Desde su llegada Alberto Gorrín Pedroso permanece en Izabal, departamento guatemalteco con vista al Caribe que hace frontera con Belice. Gorrín es un médico general integral que asiste quince comunidades en las montañas del municipio Frontera Río Dulce.
Cuando la coordinadora de la provincia comentó que «trabajar en esa zona es un reto por lo distante y porque la población es prácticamente indígena», quise conocer las vivencias de este galeno habanero. Por fortuna faltaba solo un día para que este, después de pasar tres semanas en la comunidad de Serrans, tomara su descanso en la Casa departamental. Desde el inicio del diálogo Gorrín mostró amplio conocimiento y comprensión de las creencias y costumbres de los que ya podía llamar sus pacientes:
«Mi primer contacto con los habitantes de las zonas rurales fue traumatizante, la mayor parte hablaban el Kekchí, antiguo dialecto de la etnia mayense del mismo nombre que pobló el departamento de Izabal, y en menor medida el español. Aunque me acompañó un nacional que servía de traductor, hubo muchas dificultades en la comunicación. Se quejaban de que yo hablaba rápido. Decían al enfermero que era muy “enojado” porque mi tono de voz y gestos les daba a entender esto. Por lo general, ellos son muy inhibidos e inexpresivos, por lo que a veces cuesta identificar sus sentimientos y diagnosticar la enfermedad. También tuve problemas con los que hablaban el español. Recuerdo que en los primeros días, llega una paciente y me dice toda angustiada que el patojo(niño) tiene la paloma enferma. Contesto que solo atiendo a las personas, pero la señora insistía en que la acompañara a ver la paloma del patojo. Resulta que, como horas más tarde comprobé, la enfermedad de la paloma no era más que una piodermitis severa en el pene del único varón concebido por la mujer».
Alberto, cuando no cuenta con algún guardián o técnico de salud que pueda servir de traductor,¿cómo se las arregla para realizar sus actividades?
-La comunicación con las personas que no hablan el español es el mayor reto que enfrento. He aprendido muchas palabras de su dialecto, pero siempre apelo a la mímica, o busco la ayuda de un niño o de un hombre, quiénes generalmente dominan tanto el Kekchí como el español. Cuando no encuentro alguien que me apoye atiendo las urgencias, los casos que hablen por sí mismos: un herido, un desmayado, una embarazada o un parto. En verdad, más allá de esto, en una consulta normal, sin un traductor, no puedo comunicarme.
Además del idioma, ¿qué otras dificultades ha tenido para realizar su trabajo?
-Me es difícil atender a las mujeres, incluso a las embarazadas. Cuando enferman sus hijos o ellas mismas, aunque la demora ponga en peligro sus vidas, sólo acuden a consulta con la autorización del esposo o casi siempre acompañado por este, quien explica al médico el padecimiento. Venían a verme en el séptimo u octavo mes de gestación o porque se complicaban en el parto He tenido que ingeniármelas para tratar a este segmento de la población, más susceptible a enfermar por su pésimo estado nutricional. Decidí visitarlas en sus hogares pero tampoco tuve suerte porque sin la presencia del esposo no me dejaban entrar.
Y entonces....
-Bueno, ante este contratiempo pensé: ¡ya esta!, las visitaré a la hora de almuerzo. Me llevé otro chasco, muchas familias pasan en blanco este horario. Aquí la pobreza es tanta que a la gran mayoría sólo les da para desayunar y comer. Entonces descubrí el potencial desaprovechado que tenía ante mis ojos: las comadronas. Estas parteras empíricas tienen mucho prestigio en las comunidades rurales. Casi el cien por ciento de los niños en las zonas rurales son traídos al mundo por ellas y todos sus consejos son respetados.
¿Por qué las descubrió sólo entonces?
-Porque sólo me había limitado a persuadirlas para que no hicieran maniobras indebidas durante el parto y a capacitarlas respecto al seguimiento que tienen que dar a las embarazadas. Pero... un día detecté un caso de Dengue y pedí a las comadronas que buscaran a aquellas personas que tuvieran los síntomas de la enfermedad. Fueron oportunas, con su ayuda detecté algunos casos y pude controlar un brote. Luego reflexioné: ¿y por qué no implicarlas en lo que es su razón de ser?,¿quiénes mejor que ellas para apoyarme en la atención a la embarazada?. Pedí a las de mayor prestigio en cada caserío que me acompañaran durante las visitas a las embarazadas y parturientas. Desde entonces puedo examinarlas sin dificultad y las comadronas asimilan mejor los conocimientos porque los ven en la práctica. Aunque estoy presente, dejo que sean ellas quienes realicen las acciones. De esta forma he ganado su confianza, ahora me las traen a la consulta y cuando nace algún patojo enseguida me informan e insisten a los padres para que me los lleven.
Algunos médicos dicen que debido a creencias religiosas, los habitantes ofrecen resistencia a sus actividades, ¿cuál ha sido su experiencia en ese sentido?
-Es cierto, los habitantes son muy creyentes, su religiosidad está conformada por una fe ciega en Jesucristo y en los antiguos dioses del mundo maya, como Ixchel(diosa maya de la maternidad) y el dios del maíz. En pleno siglo XXI, estos habitantes aún creen que han sido creados para alimentar e idolatrar a Dios y a los dioses. Cualquier adversidad o enfermedad es interpretada como un castigo, del que sólo pueden librarse mediante acciones de veneración para con los dioses: misas, sahumerios a los ídolos y otras ceremonias. Una población con estas características, de muy bajo o ningún nivel de escolarización, y que además muchos no han recibido atención médica, es normal que se nieguen a recibirla o prefieran los remedios caseros y hasta la consulta de curanderos. Con la vacunación tuve dificultades porque los efectos secundarios que estas inyecciones provocan les hacía pensar que enfermaban a causa de esta. Otros pacientes que me costaba mucho tratar eran los considerados como graves o enfermos del alma.
¿A qué se refiere con eso de enfermos del alma?
-Ellos llaman así a los que presentan alguno de estos síntomas: diarreas, vómitos, fiebre, falta de apetito, y que por llevar tanto tiempo en esta situación se muestran apáticos y tristes.
¿Qué sucedió con las personas que padecían alguno de estos síntomas?
-Al principio muchos niños morían por una enfermedad como esas, que realmente son simples, porque un cuadro diarreico causado por un parasitismo agudo no es motivo para que muera ningún niño, si es tratado oportunamente. A muchos me esforcé en salvarlos, pero no me era posible porque después de muchas horas en ese estado, primero lo llevaban con el brujo, quien según la creencia popular era el único que podía curar a los enfermos del alma.
¿Por qué creen eso?
-Los pobladores creen que cuando alguien presenta una de estas manifestaciones es porque el mal ha agarrado “adentro” y afectado el nahual(espíritu) del individuo, por tanto consideran necesario la consulta de un brujo. De igual modo dividen las enfermedades en dos grupos: uno de ellos es el del alma o graves, que se corresponde con los síntomas mencionados, y las que llaman del cuerpo.
¿Males que sean visibles, no?
-Sí, las heridas y otras afecciones de la piel, que se identifican por ser localizadas y de corta duración. Con las del cuerpo yo no tenía problemas pero las del alma, que eran las más frecuentes, sí y es ante ellas, cuando buscan al brujo. Figúrate, ellos por lo general tienen una desnutrición de base que los hace padecer la enfermedad con más gravedad, por lo que en una demora pierden la vida. Para los pobladores la duración o cronicidad son aspectos que hacen que una enfermedad del cuerpo pase a ser una enfermedad del alma y por tanto grave. Muchas veces cuando preguntaba a la madre por el padecimiento del niño, decía que tenía aire o susto. La población ambas las clasifica como grave y piensa que son causadas por las divinidades o por una acción de brujería y, por tanto demandan la intervención de un especialista.
¿Cómo logró que estos enfermos aceptaran sus tratamientos?
-Lo primero que hice fue acercarme a los curanderos o brujos para conocer sus procedimientos. Ellos tenían un conocimiento muy elemental de la medicina verde y gran parte de su tratamiento se basaba en conjuros u otras ceremonias religiosas. Estaban al tanto de los “milagros” que hacían los médicos cubanos, algunos incluso me miraban con recelo, otros, en cambio, mostraban interés y se asombraban de los resultados que obtenía con mis remedios. Entonces comencé a enseñarles lo que conocía de la medicina tradicional, haciéndoles comprender que siempre es indispensable el examen y tratamiento médico. Así se inició una especie de cooperación entre ellos y yo.
¿No hubo contradicciones con ellos?
-No, porque mi tratamiento es médico, mientras que el de los brujos y curanderos fundamentalmente consiste en acciones mágico-religiosas realizadas para liberar al individuo de sus penas. Cada uno en nuestra área diagnosticaba e indicaba a los pacientes el tratamiento y de paso aconsejaba ver al especialista.
¿Qué consejo daría a un médico que viniera a trabajar en las zonas rurales de Guatemala?
-Ante todo que sea respetuoso y paciente para con las diferencias culturales. Que aguce sus sentidos para desentrañar el significado de sus costumbres y las normas que rigen la vida de la comunidad. Por muy descabelladas que estas parezcan, sólo conociéndolas podrá hacer mejor su trabajo e incluso trazarse estrategias. Que trate, además, de implicar a la comunidad y fundamentalmente a los curas, las comadronas, los curanderos y alcaldes para que en la práctica, comprendan la necesidad del tratamiento médico. Solo así podrá modificar aquellas prácticas que sean perjudiciales para su salud y educarlos.
¿Qué ha significado para usted esta experiencia?
-Al estar en situaciones donde todo me es desconocido, he desarrollado capacidades como la observación y el autocontrol. Creo que soy más comprensivo y humano, mira meses atrás recuerdo que molestaba con facilidad ante el comportamiento de mis pacientes. Sobre todo he ganado, además de conocimiento, mucha seguridad en mi profesión porque he tenido que solucionar solo en las comunidades casos complicados en las tres especialidades: medicina interna, pediatría y ginecología. Especialidades que en nuestro sistema de salud se atienden solo en los hospitales por los médicos de la disciplina.
Cuándo concluya su misión, ¿qué imagen recordará con mayor satisfacción?
Lo que nunca podrá olvidar el doctor Alberto -La de los niños, que cuando me ven, corren hacia mí, algunos me llaman por mi nombre o dicen: médico, ¡entra! y chocan las manos como acostumbramos hacerlo los cubanos para saludar, cuando al entrar al aula todos alzan sus manitos para demostrarme que cumplen mis indicaciones o cuando guardan para mí la fruta o el tamalito que sus padres les dan para almorzar. Eso ya no se me podrá olvidar nunca.