El sabio Fernando Ortiz es llamado el tercer descrubridor de Cuba. Autor: Archivo de JR Publicado: 21/09/2017 | 05:47 pm
El 10 de abril de 1969 fallecía en La Habana, a la edad de 88 años, nuestro más relevante etnólogo y antropólogo, don Fernando Ortiz, a quien ese otro gran intelectual que fue Juan Marinello calificara como el tercer descubridor de Cuba.
Hace justamente hoy 45 años, la nación perdía «de veras» a quien se empeñó en definirla a través de su idiosincrasia, su gente y su esencia. Mas el término «de veras» no ha sido destacado en vano, pues en abril de 1937, el supuesto fallecimiento del notable estudioso cubano, debido a un equívoco, conmovió a los criminalistas del mundo.
«Jamás pensé incluir en esta revista de revistas la noticia de mi propia muerte». Con estas palabras —tituladas ¿Ha muerto Fernando Ortiz?— abría nuestro sabio el décimo número de Ultra, mensuario bajo su dirección que en 96 páginas de lectura recogía extractos, informaciones y juicios sobre la cultura contemporánea de aquella época.
Con una sentida carta de condolencia, el eminente criminalista italiano Dr. Giulio A. Belloni había remitido a la redacción de esta publicación cubana un ejemplar de la revista Criminalia, en cuyo número se daba cuenta de la desaparición física de don Fernando.
Criminalia, que a juicio del propio Ortiz era «uno de los órganos más conspicuos de la ciencia criminológica contemporánea», lamentaba con una singular esquela fúnebre la pérdida del intelectual cubano:
«El celebrado autor del Proyecto Cubano del 26, el mayor criminalista de las Antillas, ya no existe. Con sumo dolor se ha sabido, por quien lo estimaba, que Fernando Ortiz ha desaparecido del mundo de los vivos. Precisamente en la hora en que habría sido más beneficiosa su presencia para la causa en la cual tanto él se había señalado… ¡A su memoria va el conmovido saludo de los colegas italianos!».
La confusión que originó la falsa mala nueva había sido provocada por una nota que el joven criminalista Dr. Gerardo Daniel le enviara a su amigo y colega Dr. Belloni, en la cual le informaba que Ortiz, «el criminalista, non é piú», en alusión a la decisión del sabio cubano de no continuar acompañándolos en sus estudios penales.
Al parecer, un equívoco con la frase «non é piú», que en italiano significa «no está más» o «ya no está», fue el punto de partida de la infausta noticia.
Tras compartir con los lectores de Ultra el suelto luctuoso en idioma italiano, y reproducirlo seguidamente traducido al español, Don Fernando dedicó, aderezadas con un fino humor, unas líneas de gratitud al noble gesto del equipo de investigadores.
«En mi propio nombre y condición de muerto, aunque meramente supuesto, agradezco mucho a Criminalia y al insigne profesor Belloni sus frases conmovidas y generosas…».
Y agregaba Don Fernando que «…mi gratitud y leal compañerismo me obligarían a hacer quedar bien a los informadores de los bondadosos criminalistas italianos, desapareciendo yo de este mundo de los vivos, si no fuera porque me lo impiden de modo inexorable ciertos deberes primordiales y algunos goces indelegables, al menos por un tiempo cuya duración aún no puedo prever y que por mi parte (no se tome ello a descortesía) no pienso urgir y sí esperar sin impaciencias ni temores».
Pero la historia de este curioso incidente no terminaría con estas palabras de agradecimiento, sino que una inesperada ironía del destino agregaría todavía más incredulidad al suceso, y obligaría a Fernando Ortiz a consignar, como apéndice del texto por su supuesto fallecimiento, una lúgubre noticia.
En medio de las pruebas de prensa del «presente número de Ultra, somos informados de que el día 15 de marzo, en una habitación del hotel Astor, en esta capital, apareció muerto por suicidio el Dr. Gerardo Daniel», justo quien indirectamente había provocado la alarma por el falso deceso del polígrafo cubano.
El Dr. Daniel —añade Ortiz— era un «joven y sapientísimo jurista, que a su profunda preparación científica y a su clarísima y penetrante inteligencia unía un entusiasmo brioso y nobilísimo por la criminología», cuyos estudios publicados daban prueba de «su alto valor y de lo deplorable que es su inesperada pérdida para Cuba, para nuestra América y para la ciencia universal».
«Hondamente emocionados consignamos nuestra condolencia especialmente para los criminalistas alemanes e italianos que contaban al Dr. Daniel entre ellos», apuntaba el director de Ultra.
«Así es la vida, pletórica de patéticos contrastes», sentenciaba Don Fernando en el último texto de una revista que había comenzado precisamente con la falsa noticia de su muerte.
Y aunque 32 años después de este paradójico suceso, su fallecimiento sí fue irremediablemente cierto, su partida «del mundo de los vivos» no ha sido tal, pues a quien dota a la humanidad del valioso patrimonio del conocimiento le está reservado el privilegio de seguir viviendo.