Dos cakes y niños de todas las edades subieron en La Habana la Loma de la Cruz. Autor: Marlisse Merlo Ruiz Publicado: 21/09/2017 | 05:51 pm
Amed es un muchacho medio intranquilo de nueve años que este fin de semana puso a prueba su capacidad de resistencia y su espíritu aventurero. También se encargó (sin proponérselo) de resumir la iniciativa de miles de jóvenes de toda Cuba que escalaron las alturas de sus provincias para celebrar el cumpleaños de dos paradigmas de la historia de este pueblo: Antonio Maceo y Ernesto Guevara.
Junto a su hermano «Tato» de tres años (quien nos regaló con inocente arte sus «increíbles» trucos de magia en el momento cultural), Amed condensó en sus palabras las sensaciones que todos teníamos dentro. Luego de haber descendido la Loma de la Cruz en el capitalino municipio del Cotorro, de caminar los más de tres kilómetros que nos separaban de la carretera y por fin llegar al P-2, miró de modo suplicante a quien lo había enrolado en semejante travesía y le espetó con indisimulada insolencia:« ¡Tío, ya estoy de vacaciones!». Y todos tuvimos que echarnos a reír ante la insinuación del tiempo disponible para más travesías.
Bendita locura
No fue solo la conquista de las cimas que cada naturaleza provinciana prometió (unas verdaderamente desafiantes y las otras no tanto). Hubo algo más allá de los cakes que desafiaron la gravedad que atraía a los escaladores, más allá de la atracción que envuelve a toda actividad fuera de la rutina, más allá de tostarse por el sol, de compartir las anécdotas que enriquecen el sentir de cada martiana y martiano, más allá de reaprender la máxima apostólica de que subir lomas hermana hombres: la escalada a las cimas dotó de sentido muchas verdades para los nuevos.
Porque la historia es apasionante por sí misma. Y desde los libros y las buenas clases dan ganas de aprenderla. Pero llegar a ella, caminar entre los espíritus gloriosos y apropiarse de otro fragmento de verdad, otorga un nuevo significado a cada pasaje y propicia un sentimiento cómplice de rebeldía ante la banalidad que intenta caer sobre todo lo que viene con lo moderno.
Siempre es más atractivo ser llamado loco que cuerdo si de amor se trata. Las muchachas y muchachos del Consejo de Jóvenes Plaza Martiana, el Movimiento Juvenil Martiano, la Brigada de Instructores de Arte José Martí, la FEEM, la FEU y hasta los más pequeños que fueron conquistados para la ocasión, andan hoy con los colores de la piel un poco subidos de tono. Pero el sano orgullo de rendir honores por todo lo alto a esos dos grandes guerrilleros acerca más a quienes construyen el hoy a la inevitable realidad de un mañana con Cuba, por Cuba y para Cuba.
Si quedara alguna duda, basta con la historia de Ramón González Martínez, presidente del Consejo de Jóvenes Plaza Martiana en Mayarí (Holguín), quien (sabrá el destino por qué desavenencias) ascendió su Loma Rebelde sin más compañía que su cake. Ante las preguntas de los incrédulos sobre ese cumpleaños solitario y campestre, no reparó en decir: «No voy a estar solo. Maceo y Che me esperan en la cima». Y nadie se atrevió a dudarlo.