por primera vez allí que al despertar me curaron los pies y yo no lo sentí. La atención siempre fue especial, la integración entre todas las fuerzas nació de forma natural. Poco a poco nos involucramos en los combates; nos movimos de campamento para no ser sorprendidos; caminábamos por los dientes de perro de noche y no nos caíamos», cuenta.
Hicieron suyos, entonces, los sitios de La Caridad, donde radicó la Comandancia, y Juan Francisco, donde instalaron un hospitalito de campaña, pero que ofrecía servicios a quienes los necesitaban. Muchos participaron, junto a los campesinos y trabajadores agrícolas e industriales, en los diferentes encuentros que fortalecieron el movimiento obrero de la zona, y rompieron todas las cercas y candados que limitaban las propiedades privadas.
El plan resultó efectivo: liberar a los pueblos que cercaban a Yaguajay hasta que, tras 11 días de combate en la actual cabecera municipal, se logró la rendición de su cuartel, con cerca de 300 guardias con fusilería moderna.
«Sin el apoyo del pueblo hubiese sido imposible, y el joven Camilo supo ganarse a todo el mundo. Tanto fue así que un día él estaba discutiendo sobre dos términos y al preguntarle a un niño en qué bando se ponía, este le respondió: “Yo soy tuyo, Camilo”», refiere Miguel Lorente.
«Llegamos a tener informantes del ejército batistiano. Recuerdo que una vez se metieron en La Caridad y cuando se percataron de que ya no había un grupo de escopeteros se fueron y jamás volvieron a entrar al monte cerrado. Incluso tuvimos una planta para mantener comunicación directa con el Che, aunque él nos visitó en más de una ocasión. El diálogo entre los principales jefes fue constante», agrega.
Tanto él como Alvis y Silviades cuentan en nombre de los combatientes del Frente Norte de Las Villas lo acontecido hace 60 años lo que es hoy Yaguajay y sus zonas aledañas, hasta donde llegaron contra todos los pronósticos, pero con la convicción de que era imperioso estar allí para llegar al triunfo.
Alvis Ochoa agradece siempre la atención del pueblo que los recibió en octubre de 1958.
Para Silviades Cabrera el apoyo de los lugareños resultó trascendental para lograr el triunfo definitivo.