La bióloga Anay Serrano desafía la compleja geografía cenaguera en esta investigación. Autor: Emilio Alfaro Publicado: 21/09/2017 | 05:09 pm
SANTO TOMÁS, Ciénaga de Zapata, Matanzas.— En un remoto lugar de la península de Zapata habita un avecilla llamada Ferminia cerverai, cuya extrañeza radica en que solo vive en estos apartados parajes.
No solo reside en Santo Tomás, aun cuando se considera endémica local, ya que se encuentra también en Hato de Jicarita, Peralta, La Yuca y otras localidades del sureño territorio matancero y en específico en los matorrales de la Ciénaga.
Un equipo de este diario atravesó los 30 kilómetros de terraplén que separan a Playa Larga de Santo Tomás, para conocer detalles sobre esta ave inexplorada, considerada en Peligro, según la categoría que concede la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
El grupo de ornitología del Instituto de Ecología y Sistemática (IES) de la Agencia de Medio Ambiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), se ha propuesto conocer más acerca de esta especie.
Durante el 2010 los investigadores Anay Serrano Rodríguez y Arturo Hernández Marrero, junto con el técnico forestal Jorge Rangel, de la Estación Ecológica de Santo Tomás y otros trabajadores del Instituto de Ecología y Sistemática, se han encargado de esta tarea en los herbazales de la Ciénaga, con el objetivo de conocer aspectos relacionados con su ecología, y para ello han capturado ferminias, han grabado sus cantos y las han marcado individualmente con anillos de colores.
«De esta forma pueden monitorearse, apuntar sus posiciones en el terreno, estado del plumaje, vocalizaciones en diferentes épocas del año, entre otros aspectos», explica Anay, una joven que ha desbrozado obstáculos naturales propios de los inhóspitos cenagales para desentrañar lo que la naturaleza ha ocultado por los siglos de los siglos, por alguna sabia razón.
Rarezas de la fauna
La Ferminia, que vive en la geografía cenaguera, de suelos inundados con parches de arbustos aislados, «es considerada una especie en Peligro por tener una distribución tan restringida, y por lo tanto susceptible a cualquier cambio en esos sitios», ilustra la bióloga, quien precisa que esta es una especie relativamente pequeña, de aproximadamente 16 centímetros de largo.
«Es un ave no muy fácil de ver porque tiene una coloración poco llamativa y por su conducta escurridiza», expresa.
Estos pequeños pajaritos son de color pardo, barreado en negro y con la parte ventral crema-blancuzca. El pico y la cola son largos con respecto a su cuerpo y tiene las alas cortas y redondas, lo que le permite realizar vuelos cortos.
«Aunque no se considera una especie de bello plumaje, resulta llamativa por la exquisitez de sus vocalizaciones, compuestas por un repertorio amplio de tipos de cantos, como otros representantes de la familia Trogloditydae, a la cual pertenece», resalta.
Los especialistas señalan que su hábitat ha sido afectado por los incendios provocados por el hombre para la cacería de jicoteas, y en los últimos años se ha sumado la preocupación porque se pierdan esos sitios a causa de la expansión de la Melaleuca sp., una especie vegetal introducida.
«El hábitat anegado y el comportamiento escurridizo de esta ave han condicionado que el conocimiento de la ecología y el estado actual de conservación de sus poblaciones sea una de las mayores incógnitas dentro del campo de la ornitología cubana».
La importancia del encuentro in situ con esta joya de la ornitología cubana y mundial está vinculada a que desde su descubrimiento y descripción por el naturalista español Fermín Cervera, en 1926, solo se han mencionado rasgos generales de su historia natural, por lo que «urgen investigaciones profundas que arrojen resultados útiles para el diseño de una estrategia de conservación de esta especie y su hábitat», añade la especialista.
Comparte además que «hasta el momento no se han obtenido resultados conclusivos, pero se ha observado que esta especie permanece en la misma área donde fueron anilladas, lo que evidencia que defienden un territorio y que son fieles al sitio donde viven.
«Hemos avistado parejas fuera de la época reproductiva, lo que sugiere que esta ave pudiera ser monógama, o sea, que mantiene la pareja hasta tanto no se muere uno de los miembros», apunta Anay Serrano.
Estos investigadores consideran que es necesario un programa de monitoreo, a largo plazo, de esta y otras especies de la fauna cubana con alguna categoría de amenaza, con una metodología eficiente que se ajuste a su historia natural. Y para ello es crucial conocer su ecología como base de este tipo de programas.
Riqueza de la ornitología
Estos investigadores han laborado en Santo Tomás por varios meses, desafiando adversidades, como las características del terreno que se mantiene inundado todo el año.
También la hierba cortadera es otro de los obstáculos más duros que tienen para avanzar, explicó, y las casimbas, que son hoyos profundos a los que pueden caer y quedar completamente tapados por el agua: «Además de ahogarte, pueden mojarse todos los equipos», explicó.
En este tiempo ellos han descubierto que la Ferminia, que habita en las cercanías de la zanja de Santo Tomás hasta el río Hatiguanico, no admite el cautiverio.
«Para capturarlas se emplea una malla de nueve metros de largo, y la altura puede variar, pero es de alrededor de dos metros», explica el técnico forestal Jorge Rangel, quien añade que «se utiliza una grabación de su canto como señuelo para atraerlas».
«La Ferminia es muy territorial y al sentir el reclamo responde enseguida, y la disposición de la bocina permite que caigan en la red».
Rangel es uno de los elegidos, no solo por escuchar el canto melodioso de la Ferminia, sino porque las ha acariciado con sus manos. «Es una de las aves de más bello canto en Cuba», reconoce este hombre que ama la ornitología.
Comparte que la hembra construye el nido y pone dos huevos, y que uno de los elementos interesantes constituye que los ejemplares recapturados para los estudios, siempre se encuentran en el mismo territorio.
En cuanto a los anillos que les ponen a cada ferminia, Anay explica que les colocan uno de aluminio que tiene un número, y una combinación de anillos de colores plásticos que es única para ellas, para de esta manera poder identificarlas en el campo sin capturarlas.
«Hemos anillado ya 26 ferminias, que no es mucho, pero para ser una especie difícil, es algo», expone la bióloga, al comentar que el trabajo de campo es arduo porque son aves crípticas.
La posibilidad de estar entre las personas que más se han acercado a la Ferminia y a sus misterios, les confiere a estos investigadores la gracia de escalar hacia ese gran reto científico que significa poner más luz sobre esta incógnita ave, que muchos nombran como la soprano de los bosques cubanos.