Luis Alberto comparte con las nuevas generaciones las hazañas de su tío el coronel cubano Leoncio Vidal Caro Autor: Juventud Rebelde Publicado: 21/09/2017 | 04:51 pm
CAMAJUANÍ, Villa Clara.— En la mente de Luis Alberto Costales Borroto se recrean con fuerza las historias que su abuela, Vivina Rodríguez Vidal, sobrina del coronel Leoncio Vidal Caro, solía contarle.
Conmovedores recuerdos y hasta curiosidades familiares guarda este camajuanense entre sus tesoros más valiosos. Aunque ya ronda las siete décadas de vida, todavía mantiene una ligereza en el verbo que invita al diálogo.
«Aunque mi abuela tenía aproximadamente solo 12 años en el momento del alzamiento de tío Leoncio, como cariñosamente nos enseñó a llamarlo, siempre llevó clara la imagen de aquel joven esbelto, corpulento, bien parecido, que además de ser su tío era su padrino.
«El mismo día en que él decidió alzarse, su hermana Rosa Vidal Caro, mi bisabuela, sospechó que se traía algo entre manos. Al verlo pelado al rape, le preguntó insistentemente, pero no consiguió sacarle nada. Preocupada a más no poder, se dio a la tarea de organizar una comida e invitarlo a su casa, casi segura de que su hermano no demoraría mucho en partir hacia la guerra. Para eso le encomendó a Vivina, la mayor de las hembras, que le ayudara en la cocina con los preparativos.
«Cuando terminó el sencillo motivito, Rosa le comunicó a Leoncio que su ahijada se había encargado de hacerlo todo, y abuela nunca más olvidó cuando su tío le puso la mano en el hombro y le dijo “Vivina, pero si ya eres una mujercita”.
«Luego se despidió de todos, montó en su caballo, se puso una toalla en el cuello y partió a galope con el único pretexto de tomar un baño en el río. Muchos de los que se alzaron en la zona después de él, pasaban por la casa de la viuda y le decían que iban a darse un chapuzón. Así dejaban al descubierto, de modo discreto, sus pretensiones de lucha».
Las memorias de Luis repasan a modo de tributo la vida de aquel patriota villaclareño, que nació el 12 de septiembre de 1864 en Ceja de Pablo, Corralillo, y fue el tercer hijo de los cinco que tuvo la acaudalada familia Vidal Caro. Al estallar la Guerra de los Diez Años, ante los temores políticos de la época, sus progenitores decidieron enviarlo a España junto a sus hermanos.
Cuando regresó de la metrópoli, una vez concluida la guerra, el padre de Leoncio escuchó referencias de un municipio recién fundado, cercano a Santa Clara y de próspera economía. Motivado por ello, toda la familia vino a vivir a Camajuaní.
—¿Cuáles fueron las acciones más significativas en las que participó Leoncio?
—Con posterioridad a su unión con las tropas mambisas, comenzó a operar en las zonas circundantes a Santa Clara. Tomó importantes objetivos militares en la región, como el fuerte La Vigía, llevó a cabo el descarrilamiento de un tren en la zona de Cien Rosas, y protagonizó el combate de Palo Prieto, donde recibió por órdenes de Juan Bruno Zayas los grados de teniente coronel.
—¿Y la toma al cuartel de Santa Clara?
—En la tarde del 22 de marzo de 1896 las tropas revolucionarias se aproximaron a esta ciudad, con el fin de penetrar en ella en la madrugada del próximo día, pero Leoncio avanzó, sin enterarse del arribo de dos nuevos escuadrones a la urbe. Inicialmente tuvo lugar una primera descarga en la que cayó herido su ayudante, el cabo Brito, y cuando se bajó del caballo para socorrerlo, los disparos de la segunda descarga lo alcanzaron a él.
«Justo en el momento del balazo gritó: “Coño, me mataron”, con un tono estremecedor que retumbó en toda la plaza. Casi al instante, cayó al suelo desfallecido».
—El cadáver…
—Las autoridades españolas arrastraron el cuerpo hasta el lugar donde se levanta hoy el obelisco que perpetúa su memoria en el céntrico parque de Santa Clara, que lleva su nombre. Allí fue tristemente vejado; lo orinaron, lo escupieron y luego desaparecieron el cuerpo a tal punto que nunca más se supo del lugar en que fue enterrado.
A más de una centuria de aquellos acontecimientos, Luis evoca para sus nietos y vecinos más jóvenes los memorables relatos contados por su abuela sobre una de las figuras más prominentes de la lucha contra el colonialismo español en la antigua región de Las Villas.
De generación en generación, el espíritu del coronel Leoncio señorea vivo, dispuesto a dar nuevas lecciones de amor por la patria, y cabalgando en su propia estirpe, como constante desafío de la memoria histórica frente a las nuevas batallas.