En un túmulo de mármol verde reposan los restos de Aponte y Guiteras. Autor: Hugo García Publicado: 21/09/2017 | 04:57 pm
MATANZAS.— EL propósito era viajar a México, donde organizarían una expedición armada para derrotar al régimen pro imperialista de Carlos Mendieta.
Pero una delación frustró las ideas de los revolucionarios antiimperialistas Antonio Guiteras Holmes y del venezolano Carlos Aponte Hernández, ultimados a balazos en desigual combate en las cercanías del hoy Museo Memorial El Morrillo.
Este 8 de mayo el pueblo cubano conmemora la caída de ambos revolucionarios, en el aniversario 75 de aquel suceso y el 35 de convertirse esa fortaleza en museo.
Joven Cuba
La existencia del Distrital de la Joven Cuba en Matanzas posibilitó el apoyo incondicional de sus miembros y de otras personalidades del territorio a la acción.
«Los futuros pasajeros iban a permanecer en viviendas cercanas al punto de salida. La familia donde se hizo la despedida contaba con gran prestigio en la sociedad», recalca la investigadora Gladys Pérez Rivero en su libro inédito Un venezolano en Matanzas.
En la calle Milanés No. 61, de la ciudad de Matanzas, el magistrado del Tribunal de Urgencia Provincial, Santiago Pedro Ramón Feliú Silvestre, acogió al venezolano Carlos Aponte y a Paulino Pérez.
«El hogar del doctor Feliú se convirtió en el punto de reunión de algunos miembros de la organización, aunque vale aclarar que el anfitrión no militaba en ella», precisa la profesora.
El músico matancero Mario Argenter Sierra, testigo de la escena, complació al combatiente latinoamericano al ejecutar al piano la Serenata de Schubert.
La estancia en la residencia del magistrado fue corta. José Acevedo Villamonte se responsabilizó con el nuevo traslado; a pesar de ser guiterista, vestía uniforme de la Policía, porque como tal se desempeñaba. La casa de su cuñado, José Miguel Quintero Ventura, fue seleccionada con la finalidad de mantener escondido a Aponte. De ahí tuvo lugar su salida para el fortín, al este del litoral de la bahía matancera.
En horas del mediodía del 7 de mayo, alrededor de las tres, Artiles, jefe del Distrital de la Joven Cuba en Matanzas, cumplió la misión de llevarlo a dicho lugar en su automóvil, junto con Carlos Alfara, otro colaborador.
Asalto a la historia
Varios automóviles llevaban el mismo rumbo. Uno de estos detuvo la marcha por una orden de registro de la Policía.
Florentino Fernández, administrador de la aduana matancera, siempre dudó del capitán del ejército Carmelo González, quien estaba enrolado en el plan. Aunque este intentó demostrarle a Guiteras lealtad, algo no daba claridad al ambiente. Alrededor de las ocho de la noche ya se encontraban en la fortaleza, esperando al yate Amalia.
Carmelo no estaba en la ciudad; se paseaba por La Habana. Testigos como Olimpo Luna del Castillo destacaron años después la actitud de cada uno de ellos y la tranquilidad de Guiteras ante las insistencias de su retirada, que contrastaba con la intranquilidad de Aponte, dispuesto al combate.
A las dos únicas mujeres, Conchita Valdivieso y Xiomara O’Hallorans, también se les ordenó la retirada, pero ellas mantuvieron la firme decisión de permanecer todos juntos. «La aprobación de Aponte no se hizo esperar; la fidelidad hasta el último momento corroboró su cualidad de luchador en la vanguardia», añade Gladys.
Fue una madrugada de larga espera por la embarcación. A las seis de la mañana, el cónsul de Honduras en Cuba, Emilio Pinel, desde una ventana divisó un camión en la lejanía. Se acercaban varios vehículos con soldados. El aviso se propagó ante un posible cerco, lo que ofrecía un panorama inesperado, y una orden retumbó en el escondite: «¡Cojan las armas!».
«Como jamás pensaron en combatir, sino salir en paz, el armamento escaseó y los obligados combatientes, tampoco en número suficiente, iban a resistir el enfrentamiento con aquellos soldados», especifica Pérez Rivero.
Dos mujeres y diez hombres salieron por la puerta lateral del fortín. Primero, Juan Antonio Casariego y Conchita; les siguieron Guiteras y Olimpo Luna, hasta que terminó el grupo. Con rapidez se internaron entre la vegetación del río Canímar, mientras por el frente de la fortaleza ya atacaban cientos de soldados del Tercio Táctico de Matanzas.
La cercanía de una loma les motivó a salir de entre la maleza. Hubo un grupo que logró escapar, al adelantarse y salir a la carretera, entre ellos Alberto Sánchez, José Urquidi y el Chino Ramos.
«Otros fueron heridos y cayeron prisioneros, mientras Aponte y Paulino siguieron al frente de la marcha; pero al quedarse rezagado el jefe, fue preciso ir en su búsqueda; jamás lo hubiesen dejado al azar del tiroteo, que aspiraba a dispersarlos.
«Ya junto a Guiteras, los tres continuaron el intento de romper el cerco; era necesario escapar de la acción y no ser detenidos», recoge la historiadora en las páginas de Un venezolano en Matanzas.
De pronto se les unió Rafael Crespo Tamayo, y los cuatro se adentraron por un atajo. Guiteras se sentó en una piedra y miró a unos pescadores que se encontraban cerca. El pescador José Gallardo, su amigo Octavio Domínguez y los hijos de ambos pudieron verlo bien.
El ejército se divisaba cerca del lugar donde aguardó el jefe; Paulino, sin perder el control, intentó atrincherarse y abrir fuego. En una pequeña cañada, a corta distancia y casi al pie de una cerca de piedra, se vieron los dos hombres: se oyó la voz de un idioma poco común. Los pescadores escucharon a lo lejos: «¡Compay, antes de rendirnos nos morimos!».
La respuesta de Guiteras a Aponte se transformó en orden final: «¡Nos morimos!». Un balazo dio en el pecho del combatiente y seguidamente cayó a su lado, abatido por los disparos, Carlos Aponte.
Rescate de los cadáveres
Los cadáveres fueron recogidos por los esbirros. La barca Oneida, propiedad del pescador Rogelio Gallardo, sirvió de transporte entre el río Canímar y la bahía. Desnudos fueron depositados en el necrocomio de Matanzas. Los doctores Filomeno Rodríguez Abascal y Severino López Llorens determinaron que las hemorragias internas fueron causadas por los proyectiles.
«El entierro nocturno, en el Cementerio de San Carlos de esta localidad, creó un ambiente político desagradable. Hubo quien pensó que al no tener el venezolano familia en Cuba, se le iba a enterrar en una fosa común», recuerda Gladys.
Marie Theresse Holmes, madre de Guiteras, exigió rescatar los dos cadáveres y mantuvo sus principios de lealtad a la causa de ambos. Los dos fueron sepultados en el panteón familiar. Junto a la madre, estuvieron la hermana de Tony, Calixta y la compañera Dalia Rodríguez. Unas palabras cerraron la escena de dolor. Alberto Morillas, como miembro de la Joven Cuba, despidió el duelo, pero jamás fueron divulgadas sus expresiones, porque la censura de prensa se impuso.
Posteriormente, al comprobarse la traición del capitán Carmelo González, este fue ajusticiado.
Los restos de los dos combatientes fueron sustraídos del cementerio matancero por José María García, un admirador de Guiteras, en el año 1937. Tras una exhaustiva investigación, en 1970 fueron hallados los restos escondidos tras una pared falsa, en dos cajas de zinc, de una vivienda del barrio de Pogolotti, en Marianao, Ciudad de La Habana.
Las osamentas fueron custodiadas en el Palacio de la Revolución hasta 1975, en que finalmente se trasladaron a El Morrillo.
Perenne homenaje
El Memorial Museo El Morillo fue restaurado en 1975 y declarado Monumento Nacional en 1981. El 8 de mayo de 1975 los restos de ambos combatientes llegaron en helicóptero desde la capital del país. En la Escuela Militar Camilo Cienfuegos (hoy Universidad de Matanzas Camilo Cienfuegos) el pueblo de Matanzas rindió póstumo homenaje a esos combatientes, mientras sus restos eran trasladados para definitivamente descansar en el museo.
Gisela Álvarez Polo, directora de la institución, afirma que desde 1983 al 2009 casi 400 000 personas, entre ellas más de 12 000 extranjeros, han visitado el lugar.
En una Sala Solemne se resguardan en un túmulo de mármol verde los restos de Guiteras y Aponte, y se conserva el bote de remos Oneida, en el que fueron trasladados los cadáveres de ambos.
Gisela precisa que como parte de las conmemoraciones por este aniversario se desarrolló un Taller Científico organizado por la Cátedra Antonio Guiteras, de la Universidad Camilo Cienfuegos, y se inauguró una exposición fotográfica con 101 instantáneas, tomadas por el matancero José Antonio Rodríguez el día de la llegada de los restos a la ciudad de Matanzas.
Desde el 8 de mayo de 1935 se impidió rendir homenaje póstumo a los caídos. Pero a pesar de los controles gubernamentales siempre hubo dirigentes revolucionarios y antiimperialistas que utilizaron como tribuna a El Morrillo. A partir del triunfo revolucionario de 1959 todo cambió, pues allí se les rinde perpetuo homenaje a ambas figuras.