Es necesario lograr la aplicación de todos los resultados de la ciencia, la tecnología y la innovación en el sector productivo y social. Autor: Roberto Ruiz Espinosa Publicado: 21/09/2017 | 07:01 pm
En el escenario de transformaciones que vive Cuba como parte de la actualización de su modelo económico, el sistema de la Educación Superior resulta pieza clave y protagónica en la formación y superación del capital humano que se requiere para seguir apostando por una mayor gestión de la innovación y el conocimiento, atendiendo las nuevas condiciones del país.
¿Qué resultados avalan la tradición formativa de nuestras casas de altos estudios? ¿Cuáles desafíos tiene hoy la universidad cubana para cumplir su encargo social y económico? ¿Hay instituciones del Ministerio de Educación Superior (MES) que pudieran llegar a autofinanciarse? ¿Cuánto representa para el país el intercambio académico con universidades de otras partes del mundo?
Buscando respuestas a estas interrogantes, Juventud Rebelde conversó con la Doctora Miriam Alpízar Santana, viceministra del MES, quien destacó el potencial profesional que ha logrado formar la Revolución, gracias a una voluntad política sostenida.
El pensamiento de nuestro líder histórico, el Comandante en Jefe Fidel Castro, quien defendió que Cuba tiene que ser un país de hombres de ciencia y pensamiento, ha sido fundamental para el desarrollo de la universidad cubana. Ha sido una inspiración permanente, una brújula.
«La Universidad cubana ha logrado graduar hasta la fecha a más de un millón y medio de profesionales, una cifra que equivale a cerca del 11 por ciento de la población actual del país. Se han formado también más de 14 000 doctores en Ciencias y 80 000 másteres.
«Con esa fuerza, un claustro universitario formado por más de 50 000 profesores —de ellos un 20 por ciento son doctores y más del 40 por ciento tienen títulos de máster—, y una plataforma de trabajo que recoge la nueva conceptualización del modelo económico y social cubano y los Lineamientos y los Ejes de desarrollo hasta 2030, existen condiciones para que la universidad avance y participe aún más en el proceso de desarrollo y transformación de nuestra sociedad».
La Viceministra subrayó que «si se compara con otros países de la región, Cuba sobresale por el porciento de gastos públicos respecto al Producto Interno Bruto (PIB) que le destina a la educación general: por encima de un 11 por ciento; mientras que a la Educación Superior le dedica casi un tres por ciento. Todo eso habla de adecuadas políticas de gobierno.
—Sin embargo, más allá de esa voluntad seguramente existen complejidades en términos económicos que hay que atender...
—Sí, entre los grandes desafíos que se tienen por delante hoy está el tema de la financiación necesaria para respaldar el acelerado y necesario desarrollo tecnológico, el perfeccionamiento de la infraestructura y la continuidad en la calificación de los profesores, para de ese modo avanzar en la producción, difusión y aplicación del conocimiento en la economía y la sociedad.
«En estos momentos se encuentra en implementación la política para asegurar los recursos humanos y la infraestructura requerida para el incremento de la calidad de la Educación Superior.
«Y sigue siendo un reto importantísimo poder lograr la aplicación de todos los resultados de la ciencia, la tecnología y la innovación en el sector productivo y social. En este sentido, la universidad no ha podido revertir todo lo que el país ha puesto en sus manos, contando con ella para aportar en ramas como la energía renovable, la biotecnología y la informática, entre otras esferas».
—He escuchado a algunos investigadores sentirse mal porque sus trabajos no son aplicados...
—Solo una parte de los resultados científicos logran concretarse en la práctica. Hoy hay algunas experiencias en el desarrollo local con integración de conocimiento, ciencia, tecnología e innovación en las prácticas empresariales y sociales que muestran ya resultados, y que impactan en la vida de la localidad. Pero muchas otras esperan el momento.
«Realmente hay que solucionar muchas barreras en este ámbito, y una de ellas, en la que se está trabajando, es la actualización del marco regulatorio, que requiere tener en cuenta la comercialización de los resultados de la ciencia, tecnología e innovación; las consultorías, los servicios de asesoría, la actualización e inscripción de patentes y la protección del conocimiento, pues este en el mundo tiene mucho valor, se paga por él, y todo eso hay que atemperarlo a las nuevas condiciones de nuestro país.
«La universidad necesita trabajar mucho más de conjunto con el sector productivo para que también este sea más innovador, y las instituciones de Educación Superior, por su parte, resulten más pertinentes con sus resultados».
—¿El MES tiene centros que, a partir de los ingresos que generan, pueden cubrir parte de sus gastos?
—Hay entidades de ciencia, tecnología e innovación que se acogen hoy a una nueva ley que les permite autofinanciarse. El MES tiene nueve centros que son de tratamiento especial, generan ingresos y cubren parte de sus gastos.
«La intención es que esos ingresos se vayan incrementando en la medida en que sus recursos sean de mayor valor, razón por la cual las empresas pagarán más. Entonces estos centros se liberarán más del presupuesto y pudieran llegar a convertirse incluso en empresas, para así aportar a su desarrollo y al beneficio de sus trabajadores.
«Este es un tema polémico. Varias universidades ya cuentan con centros de este tipo, como la de Las Villas, la de Matanzas, la de Oriente y la de Ciego de Ávila. Otras pudieran crearlos, como la de La Habana, la de la Cujae y la de Holguín. Se trata de centros de generación de nuevos conocimientos e innovación, un poco separados del entramado económico de la universidad, que es presupuestada y tiene determinadas regulaciones, como ocurre en el mundo entero para el sector público».
—Cuba mantiene relaciones con muchas universidades del mundo. ¿Qué reporta eso a nuestro sistema de Educación Superior?
—El desarrollo y evolución de la Educación Superior cubana ha estado indisolublemente ligado a la cooperación internacional. El intercambio o movilidad académica —que es el término que se utiliza— es una práctica internacional. Hay organizaciones que financian estas relaciones, son más de 70, aunque también hay centros que destinan una parte de su presupuesto para estos fines.
«Desde el triunfo de la Revolución, Cuba se vio en la necesidad de enviar decenas de jóvenes a estudiar a universidades foráneas y también a programas de doctorados y maestrías. Se ha mantenido, aunque en menor medida, porque ya somos capaces de formarlos aquí, pero el intercambio de profesores es constante.
«Hoy hay más de 200 convenios con más de 300 universidades con impacto en la formación de Doctores en Ciencias, en el desarrollo de investigaciones científicas, en la capacitación del claustro y en el incremento de la calidad de los procesos universitarios a través de una sostenida movilidad académica cada año.
«Realizamos encuentros de rectores cubanos con los de España, China, Rusia y México, entre otros países, que aportan mucho para el intercambio de conocimientos, pero además se logran proyectos con financiamiento en efectivo y material. Casi todas nuestras universidades tienen firmados convenios y muchas participan en proyectos internacionales, lo cual permite intercambios académicos muy provechosos y mejora de infraestructura.
«Todas las proyecciones principales que están trazadas en la actualidad buscan lograr mayor impacto de la universidad en el crecimiento y desarrollo del país», concluyó.
Doctora Miriam Alpízar Santana. Foto: Roberto Garaicoa