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El Moncada de los jóvenes (+Fotos)

La gesta que hoy cumple su aniversario 60 no podría contarse sin una mirada joven. La mayoría de los asaltantes tenía entre 17 y 30 años. Las nuevas generaciones la revive desde las páginas de un libro, anécdotas, visitas a los museos, testimonios de protagonistas e, incluso, como se la imaginan

Autores:

Lisván Lescaille Durand
Eduardo Pinto Sánchez

SANTIAGO DE CUBA.— El relato de aquel suceso traspasa los libros e inunda el imaginario. Asoma como fragmentos cinematográficos para darnos una dimensión de unos hechos que, mientras los auscultamos, se nos revelan más actuales.

El asalto al Cuartel Moncada no podría contarse jamás sin una mirada joven. La mayoría de los asaltantes tenía entre 17 y 30 años. De ellos resaltan el valor y la determinación con que asumieron la arriesgada misión, incluso desconociendo su contenido.

Utopías y sueños como los de aquellos irreverentes nos asaltan a diario en las calles de Santiago de Cuba —y de todo el país—, en el vigor que despierta en los más nuevos el cumpleaños 60 de la gesta; acá la efemérides parece más cercana y la gente joven la vive y cuenta desde las páginas de un libro, las anécdotas, las visitas a los museos, los testimonios de protagonistas, e incluso, como se la imaginan.

Una historia de película

Fidel los preparó militar e ideológicamente para «asaltar la segunda fortaleza en importancia del país, que disponía de un inmenso potencial armamentístico, elevado número de soldados. Sería un hecho inédito en Cuba», afirma Alexander Hernández Hernández, un santiaguero de 33 años que ha bebido ríos de esta historia.

Aquel entramado de silencios, preparativos y confabulaciones de unos veinteañeros que no se conformaban con el orden de cosas en la Cuba de entonces, atrapa la atención de Disney Montoya, quien asegura que le hubiera gustado conocer a Abel Santamaría, aquel valeroso villaclareño del central Constancia y a sus amigos, a quienes Fidel cambió el pensamiento.

«En Cien horas con Fidel, el líder de la Revolución cuenta que no le costó trabajo encontrar corazones y oídos atentos a su prédica revolucionaria, que vino a darle forma definitiva a la incipiente educación política y la conciencia de clase de esos jóvenes, que en la mayoría de los casos todavía creían en algunas de las fórmulas del capitalismo para solucionar los problemas del país».

Disney Montoya, presidente del Movimiento Juvenil Martiano en la Ciudad Heroína, comenta que «ellos no se quedaron inmóviles ante el golpe de Estado de 1952; tal vez quien mira los hechos desde hoy no se imagina que unos muchachos tan jóvenes hayan tenido tal capacidad de organización y de valentía. Es una lección sobre el poder de las ideas y el amor a la Patria.

«El tirano Batista, en su ceguera de poder y falta de previsión, no fue capaz de vislumbrar el profundo fundamento moral que las ideas de José Martí despertaron en los jóvenes cubanos durante la Marcha de las Antorchas del 28 de enero de 1953, hecho que dignificó la celebración del Centenario del Apóstol», asegura.

Alexander Hernández, investigador del Centro de Estudio y Documentación Frank País, explica que la hora de la acción no era la de aprender; era necesario haber aprendido antes; en esas horas difíciles y de dilema ya solo se podía hablar de disposición. Esa máxima fue certidumbre en el líder Fidel Castro, cuando los convocó al adiestramiento en La Habana. «Si se hubiera contado con un mayor número de armas hubieran sido más los asaltantes».

«Imagino a aquellos jóvenes con inquietudes, interrogantes —precisa Disney Montoya—, pero con el deseo de hacer lo que se les dijera para cambiar las cosas. Una muestra de ello es que muchos utilizaron sus propios recursos para la causa y pasaron vicisitudes para llegar hasta acá».

«Aquella aventura tenía todos los ingredientes de una película de héroes y heroínas, de los que trabajan en las sombras poniendo en riesgo su vida. Como Ernesto Tizol, quien abandonó su negocio en Miami para hacerse pasar por un criador de pollos allá por la carretera de Siboney, o Haydée, quien se hizo pasar por esposa de su propio hermano, o los que camuflaron armas en cajas de huevos o de comida para animales», nos dice Disney Montoya, a quien le gusta hablar sobre estos temas con sus alumnos de la Facultad No. 2 de la Universidad de Ciencias Médicas.

Alexander Hernández añade que «todo se hizo con mucha discreción: llegaron hasta acá en autos, tren y ómnibus. Casi nadie conocía los detalles de la acción, ni el mismo Raúl, que cualquiera hubiera asumido que sabría algo más por ser el hermano del Jefe del Movimiento. Solo cuando el tren rebasó los límites de Holguín, algunos se enteraron de que venían a la tierra indómita».

Para la instructora de arte Rocío Nápoles, esa noche en la Granjita Siboney, antes del asalto, fue convulsa. «Muchos no sabían casi ningún detalle de cómo serían las cosas. He visitado en varias ocasiones la Granjita y me complace escuchar las historias de Melba y Haydée, las únicas dos mujeres entre aquellos hombres enardecidos, y las imagino arreglando colchones, planchando uniformes, repartiendo alimentos y seguramente también dando aliento y arengando a esos jóvenes que estaban dispuestos a dar su vida por una causa justa.

«Estoy segura de que las jóvenes de hoy hubieran asumido su misma actitud, aunque en nuestro caso debemos igualmente hacerlo, pero por la defensa de los logros de la Revolución, que son los logros del pueblo».

Disney Montoya también piensa en ese día: «Veo a Fidel sin dormir, ultimando detalles. Sin embargo, lo imagino lleno de modestia en aquella escena cuando Abel le reclama por mandarlo con las mujeres y el médico a pelear en el hospital Saturnino Lora, y él le dice que tiene que cumplir su orden, y compara aquel arrebato con la inmolación de Martí en Dos Ríos y llama a Abel el alma de aquel Movimiento y el sustituto de él en caso de ofrendar su vida en aquella mañana gloriosa».

Yordanis Molina, presidente de la FEEM en Santiago de Cuba, siente orgullo de que Fidel y Abel pensaran en Santiago y en Bayamo para dar aquel nuevo grito de libertad, motivados por las páginas más gloriosas de nuestra historia independentista, que se escribieron en esta tierra oriental.

«Perviven en nuestra mente aquel grupo de jóvenes con fervorosas ideas, ansiosos por cambiar las cosas, ardientes en sus planteamientos y motivaciones, con el germen de la revolución corriendo por sus venas, especialmente motivados por hacer triunfar la condición humana lacerada por esa tiranía y hacer conciencia sobre la necesidad de cambiar esa realidad.

«Cada vez que escucho los poemas Era la mañana de la Santa Ana, del Indio Naborí; o Ya estamos en combate, de Raúl Gómez García, el poeta de la Generación del Centenario, me traslado a esa madrugada de gente enajenada en su resaca de los carnavales y esos jóvenes con los uniformes de la tiranía, algunos perdidos en esta ciudad laberíntica... Es posible que los santiagueros confundieran los tiros de las armas con fuegos artificiales y desconocieran la magnitud de aquella página gloriosa».

Para Alexander Hernández «cuando los tres grupos de asaltantes partieron en auto desde la Granjita Siboney con Fidel al frente del primero, Abel liderando a otros valientes y un tercer equipo bajo el mando de Léster Rodríguez, ellos lo hacían con convicción de lucha.

En su opinión, «a pesar del fracaso del asalto, se evidenció el valor de todos los que cumplieron su palabra con Fidel y Abel, cuando dieron el paso al frente antes de salir de la Granjita Siboney. Es digno recordar la actitud de Raúl, quien asumió un protagonismo inesperado en los hechos del Moncada y sobre todo luego de ser capturado en San Luis, cuando sin conocer la situación de Fidel asumió toda la responsabilidad como jefe de la acción ante las interrogantes de los batistianos, poniendo su vida en peligro en todo momento. O las palabras de Abel Santamaría a su hermana Haydée de que el hombre que tiene que vivir es Fidel Castro, haciendo énfasis en el liderazgo del Comandante en Jefe.

«El asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes demostró que la juventud es protagonista de su tiempo, y en el caso de Fidel y sus compañeros su profundo sentido de la identidad nacional, su fidelidad a las ideas martianas y a la historia de luchas del pueblo cubano.

«El tesón de Maceo, Gómez y las huestes mambisas del siglo XIX había calado en el espíritu de estos jóvenes, que se lanzaron a la acción para demostrarle al pueblo cubano cuál era la única vía para alcanzar el cambio: la lucha armada y no el camino electoral, que no acabaría con la farsa orquestada por Batista y su camarilla».

Mi Moncada

Lisandra Banis, estudiante de Medicina, se siente «santiaguerísima» cada vez que le recuerdan las historias que marcan su ciudad. Ella, como muchos futuros galenos, integra las filas del movimiento de vanguardia Mario Muñoz Monroy, el médico del Moncada.

«Esta es nuestra forma de honrar a los caídos y los sobrevivientes de aquella gesta, y sobre todo al doctor Mario Muñoz, quien ofrendó su vida el mismo día en que cumplía 41 años, no sin antes permanecer firme mientras duró el combate, atendiendo a los heridos con la ayuda de Melba y Haydée. Siempre, cuentan, estuvo recorriendo las salas del Hospital Civil Saturnino Lora y pendiente al desarrollo de las acciones.

«Como ayer fueron los pasillos del antiguo Hospital Civil el escenario de combate de Mario Muñoz, hoy son las aulas y las comunidades nuestros lugares de lucha, donde la prestación de servicios médicos cada vez con mayor profesionalidad sean nuestro aporte a la historia que se escribe cada día en Cuba».

Esencias comunes mueven a Disney Montoya: «Somos nosotros los que estamos dentro del Moncada, convertido en Ciudad Escolar. Lo que fueran espacios de tortura, hoy son para el saber; nada que ver con la opresión y las injusticias; eso se transformó por su antítesis: igualdad, patriotismo y valores que se están formando. A nosotros, los herederos morales de la Generación del Centenario, nunca nos debe abandonar ese ímpetu y el comprometimiento con nuestro tiempo.

«Muchos de los jóvenes que retomaron el camino de la lucha armada por nuestra independencia salieron de las universidades. Nuestro Moncada consiste en mantener las conquistas de la Revolución desde el espacio de las aulas universitarias, no porque lo dicen los libros de Historia, sino porque el legado y el ejemplo de ellos es suficiente testimonio de amor a la Patria y a los valores que defendemos».

Rocío Nápoles, para quien la conmemoración le resulta cercana por haber participado varias veces en el asalto simbólico que protagonizan pioneros santiagueros en cada aniversario del Día de la Rebeldía Nacional, su Moncada está en el proceso de continuidad histórica que compromete a los pioneros, estudiantes y jóvenes trabajadores, no solo con imperativos que mueven a los cubanos, sino en la disposición de entregar la vida si es necesario por el mismo ideal de justicia social que enarbolaron los moncadistas.

«Las palabras de Abel aquella noche, de que su ejemplo sería imitado por todos los jóvenes de Cuba, permanecen latentes en la mayoría de las nuevas generaciones actuales, porque como dice nuestro Himno Nacional: ¡Morir por la Patria, es vivir».

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