La elevación de las temperaturas, la disminución de las lluvias con sequías que se reiteran con mayor frecuencia y duran más en el tiempo, y la intrusión salina en los acuíferos costeros, constituyen no solo las principales amenazas para la agricultura cubana hacia el futuro, son ya hechos.
Del calor y las sequías, todos podemos dar testimonio. De la salinidad, sirva de ejemplo que en los últimos 50 años el nivel del mar en el archipiélago se ha elevado más de seis centímetros, según se informó en uno de los varios congresos que sesionan desde el pasado lunes y hasta hoy bajo el paraguas de la Convención internacional Trópico 2016.
Para el doctor Nelson Campanioni, secretario ejecutivo del Programa de la Agricultura Urbana, Suburbana y Familiar, el agro cubano, ante los desafíos del cambio climático, tiene como áreas estratégicas el empleo de semillas más resistentes, los abonos orgánicos, y la conservación de la biodiversidad.
«Son estos, factores decisivos para que la agricultura se adapte a los efectos nocivos del cambio climático», sentenció el experto en el panel Sistemas productivos resilientes, organizado por el proyecto Proagru, dirigido al fortalecimiento del Programa integral de la agricultura urbana y suburbana en sus componentes prioritarios —semillas y abonos orgánicos— para contribuir a la soberanía alimentaria del país.
Proagru, que ya lleva varios años en funcionamiento, está a cargo del Instituto de Investigaciones Fundamentales en Agricultura Tropical Alejandro de Humboldt (Inifat), la organización no gubernamental europea Comité Internacional para el Desarrollo de los Pueblos (CISP) y la Agencia Italiana para la Cooperación al Desarrollo, adscripta al Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación Internacional de ese país.
En su presentación sobre la incidencia del cambio climático, el doctor Alfredo Socorro, del Inifat, señaló que la elevación de las temperaturas, el incremento y prolongación de las sequías, y la intrusión salina están generando un ambiente de estrés para casi todos los cultivos manejados en el país.
Ante el efecto combinado del estrés térmico e hídrico, es necesario —dijo— un proceso de adaptación que tome en cuenta varios aspectos, como el uso de variedades más tolerantes, semillas más resistentes y la identificación de las vulnerabilidades en las áreas de producción.
En el panel también intervinieron los italianos Giorgio Tumino y Ettore Casadel, que presentaron resultados de dos estudios en regiones del norte de ese país, como muestra de que el impacto del cambio climático es global y a todos afecta. También mostraron ejemplos de buenas prácticas que se están implementando allí para adaptarse al fenómeno.
La máster en ciencias Rosalía González, del Inifat, presentó a su vez una ponencia sobre la contribución de la Agricultura Urbana, Suburbana y Familiar a la resiliencia (capacidad de adaptación) al cambio climático, como ejemplo de lo que se hace para mitigar los efectos del fenómeno, al ser un programa que se desarrolla en el ámbito urbano y suburbano sobre bases de manejo agroecológico y sustentabilidad territorial.