Los jóvenes que integraron la Columna Juvenil se despiden de Santiago con la satisfacción del deber cumplido. Autor: Eduardo Pinto Sánchez Publicado: 21/09/2017 | 05:29 pm
SANTIAGO DE CUBA.— La figura de José Martí está en las esencias de cientos de jóvenes que desde los días posteriores al paso del huracán Sandy pusieron lo mejor de sí en la promoción de salud y en la lucha antivectorial en este territorio.
Unos están organizados en la Columna Juvenil 60 Aniversario de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, y otros se identifican como contingente Operación Santiago. Con ellos dialogamos en estos días previos a que los miembros de la Columna concluyeran su abnegada labor en esta tierra.
Las historias de muchos de esos muchachos nos revelan a una juventud alegre que no huye de los retos futuros y se sabe motor de la sociedad mejor por la que trabajan día a día los cubanos.
Te doy una canción
El llamado al deber sorprendió a Yosnel Núñez Jiménez durante una de sus jornadas de labor en el Departamento de Información y Comunicación de la División de Talleres de la Empresa Tranzmec, del municipio de Ciego de Ávila. Lo que sabía sobre Santiago se lo había contado su esposa, graduada de Biología en la Universidad de Oriente.
«Desde el primer momento no vacilé en dar el sí; este reto no podía rechazarlo. Nuestra vocación martiana, junto a los principios revolucionarios que nos inculcaron en los hogares, nos impulsaba para formar esta nueva familia con los brigadistas de otras provincias.
«Así como la Generación del Centenario tomó como paradigma a Martí para asaltar la historia en el Moncada, los jóvenes de estos tiempos hemos seguido su ejemplo. Martí nunca se permitió claudicar en la lucha por la independencia de la Patria y puso todas sus energías en ese empeño», afirmó Yosbel.
Pero la labor de la Columna Juvenil 60 Aniversario ha salido de los marcos de la educación y prevención. En palabras de Yosnel: «Hicimos más de lo previsto. Artistas, maestros, deportistas, obreros, dirigentes…, nos incorporamos por iniciativa propia a actividades culturales en comunidades costeras como Siboney, en círculos de abuelos, barrios de toda la ciudad y hasta un grupo subimos y bajamos a pie la Gran Piedra».
En Ciego de Ávila no solo dejó a su familia y el trabajo, sino a sus profesores y compañeros de aula de la carrera de Psicología; por eso trajo hasta acá los libros para seguir estudiando en sus ratos libres en el campamento.
Fue aquí donde decidió cambiar su tema de tesis de licenciatura para analizar el impacto psicosocial de la tragedia del huracán Sandy en la población santiaguera.
«Al inicio la impresión fue muy fuerte; en la Facultad de Ciencias Médicas la doctora que nos impartía la preparación introductoria nos comentó que no sufrió afectaciones en su casa y sin embargo, no podía contener el llanto porque afirmaba que estaba en un lugar atípico, que le habían cambiado su ciudad».
Pero lo que más sorprendió a Yosnel fue la rápida respuesta de los lugareños. «En estos últimos días llegamos a las viviendas y prácticamente no hay que hacer nada, las personas adoptan las medidas necesarias para cuidar su salud», comentó.
Entre las tantas jornadas de esfuerzo y anécdotas de todo tipo nacidas al calor de estas, hay una que Yosnel Núñez no olvida: «Durante una semana trabajamos en una manzana del policlínico Camilo Torres. El primer día llegamos a la casa de una señora con más de 75 años que nos recibió con mucha desconfianza y prácticamente nos tiró la puerta en la cara.
Al otro día regresé con mi compañero, Alieski Toledo, que es instructor de arte, y juntos le cantamos a la anciana una canción muy hermosa que se llama El último día, que le sacó las lágrimas.
«Entonces el tercer día nos abrió la puerta muy bonita, con sus mejores galas y un café riquísimo y nos dijo que se había preparado porque sabía que nosotros iríamos a su casa. Experiencias como esas son el mayor reconocimiento que podemos recibir por lo que hacemos», confesó.
Los mosquitos rojos
Ambas son amigas. Son instructoras de arte en la especialidad de teatro y llegaron juntas desde el municipio villaclareño de Camajuaní. Analais Rodríguez Jiménez y Naira Pérez Bermúdez aseguran que será muy difícil olvidar estos meses entre los santiagueros.
Cuando nos comunicaron esta misión no sabíamos en profundidad la tarea que nos tocaba. Mi mamá me puso dos pares de tenis viejos y ropa de trabajo porque yo venía lista para recoger escombros y hacer lo que fuera necesario, y resultó que mi labor era educativa y preventiva; toda esa ropa no me sirvió de mucho, y Analais trajo linternas, velas y todo lo que pudiera ayudarnos para no tener que pedir nada a una población que no tenía mucho que dar en ese momento», expresó Naira.
Analais refirió que «cuando el primer secretario de la UJC de Camajuaní nos convocó se preguntaba si por estar casadas tendríamos algún problema para venir, y le dijimos de antemano que no había dificultad con eso. En ese momento nuestros esposos no sabían nada todavía, pero cuando se lo dije a mi marido lo que hizo fue apoyarme en todo».
Naira añadió conmovida que «en los primeros días muchos pensaban que nosotros traeríamos los techos de las viviendas. Fueron días complejos, impactantes y no pocas veces lloramos junto a los afectados».
«Ahora nos dicen los mosquitos rojos, por el color de nuestros pulóveres. Nos invitan a pasar con total confianza, nos brindan café, merienda, agua y lo que tengan a su alcance», afirmaron estas alegres villaclareñas.
Ellas dijeron sentirse más orgullosas que antes, después de visitar el Mausoleo que guarda los restos del Héroe Nacional en el cementerio Santa Ifigenia.
«Fue un momento especial para las dos. Rápidamente llamé a la directora de mi escuela y compartí la emoción del momento, tomé fotos y grabé videos del cambio de la guardia de honor para compartirlos con mis alumnos cuando llegue a Camajuaní», contó Naira.
Operación Santiago
Las hermanas Dorislais y Doresleis Tabares Torres parecen gemelas, pero no lo son. Al caminar juntas con sus pulóveres color sangre no se advierte con facilidad la diferencia entre ambas.
Forman parte del contingente juvenil Operación Santiago, que agrupa a 300 jóvenes santiagueros que fungirán durante tres meses como operarios de la campaña antivectorial contra el mosquito Aedes aegypti.
Casi todos son desvinculados del estudio y del trabajo, pero en su gran mayoría militantes de la Unión de Jóvenes Comunistas, como ocurre con estas hermanas.
Desde el 3 de enero el Contingente comenzó a trabajar en los siete policlínicos ubicados en las zonas con mayores índices de infestación de los cuatro distritos que componen la Ciudad Heroína.
«Pasamos un curso de siete días y aprendimos todo. Mi hermana era enfermera, por lo que el tema le resultó cercano, y yo me desempeñaba como trabajadora social, así que hemos utilizado habilidades que aprendimos en nuestras profesiones para comunicarnos con los moradores, y ya empezamos a ver los cambios», dijo Dorislais.
La idea de la Operación Santiago nació a partir de la experiencia vivida con la Columna Juvenil 60 Aniversario de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, integrada por jóvenes de seis provincias del país.
Al concluir la operación, a estos muchachos se les dará la oportunidad, si así lo desean, de continuar trabajando como operarios de la campaña de lucha antivectorial. «Algunos pensaron que por ser jóvenes desvinculados no responderíamos al llamado del Partido y de la UJC, y sí, dimos el paso al frente y aquí estamos hasta que nos necesiten», aseguró Doresleis.
Por lo pronto ya las hermanas saben realizar con destreza el cepillado de los tanques, el uso del Bactivec y el trabajo profiláctico en las viviendas.
Cuando les preguntamos sobre cuánto Martí las inspira a defender y cuidar de su gente, solo atinaron a responder con la espontaneidad que caracteriza a la juventud de estas tierras: «¡¿Martí?! ¡Martí está en Santiago y con los santiagueros!