Los tres varones de la familia crecieron acunados por la austeridad y el amor. Autor: Archivo de JR Publicado: 21/09/2017 | 05:35 pm
SANTIAGO DE CUBA.— Todos los que le conocían previeron desde siempre que Josué País no vería el día de la emancipación definitiva de Cuba; demasiada osadía en un cuerpo de imberbe y enjuta figura.
Su hermano mayor, el reflexivo Frank, lo supo desde que jugaban a la pelota los tres hermanos varones en las cercanías de su hogar en el número 226 de la calle General Banderas, en una barriada humilde con vías estrechas y edificaciones antiguas de Santiago de Cuba. Desde entonces el hermano menor era muy pasional e impulsivo para aceptar la derrota o la huida como opción.
Sin tiempo para quejarse o llorar por la muerte temprana de su padre, quien les dejó como herencia la pobreza física, pero a la vez un legado ético que su madre Rosario García impuso con recta autoridad a sus muchachos Frank, Joaquín y Josué, bajo principios y normas morales que condicionaron sus relaciones sociales dentro y fuera del hogar, a través del respeto al prójimo, una conducta ejemplar ante el estudio y el cumplimiento cabal de sus obligaciones en la casa y en la sociedad.
En el poema A mi hermano Josué, a mi niño querido, escrito por Frank País García el 1ro. de julio de 1957, lo describió como un nervio de hombre en cuerpo joven, con coraje y valor en temple acerado.
Con ese espíritu inquebrantable, el adolescente Josué reclamó su ingreso con matrícula gratis al Instituto de Segunda Enseñanza de Santiago de Cuba —hoy preuniversitario Cuqui Bosh— ante la escasez de recursos de su madre para poder sostener a tres hijos. Allí se azuzaron sus ideales revolucionarios al calor de los movimientos estudiantiles que se articulaban en contra de la tiranía de Fulgencio Batista, quien había usurpado el poder el 10 de marzo de 1952.
A principios de 1953 fue creada la Acción Revolucionaria de Oriente (ARO), de la cual el joven estudiante de magisterio en la antigua Escuela Normal de Oriente, Frank País, fue precursor y jefe de Acción. Tan solo 15 años tenía entonces Josué, pero su alta fidelidad y convicción en la justeza de su lucha le dieron la confianza a su hermano mayor para asignarle algunas tareas y pulsar las habilidades del muchacho, que pasaba ahora a ser, por encima de todo, su compañero de ideales y de lucha.
Para Josué el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, el 26 de julio de 1953, tuvo una particular significación; ávido de conocer pormenores sobre los hechos indagó con Frank, hasta llegar a la verdad que la prensa de la época tergiversaba, y juntos concluyeron que la única forma de acabar con el régimen había sido mostrada claramente por Fidel y el resto de los asaltantes: la lucha armada.
Ese mismo año Josué se vincula con jóvenes de filiación revolucionaria de la Juventud Ortodoxa. En ese núcleo que se reunía en un caserón de la calle Santo Tomás, adquirió y distribuyó propaganda, intercambió orientaciones y cumplió tareas organizativas; labor que aportó sus frutos cuando comienza a estructurarse el Movimiento 26 de Julio y sus células de acción.
En diciembre llegó a sus manos un manifiesto que circulaba por todo el país, donde se denunciaban los desmanes de la tiranía y se exponían con meridiana claridad los sucesos del Moncada, lo que reforzó en el joven sus deseos de lucha por la libertad, y de igual forma participó en el estudio y difusión de La Historia me absolverá.
Con un corazón y una mente que iban adelantados a sus febriles impulsos corporales, Josué, sin filiación política a partido alguno, se unió a todo mecanismo que diera cabida a sus ideales, como las Brigadas Estudiantiles y el Bloque Estudiantil Martiano, organizados por Félix Pena.
Con sus energías puestas en las labores de la clandestinidad, el benjamín de los País García nunca descuidó sus estudios, tanto que luego de graduarse de Bachiller en Ciencias en septiembre de 1956 fue merecedor del Premio Heredia, que concedía el Instituto de Segunda Enseñanza al mejor expediente de cada curso escolar y se disponía a estudiar Ingeniería Mecánica en la Universidad de Oriente.
Entrañables hermanos
La devoción entre ambos hermanos fue recíproca y sublime; tanta era la admiración de Josué por Frank que, quizá previendo que sus vidas tendrían el privilegio de ser ofrendadas tempranamente a la Patria, cuando supo que una sobrina de Angelina Montes de Oca, a quien llamaba cariñosamente la Tía y en cuya casa tuvo que refugiarse por sus labores conspirativas, iba a tener un hijo le pidió a su «tía» que si el niño nacía varón le pusieran Frank. Nunca lo supo, pero meses después su deseo quedó satisfecho, para quedar perpetuado en una nueva vida el amor entre ambos hermanos.
Fueron hermanos en la vida, en la fe y en los ideales. Alguien que los conoció bien, la revolucionaria santiaguera Gloria Cuadras, los comparó con los luchadores independentistas Antonio y José Maceo, porque al igual que ellos eran valientes hasta la temeridad.
En 1957 ya Josué tenía sobre sus hombros de 19 años varias detenciones y golpizas de los esbirros batistianos, y había sido protagonista de protestas, sabotajes y otras acciones de lucha dentro del Movimiento 26 de Julio, entre las que se destaca su participación en el levantamiento armado de Santiago de Cuba el 30 de noviembre de 1956.
Para el 30 de junio de ese fatídico año, el sicario de la dictadura Rolando Masferrer anunció la celebración de un mitin de apoyo al Gobierno en el céntrico Parque Céspedes, con el objetivo de restar importancia a los éxitos del Ejército Rebelde en la Sierra Maestra.
Los combatientes clandestinos se propusieron sabotear la farsa y planearon la colocación de una bomba cuyo estallido sería la señal para que Josué y sus compañeros entraran en acción. Al fallar la señal, Josué con sus compañeros Floromiro Bistel y Salvador Pascual partieron decididos a cumplir con la tarea asignada.
El vehículo en que viajaban fue interceptado por una microonda (auto policial) en la intercepción de las calles Martí y Crombet, y como los jóvenes no obedecieron la orden de detención, los uniformados hicieron fuego contra ellos. Cuando el automóvil con una goma averiada finalmente se detuvo, Floro y Salvador estaban muertos, pero Josué, herido, continuaba resistiendo. Salió del auto, se protegió tras un muro y siguió defendiéndose a tiros hasta caer abatido.
Cuando su hermano Frank se enteró de la muerte, con la dureza necesaria para garantizar la disciplina y la seguridad de los numerosos combatientes clandestinos que comandaba, llamó a su otro hermano Agustín y le prohibió realizar acciones inconsultas, porque el caído era uno más del Movimiento y no le iba a permitir como jefe que arriesgara la vida de otros compañeros por motivos particulares.
Esa fecha sería nombrada por Frank en una carta dirigida a Fidel como «nuestra semana terrible», «nuestra Fernandina». «(…) Aquí perdimos tres compañeros más, sorprendidos cuando iban a realizar un trabajo delicado y que prefirieron morir peleando antes de dejarse detener, entre ellos el más pequeño que me ha dejado un vacío en el pecho y un dolor muy mío en el alma».
El 21 de julio de 1957, el Estado Mayor del Ejército Rebelde escribe a Frank País una carta de condolencia que nunca llegó a leer, por su también heroica muerte el día 30 de ese mismo mes.
En la misiva que llevaba como primeras firmas las de Fidel y el Che, la directiva revolucionaria señaló desde entonces la deuda impagable que el pueblo de Cuba honra cada año en el lugar donde cayeran los mártires.
«Si el destino nos lo permite, juntos iremos un día a su tumba para decirle a él y a toda esa legión de Niños Héroes, que hemos cumplido con la primera parte de esta lucha y que con la misma entereza y espíritu de sacrificio nos disponemos a culminar la obra de nuestra generación, teniéndolos a ellos como fiscales supremos de nuestros actos futuros».
Josué, Floro y Salvador fueron velados juntos, los féretros iban cubiertos con banderas del 26 de Julio y los santiagueros los acompañaron coreando el Himno Nacional. Cuando a doña Rosario, que encabezaba la multitud, le sugirieron cerrar la tapa de la caja mortuoria, su respuesta fue: «Quiero que mi hijo vea al pueblo que lo sigue».
A 56 años de la entrega de la sangre de los hermanos País García en la tierra de la Cuba emancipada que soñaron desde la pasión libertaria de sus años mozos, la juventud cubana protagoniza sus propias hazañas con la especial motivación del aniversario 60 de la gesta del Moncada.
Fuentes consultadas:
—Josué País García, libro de Francis Velásquez Fuentes. Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 1979.
—Josué: el joven águila caído, artículo de Alicia Martínez, publicado el 30 de junio de 2011 en el periódico Trabajadores.