El común denominador, entre tanta gente, sigue siendo el temor de que el Ministerio de Transporte detenga, de una vez y por todas, las conversiones de motos Karpaty, Riga y Berjovina, o las nuevas prácticas vengan con prohibiciones extras. Autor: LAZ Publicado: 20/03/2018 | 11:18 am
Ellas, tan escandalosas, tan de «aquí estoy yo», de pronto dejaron de chillar y mucha gente puso el grito en el cielo porque el silencio dio mala espina. Silencio de precaución, de mal presagio… quién sabe.
Muchos no respondieron cuando preguntamos sobre las «karpazuki», de los caminos empedrados de muchas cosas, las que nos dijeron entonces y las que aparecieron después de los miles de trabajos que pasa quien aspira a traer a la modernidad un armatoste soviético de los años 80.
Así, entre suspicacias, publicamos La rueda dentada de las «Karpazuki» (Juventud Rebelde, 24 de enero de 2018), reportaje que pensamos que sería un preámbulo a las nuevas regulaciones que debían emitirse unas horas después —según autoridades de Transporte— sobre las adaptaciones y conversiones de motores, partes y piezas.
Casi dos meses después, parecieran cumplirse algunos de los peores temores: todavía no se emiten, o no se han dado a conocer, nuevas medidas para ordenar el proceso. Y los trámites, por tanto, continúan paralizados.
En la calle, quienes ven frustradas sus aspiraciones, mientras las «karpazuki» se hacen las difíciles, tienen rostro. Se llaman Ramón, un joven cuentapropista que se ha quedado con piezas compradas en espera de poder adquirir una unidad. Se llaman Ernesto, un estudiante de Medicina con similares pretensiones, o su madre, que dejó de satisfacer otras necesidades de la casa porque destinó el dinero ahorrado durante dos años de colaboración en África para facilitarle la transportación desde un punto distante de esta ciudad a otro igualmente lejano donde estudia su muchacho. Y Noel, Yaunier, Osvaldo, Santiago y sus sinsabores.
Nadie, ni siquiera los que comparten las circunstancias de la espera, negaría empero la necesidad del cambio, de un cambio que reduzca trámites y burocratismo con respecto al proceso como lo conocían, y otros más allá, más profundos y esenciales.
Si ya lo habíamos planteado al principio, la publicación de La rueda… terminó de ubicarnos en el tamaño sinsentido que rodea las «karpazuki» y sus parientes gracias a decenas de comentarios en la página web, casi una veintena de correos electrónicos enviados a la dirección de Juventud Rebelde y al correo electrónico de estas reporteras, e incontables encuentros cara a cara con lectores afectados o con opiniones formadas al respecto.
El común denominador, entre tanta gente, sigue siendo el temor de que el Ministerio de Transporte detenga, de una vez y por todas, las conversiones de motos Karpaty, Riga y Berjovina, o las nuevas prácticas vengan con prohibiciones extras.
Otros comentarios cuestionaron el procedimiento en sí calificándolo como «ilegalidades autorizadas», y «babujales llenos de corrupción y burocracia». «Lo correcto —increpan desde Las Tunas— es que a los ciudadanos cubanos se les permita importar motos de gasolina como mismo se autorizan las de batería».
«Y si el problema es que no pueden circular más vehículos que los que ya lo hacen, entonces por qué no se actúa como con los refrigeradores, compras la moto nueva y entregas la chatarra a Materias Primas», proponía un guantanamero.
Algunos tocaban temas más específicos, como la falta de garantía de la Agencia de Servicio Automotriz, Sociedad Anónima (SASA) a quienes compran estas unidades, a precios que rondan los 700 CUC. «Hay a quienes les ha tocado, después de una larga espera en la cola, unas con marca Viper que son de muy mala calidad», refería otro.
Más de uno habló de ajustar los precios al salario real, o crear mecanismos para acceder a créditos que permitan un pago a plazos, y de las ventajas de las motos modernas para el medio ambiente, por ser menos ruidosas y con una combustión más efectiva y, por tanto, menos contaminante, y para la disminución del consumo de combustible.
«Aquí lo que ha faltado es comunicación; mira que hablamos de la necesidad de informar y no aprendemos; recuerden que lo que no se comunica no existe, y pónganse en el lugar de los que no pudieron antes del 19 de enero realizar la conversión, con tanto dinero paralizado», apuntó un afectado.
No tiene nada que ver tanta irregularidad con lo que se plantea específicamente en el Lineamiento 215, sobre la necesidad de continuar avanzando en la recuperación, modernización, reposición y reordenamiento del transporte automotor, tanto estatal como no estatal. No tiene nada que ver porque ese proceso exigió el orden, la eficacia y la efectividad que faltaron.
Y algo que compartimos y que, de hecho, es una de las líneas de este comentario: cuando nos referimos a este silencio, pensamos lógicamente en cuánta falta hace que la gente sepa ya qué va a pasar finalmente con las «karpazuki» y familia.
Aunque también nos ronda la idea de cuánto bien haría explicar con toda transparencia qué motivó la llevada y traída paralización que, sin dudas, entorpece y retarda un propósito mejorador, de desarrollo.