José Antonio Echeverría, Fidel Castro y René Anillo en México. Autor: Archivo de JR Publicado: 21/09/2017 | 06:37 pm
Noche del 28 de agosto de 1956. Un avión procedente de Costa Rica aterriza en la capital mexicana y al abrirse la escalerilla desciende un joven de 24 años. La visita es breve; las autoridades costarricenses le habían otorgado visa de tránsito a México solo por dos días. Acompañado por escaso equipaje y los recuerdos de su reciente estancia en Chile, durante un congreso de estudiantes latinoamericanos, el viajero va al encuentro con un abogado de 30 años que lo espera.
Se admiran y respetan desde los primeros momentos de la lucha universitaria, pero no conversaban desde hacía más de un año, cuando se despidieron en el aeropuerto de La Habana, el día en que el exilio político separó de Cuba al mayor de los dos.
Al recién llegado lo conocen por José Antonio Echeverría; quien espera en México es el doctor Fidel Castro. Uno, presidente de la Federación Estudiantil Universitaria de la Universidad de La Habana. El otro, el líder del Movimiento 26 de Julio, quien en 1953 dirigió el grupo de 151 jóvenes que asaltaron el Cuartel Moncada.
Ambos son reconocidos en Cuba y conciertan la cita en el Distrito Federal. Pretenden unir esfuerzos para las conspiraciones políticas y militares contra la dictadura de Fulgencio Batista.
Y con ese fin, a solicitud de Fidel, viaja a México el líder universitario. Así me lo contó, años antes de morir, Juan Nuiry Sánchez, entonces secretario general de la FEU y amigo de José Antonio:
«Recuerdo que estando ingresado bajo custodia en el Hospital de Emergencia de La Habana, por la paliza que nos dieron en el Estadio del Cerro el 4 de diciembre de 1955, fue a verme María Laborde. Ella era representante del Frente Cívico de Mujeres Martianas, una compañera muy vinculada a Fidel. Llegaba de México con un mensaje: “Pregunta Fidel que si ustedes van a tumbar a Batista antes de que él regrese a Cuba”. Me explica que él necesitaba una entrevista con José Antonio, a quien le hago llegar la noticia y me dice que también pensaba ir a verlo, pues estaba invitado a varios congresos estudiantiles y a su regreso pasaría por la capital mexicana».
Así va José Antonio a finales del verano de 1956 a la reunión con Fidel. De aquellas horas, el dirigente estudiantil René Anillo, quien acompañó al Presidente de la FEU, escribió detalles:
«Fidel y José Antonio se encuentran a las 9 de la noche del 28 —agosto de 1956—, en la calle Pachuca, esquina A Márquez. Trabajan toda la noche. A las 10 de la mañana del día 29 nos trasladamos a la casa situada en Sierra Nevada, donde luego de una lectura del documento se requirió de añadidos y de una última versión. Luego de mecanografiada y firmada nos fuimos a almorzar. Conseguí, no sin esfuerzos, pasaje para un vuelo ese mismo día 29 de agosto, llegando a La Habana el día 30 en la madrugada. Traslado inmediatamente la Declaración, que fue ampliamente discutida en el seno de la FEU».
¿Cómo llega la carta a cuba?
Muy pocos conocen que las manos de una mujer mecanografiaron la Carta de México: Teresa Casuso Morín, conocida como «Teté» Casuso, intelectual cubana, quien en la década del 30 fue esposa de Pablo de la Torriente Brau y mucho ayudó a Fidel y los futuros expedicionarios en el exilio.
Guardado en los zapatos de Anillo viajó hasta Cuba el documento y vio la luz en la prensa nacional el 2 de septiembre de ese año.
Pero al decir del profesor Juan Nuiry, la Carta nació con un pecado original. Al redactarla nunca le escribieron la fecha. Por ello en muchas publicaciones se lee 30 de agosto y en otras 29, omisión que ha generado polémica. No obstante, las anotaciones de René Anillo precisan, sin lugar a duda, que el documento fue mecanografiado y firmado en Sierra Nevada No. 714, en las Lomas Chapultepec, el miércoles 29 de agosto de 1956.
El encuentro de México tampoco escapa al debate historiográfico. Se ha testimoniado, incluso en libros, que Echeverría firmó el documento en nombre del Directorio Revolucionario, del cual era su Secretario General. Para hacer justicia y honor a la verdad, basta con ir al original o las copias reproducidas y leer el pie de firma: por la Federación Estudiantil Universitaria, José Antonio Echeverría y por la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio, Dr. Fidel Castro Ruz.
Más de una vez Nuiry narró una conversación que sostuvo con José Antonio, en la que el Presidente de la FEU le contó sobre el momento de la firma. Fidel preguntó por cuál de las dos organizaciones lo haría, y sin pensarlo, dijo: «Por la FEU». Entre otras razones, debido a su prestigio y tradición desde 1922 y porque la Federación era reconocida legalmente en Cuba y el mundo; no así el Directorio, el cual, aún siendo su brazo armado, no tenía entonces la misma relevancia en el país.
Asistidos por la historia
La Carta de México, en esencia, manifiesta que la Federación Estudiantil Universitaria y el Movimiento 26 de Julio «han decidido unir sólidamente su esfuerzo en el propósito de derrocar a la tiranía y llevar a cabo la Revolución Cubana».
convoca «a todas las fuerzas revolucionarias del país, a los estudiantes, obreros, organizaciones juveniles y a todos los hijos dignos de Cuba para que secunden esta lucha, que está firmada por la decisión de morir o triunfar».
Y en uno de sus párrafos más promisorios señala: «Enfrentada ya la Revolución en una lucha a muerte contra la tiranía, la victoria será de los que luchan asistidos por la historia».
Cuando Fidel y José Antonio se despiden el 29 de agosto de 1956 acuerdan volver a encontrarse cuanto antes para precisar acciones militares que harían realidad la letra y el espíritu de la Carta. Por eso, dos meses después, a mediados de octubre, vuelve el joven estudiante de Arquitectura a México, esta vez junto a otros dirigentes de la FEU y el Directorio Revolucionario.
Entre ellos también estaba el entonces estudiante de Ciencias Sociales y Derecho Público Juan Nuiry Sánchez, quien, según los relatos de su viaje, salió de Cuba junto a Fructuoso Rodríguez el 5 de octubre rumbo a Miami, para encontrarse con José Antonio. Echeverría estaba allí después de haber asistido a un congreso de estudiantes en Ceilán (actual Sri Lanka) entre el 11 y el 21 de septiembre.
Días después, los tres dirigentes estudiantiles parten hacia México para sostener la segunda reunión con Fidel, mientras Faure Chomón, Joe Westbrook, Juan Pedro Carbó Serviá y José Machado salieron con ese mismo fin desde Cuba.
Nuiry recordaba su llegada junto a José Antonio y Fructuoso a México: «Al arribar al aeropuerto el 10 de octubre nos esperaba el revolucionario y futuro expedicionario del Granma Jesús «Chuchú» Reyes, para conducirnos directamente hasta Fidel en la casa de la calle Fuego No. 791, en el Pedregal de San Ángel. Allí se reunirían con Raúl Castro, Juan Manuel Márquez, Antonio Ñico López, Pedro Miret, Cándido González, Faustino Pérez y Jesús Montané Oropesa.
«Al término de este segundo encuentro, José Antonio, Fructuoso y yo salimos de nuevo hacia Miami, luego de despedirnos de Fidel en el aeropuerto de México el 16 de octubre de 1956. Esa fue la última vez que Fidel vería con vida a José Antonio y Fructuoso. Yo me reencontraría con él en la Sierra Maestra exactamente dos años después, para ratificar la Carta de México en el escenario de la guerra».
Después de ese segundo encuentro, los jóvenes regresan a Cuba. Dos meses más tarde llegan los 82 expedicionarios en el yate Granma para iniciar la lucha en las montañas orientales. Según lo acordado, la FEU respaldaría la llegada de Fidel con importantes acciones en La Habana. Sin embargo, el apoyo de los estudiantes en la capital nunca ocurrió, a causa de la brutal represión de la dictadura.
Desde finales de octubre se desencadenó una ola violenta contra los dirigentes universitarios tras el ajusticiamiento del coronel Antonio Blanco Rico, jefe del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), en el cabaret Montmartre, el 28 de octubre, por miembros del Directorio.
A esto sucedió la masacre de revolucionarios asilados en la embajada de Haití por integrantes de la Policía Nacional, donde fue herido de muerte el esbirro Rafael Salas Cañizares. También la represión a la tradicional manifestación del 27 de noviembre y el cierre de la Universidad de La Habana previo al desembarco del Granma por el sur de Oriente, figuran como hechos que imposibilitaron el desarrollo de una acción militar en La Habana para apoyar la llegada del Granma. Estos sucesos, al decir de Nuiry, entristecieron a José Antonio, por no poder cumplir lo acordado con Fidel en la histórica Carta.
Tal vez por eso fue que tres meses después, el joven de 24 años, junto a quienes lo acompañaron al segundo encuentro en México, decidió tomar por asalto la emisora Radio Reloj y el Palacio Presidencial. Horas antes escribía: «Esta acción envuelve grandes riesgos para todos nosotros y lo sabemos. No desconozco el peligro. No lo busco. Pero tampoco lo rehúyo. Trato sencillamente de cumplir con mi deber.
«Nuestro compromiso con el pueblo de Cuba quedó fijado en la Carta de México, que unió a la juventud en una conducta y una acción […] Creemos que ha llegado el momento de cumplirlo».
Más allá de que no existieron conversaciones en Cuba como las de México para concretar acciones, lo cierto es que desde sus primeros vínculos políticos a inicios de los 50, cuando algunos estudiantes no creían en el joven de Birán, Echeverría sí. Por eso, dijo el Comandante en Jefe hace seis años en Artemisa que en medio de la arrogancia y soberbia que se notaba en la Universidad en 1952, había una extraordinaria excepción: José Antonio.
Y no existen dudas de que desde aquella noche del 28 de agosto de 1956, cuando el viajero que llega de Costa Rica abraza al abogado de 30 años, se unen para siempre —a pesar de la muerte de Echeverría siete meses después— lo más digno del estudiantado cubano y lo más avanzado del movimiento revolucionario.
* Periodista del Sistema Informativo de la Televisión Cubana