En el barrio El Entronque, en Playa Larga, la doctora Ana Mary González hace visita médica a la niña Erika, de 20 días de nacida. Autor: Hugo García Publicado: 21/09/2017 | 05:06 pm
PLAYA LARGA, Ciénaga de Zapata, Matanzas.— Al mediodía un resplandor inunda Playa Larga. Un brillo, propio del verano, obliga a entrecerrar los ojos, mientras de la Bahía de Cochinos viene un viento gélido y a ratos persistente que levanta torbellinos de polvo blanco, para desaparecer a los pocos segundos.
Entonces la quietud se vuelve total en El Entronque, uno de los barrios de Playa Larga, que como todos sus similares y otros asentamientos de la Bahía están delimitados por el río que bordea el poblado para desembocar en un azul profundo, bordeado por playas con pinos y cocoteros.
A esa hora y con ese silencio Ariel Herrera aprovecha para dormir. En vano, porque los toques en la puerta lo hacen levantarse y con un gesto adormilado aparta la cortina del cuarto. Sus chancletas se oyen al ser arrastradas por el piso. Abre la puerta y el resplandor lo obliga a cerrar los ojos con fuerza.
«¿Hubo mala noche por aquí?», se oye en el portal y Ariel asiente. «Tremenda —dice mientras se aparta para abrirle el paso a la visita—. Lloró todo lo que quiso y ni pensó en dormirse. Es una “moledora”». Las doctoras Ana Mary González Peralo y Aida Beatriz Portela Díaz se echan a reír: «Prepárate, que este es el comienzo. ¿Dónde está la jefa de la casa?».
Kenia Gámez, la esposa de Ariel, aparece con otras mujeres de la familia. Es delgada y de pelo negro, y en sus brazos lleva a Amelia, la niña que nació hace apenas dos semanas. Las doctoras se acercan e inician el pesquisaje en la niña.
No es casualidad
«Parí normalmente —afirma Kenia—. Ni siquiera bajé de peso; las doctoras mantuvieron la atención hasta las 39 semanas y la niña nació con siete libras y media. Por suerte en el parto tampoco tuve complicaciones, porque yo tenía miedo con la cesárea».
La situación de la mamá no es la única en la Ciénaga de Zapata, territorio que ostenta uno de los mejores indicadores del Programa Materno Infantil (PAMI) en Cuba. Desde hace 18 meses no se reporta la muerte de un bebé en un parto, parámetro que se mantuvo constante durante los períodos 2002-2003 y del 2006 al 2008.
Sin embargo mantener ese indicador junto a otros en niveles discretos entraña una dificultad grande en la región. Ciénaga de Zapata es uno de los mayores municipios del país, con 4 230 kilómetros cuadrados, y en diversos puntos sus poblaciones se encuentran a más de 30 kilómetros unas de las otras.
¿Cómo mantener estable la mortalidad infantil y asegurar la tranquilidad de una familia, cuando esa distancia se interpone en situaciones de urgencia? Algunos afirman que el resultado es una combinación del quehacer médico con un elemento muy relativo, pero en ocasiones tomado de la mano: la suerte.
Sin embargo, la doctora Elizabeth Vicens Terga, asesora del PAMI en el municipio, sostiene que la suerte no existe y sí un seguimiento riguroso a cada caso, junto al diseño de una adecuada cobertura médica.
Mantener en niveles muy bajos la mortalidad infantil es, ante todo, una cuestión de rigor médico —asegura—. Cada caso en el municipio se atiende durante las consultas de terreno. Esas visitas son un elemento básico en la cadena de acciones para darles seguimiento a las embarazadas».
La Ciénaga cuenta con una red de policlínicos con servicios especializados en los principales poblados, como Playa Larga, Cayo Ramona y Playa Girón, a los que se puede acceder desde las comunidades cercanas, las cuales cuentan con sus consultorios del médico de la familia y postas médicas.
El doctor Francisco Ferrer, director del policlínico de Playa Larga, señala que la pediatra y el médico de la familia examinan a los bebés todas las semanas durante los primeros seis meses del nacimiento; después cada 15 días y posteriormente todos los meses.
Sin muertes maternas
En 2010 nacieron 87 pequeños cenagueros, sin mortalidad infantil. Ya para este año se han captado 56 embarazadas y reportado 16 nacimientos. En casi tres décadas no se reportan muertes maternas.
Según el doctor Lázaro Suárez, subdirector de Asistencia médica en el municipio de Playa Larga, la tendencia en la Ciénaga es a disminuir la natalidad, con lo que ese territorio se inserta dentro de la tendencia general del país. Como promedio, en la última década en la Península de Zapata nacen cerca de cien niños cada año.
«Las cenagueras ya piensan como las mujeres de la ciudad; no tienen muchos hijos como en años atrás, cuando en un matrimonio se podían contar hasta ocho o diez descendientes», especifica.
El seguimiento médico a las embarazadas es celoso con la aparición de diabetes o síntomas de hipertensión arterial. También los pesquisajes para el diagnóstico de malformaciones congénitas y la prueba para la detección del Síndrome de Down a las gestantes mayores de 37 años.
Pero más allá de los rigores médicos, los especialistas consultados coinciden en que los actuales estilos de vida del cenaguero influyen en mantener en picada las estadísticas de las muertes infantiles al nacer o en los primeras semanas de vida.
«Todos se conocen; hay cierto ambiente familiar en los barrios —señala la doctora Ana Mary—. No existen los niveles de estrés que se pueden encontrar en las ciudades y por lo general hay un marcado interés en la madre y la familia por atender las exigencias del embarazo».
La doctora Aida Beatriz reconoce que las tradiciones dentro de la comunidad se convierten en elementos que propician la colaboración entre las madres, sus familiares y el médico, algo que en ocasiones puede ser más conflictivo en ciudades o poblados, donde pueden registrarse más divorcios, familias disfuncionales o embarazos en mujeres no preparadas para enfrentar la gravidez.
Sin embargo, el resultado más palpable no se encuentra en los números, sino en otra escena. Y esta se aprecia durante el examen físico de la pequeña Amelia. Ariel, el padre, se sienta en uno de los sillones de la sala; estira las piernas y relaja los músculos, mientras la quietud lo hace concentrarse en esa criatura que mueve despacio sus piernas y brazos. En El Entronque hay tranquilidad. Pero es una quietud diferente. Es la de un padre feliz.
Morían muchos niños
La ausencia de asistencia médica antes del triunfo de la Revolución, al menos en su carácter más elemental, ha imposibilitado tener datos fiables sobre la mortalidad infantil y los nacimientos en la Ciénaga de Zapata. Según los especialistas, al juzgar cifras dispersas, el estimado se podía fijar en 64 muertes de niños por cada cien nacidos vivos, lo que sería uno de los índices más altos del país en esa época. De otros indicadores, como de muerte materna y niveles de peso al nacer, no se tienen datos.