Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Los tiempos cambian, la juventud no

Eso sostuvo en un diálogo lleno de pasión y recuerdos fundacionales Joel Iglesias Leyva, quien a propuesta del Che y con la aprobación de Fidel se convirtió en el primer presidente de la Asociación de Jóvenes Rebeldes, antecesora de la Juventud Comunista

Autor:

Amaury E. del Valle

La Revolución siempre ha sido joven, fueron las palabras con las que me recibió Joel Iglesias, ese soldado rebelde que de mandadero se convirtió en teniente, y con 17 años era el comandante de menor edad en el Ejército Rebelde, y sin embargo el que más heridas ostentaba en su cuerpo. Cuando apenas habían pasado seis meses del triunfo, Joel recibió el encargo de Fidel y el Che, de presidir la Asociación de Jóvenes Rebeldes (AJR), antecesora de la actual Unión de Jóvenes Comunistas.

Una revolución de los jóvenes

«El Che me propuso como dirigente de la AJR por ser el comandante más joven en ese momento, y Fidel lo aprobó. Fui yo, como mismo hubiera podido ser cualquiera de los cientos de valiosos muchachos de entonces, que combatieron en las filas rebeldes o contra la tiranía en el llano», afirma Joel, mientras repasa recuerdos con el humo de su pipa.

«La Revolución siempre fue fundamentalmente cosa de jóvenes. Aunque los adultos pusieran su experiencia y conocimientos en la organización y el apoyo, la mayoría de las personas que llevaron adelante la lucha tenían muy poca edad. Jóvenes fueron los hombres del Moncada, del Granma y de la Sierra».

—¿Entonces todo era más fácil, puesto que se contaba con el empuje propio de la edad?

—No crea. Los jóvenes tuvimos que enfrentarnos muchas veces a la incomprensión de los mayores, decían que nosotros no estábamos preparados para conducirnos, que era una locura. Incluso, algunos tuvieron que imponerse a sus propios padres, afectados por las medidas revolucionarias, que veían con alarma la participación de sus hijos en cualquier actividad, pues no querían un «pichón de comunista» en la familia.

«Sí primó siempre la idea de que era necesario estudiar y prepararse mucho para acometer cualquier tarea, y una confianza infinita de Fidel en nosotros».

—¿Cómo se formó la AJR?

—Al principio de la Revolución había muchas organizaciones de todo tipo, de estudiantes, recreativas, deportivas, los jóvenes grumetes..., se imponía lograr la unidad entre toda la juventud. Y esa fue la tarea de la AJR.

«En sus inicios se formó con los jóvenes combatientes de la Sierra Maestra, muchos de ellos con un bajo nivel de escolaridad. Yo, por ejemplo, solo tenía algunos grados de primaria. Por eso la primera tarea que se nos dio fue estudiar; estudiar mucho, eso era lo que nos repetía Fidel cada vez que se encontraba con nosotros.

«Después, también nos dieron otras encomiendas, como la Campaña de Alfabetización, la recogida de café, el plan de becas, las Brigadas Juveniles de Trabajo Revolucionario y el movimiento de los Cinco Picos».

—¿Cinco Picos?

—El nombre viene de las cinco puntas de la estrella. La idea fue de Fidel. Los que se incorporaron tenían que pasar por una prueba muy dura: subir cinco veces el Pico Turquino. Se trataba de que muchos jóvenes de aquel tiempo pudieran probarse en las mismas condiciones en las cuales se había desarrollado la lucha en la Sierra.

«Al comenzar los Cinco Picos había mucho recelo de los padres, decían que sus hijos eran muy chiquitos para estar por ahí, solos por los montes. También para los que dirigíamos aquello significaba una gran responsabilidad; éramos un grupo muy reducido de personas para atender las necesidades de miles de jóvenes.

«La de los Cinco Picos fue una experiencia muy linda. Recuerdo que al principio era duro, se comía una sola vez al día y por las noches se daba alguna meriendita.

«Cuando Fidel nos visitó, orientó que se nos diera la mejor atención. Deben trabajar y subir lomas, pero no pueden pasar hambre, nos dijo. Y eso lo cumplió en un momento en que la situación del país era muy difícil.

«Hasta el propio Comandante en Jefe visitó la Sierra en distintas ocasiones, y hablaba de tú a tú con cada muchacho, les daba recomendaciones o preguntaba sus opiniones sobre cualquier tema, mientras compartía una caminata o una comida improvisada para todos».

—¿Y no hubo ninguna dificultad?

—Hubo accidentes, claro, pero eran cosas derivadas de la inexperiencia. Recuerdo que en cierta ocasión acamparon varios jóvenes en un bohío abandonado de la Sierra, que sus habitantes habían dejado antes del triunfo, cuando los constantes bombardeos de la aviación batistiana desalojaron a todos los guajiros de la zona.

«Los Cinco Picos empezaron a colgar las hamacas en los horcones debilitados y a medianoche ¡cataplún! les cayó el techo arriba a todos. Nadie resultó herido seriamente, pero pasamos tremendo susto.

«¿Quiere que le diga una cosa?, en realidad a todos los jóvenes que participaron en los Cinco Picos, la experiencia los marcó de una forma u otra. A los muchachos les encantaba estar metidos por las lomas, con una mochila al hombro y recorriendo de arriba a abajo la Sierra Maestra».

—¿Los Cinco Picos solo tenían que subir al Turquino?

—Eso era una parte nada más. Ellos y las Brigadas Juveniles de Trabajo Revolucionario también construían caminos, escuelas o contribuyeron a la electrificación de muchos poblados serranos. Además, recibían clases de matemáticas, español e historia. Esas dos misiones fueron la manera de vincular a la Revolución con muchos jóvenes que estaban sin trabajo en las ciudades, que no tenían educación.

—¿Y las muchachas?

—Eso fue harina de otro costal. Muchos padres estaban lógicamente recelosos con las hembras. Decían que el varón sí, pero la hembra...; si las dejaban ir a una actividad querían estar con ellas. Por eso una de las ideas mejores de entonces fue crear las escuelas Clodomira Acosta, donde muchas guajiritas aprendían corte y costura, pero también recibían clases y por tanto se instruían.

«Ya después fueron tomando confianza. Claro, para entonces estaba el plan de becas en el preuniversitario y estudios superiores, por donde precisamente comenzaron las movilizaciones masivas para el café y otras tareas agrícolas. Al final, hasta hubo mujeres que subieron los Cinco Picos».

Con todos...

La Asociación de Jóvenes Rebeldes fue un proyecto audaz. Reunir a personas de muy poca edad y diferente nivel cultural, poner en sus manos tareas trascendentales o las armas para defender la recién iniciada Revolución, constituyó una muestra de confianza y a la vez de respeto por la juventud. No obstante, la conformación de la organización no fue nada fácil.

«Fidel y el Che se reunieron muchas veces con nosotros y otras organizaciones, dieron cantidad de discursos, dialogaban incluso con cada persona individualmente», afirma Joel.

«El Che especialmente, por indicación del Comandante en Jefe, siguió de cerca este proceso y muchas veces se aparecía a cualquier hora para discutir una medida, hacer una sugerencia, o conversar con nosotros.

«No crea, también nos llamaba la atención cuando nos equivocábamos, pero nunca nos abochornaba y siempre nos hacía reflexionar hasta que entendiéramos nuestro error.

«Se trató de no discriminar a nadie. Al principio hubo muchos escépticos. Decían que había mucha juventud mala, que no trabajaban porque no querían, pero Fidel y el Che insistían en unir a todo el mundo y aceptar a todo el que quisiera incorporarse a la Revolución».

—Sin embargo, hubo sectarismo...

—Ese fenómeno surgió como consecuencia de la inmadurez y falta de visión política de algunos dirigentes. Fidel, Raúl, el Che, Almeida y la mayoría de nosotros estábamos conscientes de que lo principal era la unidad.

«Desde la conformación de la AJR, a mediados de 1959, la organización fue aglutinando a los jóvenes del país de diferentes maneras. Los Cinco Picos o las BJTR fueron solo capítulos de una historia mucho más rica, aún por contar completamente.

«Entre el 21 y 24 de octubre de 1960, la AJR tuvo su primera plenaria nacional. Allí las diferentes organizaciones juveniles existentes, a propuesta de la Juventud Socialista, decidieron desintegrarse e incorporarse a la AJR. Este proceso incluyó una amplia discusión de los estatutos de la organización, y la misma fue pasando, poco a poco, de un carácter masivo a selectivo. Incluso se cambiaron los métodos iniciales de captación, los cuales se hacían de forma personal por cada miembro, y se instituyó la elección de los posibles integrantes en asambleas de ejemplares.

«Las Brigadas Juveniles de Trabajo Revolucionario, importante cantera en la formación de cuadros y futuros militantes, a finales de 1961 pasaron a convertirse en comités de base, organizados de acuerdo con los centros de actividad. Cuando se efectuó el primer congreso de la AJR, del 30 de marzo al 4 de abril de 1962, a propuesta de los delegados, se decidió transformar su nombre por el de Unión de Jóvenes Comunistas.

Madurar a presión

Joel Iglesias no fue solamente el presidente de la AJR, sino también el primer secretario de la UJC, cargo en el cual se mantuvo hasta finales de 1963, en que pasó a desempeñar otras responsabilidades. «Fueron tiempos muy lindos, donde tuvimos que madurar rápidamente».

—¿Pero la juventud de aquellos tiempos era diferente a la de ahora?

—Eso es falso. Los jóvenes de ahora tienen otras tareas, otras misiones que cumplir. Ellos tienen tanta gloria cuando estudian o trabajan, a pesar de las difíciles condiciones que atraviesa el país, como la tuvieron aquellos muchachos que casi niños empuñaron un fusil, subieron varias veces el Pico Turquino o defendieron nuestra soberanía en Playa Girón. Yo sí creo que los tiempos cambian, pero la juventud no.

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