Doctor Liván Peña Marrero. Franklin Reyes Devolverles a las manos su carácter funcional y mejorarles la apariencia es una de las faenas que más disfruta el doctor Liván Peña Marrero. El joven galeno, vicedirector de investigaciones del Complejo Científico Ortopédico Internacional Frank País, se ha dedicado en los últimos diez años a estudiar cada uno de los huesos, músculos y ligamentos responsables del movimiento y destreza de esta parte importante del cuerpo humano.
A su consulta en esa institución hospitalaria acuden cada semana decenas de personas en busca de un diagnóstico certero, relacionado no solo con las manos y miembros superiores, sino con otras regiones del sistema osteomioarticular en general.
La pronta recuperación de los pacientes avala la experiencia clínica y quirúrgica de este médico cubano, que atesora el recuerdo de una infancia rodeada de batas blancas y fijadores externos y es el asistente del eminente ortopédico Rodrigo Álvarez Cambras.
«Me decidí a estudiar Ortopedia por un problema relacionado con mi propia vida. A los 19 meses de nacido sufrí un accidente automovilístico que me provocó varias lesiones, entre estas una luxación de pelvis que paralizó parcialmente mi pierna derecha. Eso hizo que desde muy pequeño fuera tratado por diferentes ortopédicos en la provincia de Matanzas y aquí en La Habana. Primero en el hospital Fructuoso Rodríguez y posteriormente en el Frank País, adonde me trajeron mis padres para que fuera valorado por el profesor Álvarez Cambras.
«Hacerme médico y trabajar en este mismo hospital y, de ser posible, en la sala donde fui atendido tantas veces se convirtió en mi principal meta. Sabía que el trecho sería largo y que tendría que hacer un gran esfuerzo para lograrlo. Pero estaba dispuesto a ser ortopédico y desde entonces no he dudado un minuto en hacer todo lo posible por superarme y estar a la altura de la formación que he recibido.
«Muchos de mis actuales compañeros de trabajo, los doctores Hugo Mirandez y Jorge Luis Roche, entre otros, son los mismos médicos que me atendieron cuando era niño. Para ellos mi admiración y respeto, al igual que para el equipo de Enfermería, en especial a las enfermeras Adriana y Maricela, que siempre estuvieron conmigo. Recuerdo que en aquella etapa uno de mis juegos preferidos era hacer fijadores con alambritos y ponérselos a las lagartijas», expresó el doctor Liván.
Él es uno de los pocos especialistas que ha ganado el Concurso de la Sociedad Internacional de Cirugía Ortopédica y Traumatología (SICOT). Nació el 22 de diciembre de 1972 en el matancero municipio de Jovellanos —el mismo día que el Profesor Álvarez Cambras cumplió 38 años— y es actualmente Vanguardia Nacional.
Su más importante aporte científico consiste en el diseño y aplicación de cuatro modificaciones a la conocida técnica de pulgarización de Buck Gramcko. Este proceder quirúrgico es empleado para corregir la ausencia congénita del dedo pulgar de la mano y consiste en transplantar el dedo índice con todas sus estructuras con el propósito de convertirlo en un dedo pulgar, debido a que ningún otro puede suplantar la función de este.
Los resultados de la técnica original son buenos. Sin embargo, alrededor del 30 por ciento de los pacientes en los cuales se aplica requieren de una segunda operación para reforzar o mejorar el movimiento de oposición que logra el dedo pulgar, lo cual entraña más riesgos y tiempo de rehabilitación. De ahí que el doctor Liván se diera a la tarea de modificar la técnica en un grupo de pacientes cubanos, operados satisfactoriamente por él. Esto permitió lograr una mejor posición, longitud, movilidad y habilidad del dedo pulgarizado, al tiempo que evita una segunda intervención quirúrgica.
Secuencia de imágenes de la mano de un niño de cuatro años. Fotos: Cortesía del entrevistado
«Todos estos pacientes tienen en este momento una función global de la mano superior a la que tendrían si les hubiéramos aplicado la propuesta original de Buck Gramcko. Esta malformación es poco frecuente. Pero la magnitud no radica en la cantidad de afectados sino en el efecto invalidante que provoca», afirmó el doctor Liván, cuyo aporte científico le confirió el título de Doctor en Ciencias Médicas.
—¿Cuál es la edad ideal para estas operaciones?
—Cuando los niños cumplen el año, o sea, antes de que se establezca la relación funcional definitiva entre el cerebro y la mano. Otra razón para operarlos a esa edad es que el paciente tiene más años para rehabilitarse y adquirir una mayor habilidad para escribir, jugar y hacer otras actividades antes de comenzar sus estudios primarios. No obstante, pueden obtenerse buenos resultados en niños mayores siempre que la pulgarización se haga antes de la adolescencia.
—¿Por qué eligió especializarse en la mano?
—En el equipo de Álvarez Cambras hacemos todo tipo de operaciones. Pero también hay especialistas que se han verticalizado en determinadas ramas. Desde un principio me incliné mucho por la cirugía de la mano, porque dentro de la ortopedia es la cirugía más fina y en mi opinión la más difícil. Lleva un trabajo muy meticuloso con instrumentos especiales, de mucha precisión. Eso llamó mi atención.
«Además, es lo que más se aviene con mis características como ser humano. Sobre todo por la importancia que le veo a esa región del cuerpo (que es el órgano ejecutor de todo)».
—¿Cómo logra trabajar tantas horas con estructuras tan delicadas?
—Quienes me conocen saben que soy una persona hiperactiva. Siempre estoy haciendo algo, de un lado para otro. No puedo estar quieto un momento. Pero, increíblemente, cuando estoy en el salón de operaciones o en consulta me lleno de la calma y paciencia necesarias para que todo salga bien. Por pequeña que sea la patología del paciente, si el resultado del trabajo es bueno siempre lo disfruto y me da mucha satisfacción y emoción.
«La meta fundamental que tengo ahora es impulsar al máximo la investigación científica en el hospital. Este año, a propuesta del profesor Álvarez Cambras y con la aprobación del Ministerio de Salud Pública, comenzaremos a introducir un modelo nuevo de prótesis de hombro y codo que ha mostrado buenos resultados y será muy beneficioso para los pacientes cubanos, pues en este momento solo ponemos prótesis de cadera y rodilla».
—Usted es el asistente del profesor Álvarez Cambras. ¿Cuánto le ha aportado como profesional ser parte de ese equipo?
—Desde el primer año de Medicina fui alumno-ayudante de Ortopedia. Al graduarme del plan de alumnos de excepcional rendimiento pedí hacer la especialidad en el Frank País. El profesor vio mi expediente y se convirtió en mi tutor. En ese momento no se acordaba de mí, pero cuando me citó para la primera entrevista y le conté que él me había atendido cuando yo era niño se puso muy contento y dijo: «Otra razón más para tenerte a mi lado».
«En 2000 terminé la especialidad y ese mismo año me nombró oficialmente su asistente. Desde entonces formo parte del equipo del profesor. Trabajar directamente con él, operando a su lado y dando consultas, es muy provechoso. Puedo decir que es la persona de la que más he aprendido. Ser su asistente es el aporte más importante que he recibido como médico».