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Expertos militares no, patriotas

JR entrevista a cinco de los cubanos que asaltaron el Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953

Autor:

Juventud Rebelde

De izquierda a derecha, José Luis López, Ernesto González, Pedro Trigo, Pedro Gutiérrez y Florentino Fernández, todos moncadistas de la célula de Calabazar. Foto: Roberto Suárez CINCO de los diez luchadores clandestinos que partieron desde el barrio habanero de Calabazar rumbo a Santiago de Cuba para asaltar el cuartel Moncada, hace 55 años, hablaron sobre algunos números y datos interesantes de esa gesta.

Ernesto González Campos, José Luis López Díaz, Pedro Gutiérrez Santos, Florentino Fernández León y Pedro Trigo López accedieron a ofrecer sus testimonios.

«Sabíamos que luchábamos contra un dictador y una dictadura, claro está, pero no podíamos argumentarlo con la claridad y la persuasión que siempre tuvo para eso Fidel», dice Ernesto González, nacido en Calabazar el 24 de octubre de 1931, zapatero sin trabajo entonces y uno de los más jóvenes.

«Sin embargo, con el tiempo —como la mayoría de los cubanos de mi generación— hemos aprendido que el asalto no fue solo a los dos cuarteles, sino también a la politiquería, a la maldad y a la corrupción que representaban y defendían», apunta Ernesto.

José Luis López Díaz, nacido en la finca Las Cuevas, en la costa norte de Pinar del Río, el 16 de octubre de 1924, quien se mudó para Calabazar en 1936, añade: «Ahí tenemos la calumnia de que el ex presidente Carlos Prío Socarrás dio un millón de pesos para sufragar los preparativos de las acciones. Fidel en el juicio respondió a tal infamia de esta forma:

«La mentira del millón no podía ser más absurda. Si con menos de 20 000 pesos armamos a 165 hombres y atacamos un regimiento y un escuadrón, con un millón de pesos hubiéramos podido armar a 8 000 hombres, atacar 50 regimientos, 50 escuadrones y Manuel Ugalde Carrillo no se habría enterado hasta el domingo 26 de julio a las 5:15 de la mañana».

Pedro Gutiérrez Santos dice que es bueno que los jóvenes sepan que ese Ugalde Carrillo «es un caso insuperable de corrupción y desparpajo, porque el 10 de marzo de 1952, día del golpe batistiano, era un simple primer teniente, pero ese mismo día por la mañana fue ascendido a comandante y por la noche a teniente coronel. Y solo 17 días después (el 27 de marzo) fue promovido a jefe del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), cargo que ocupó hasta el 31 de marzo de 1954».

Florentino Fernández León, nacido en Artemisa el 22 de agosto de 1927, se vinculó a la célula de Calabazar a través de Pedro Trigo, su jefe. Recuerda que Batista dijo que al Moncada lo habían asaltado «expertos militares».

«A eso también Fidel contestó rotundamente en su autodefensa, al afirmar que no eran expertos militares “pero tenían patriotismo suficiente para darles, en igualdad de condiciones, una soberana paliza a todos los generales del 10 de marzo juntos”».

cuartel Moncada Y precisa Florentino: «La inmensa mayoría de los asaltantes había tenido cierto entrenamiento, pero de ningún modo eran expertos. Yo mismo, por ejemplo, aunque era soldado del ejército en la escuela de reclutas, me enfermé con paperas y allí no pude disparar ni un tiro, ni tampoco estuve en los entrenamientos de los futuros asaltantes, porque lo mío fue simplemente adquirir algún parque y una buena parte de los uniformes en el cuartel maestre del Hospital Militar de Marianao, donde me destacaron. Lo hice comprándolos a soldados del Campamento de Columbia. Ingresé en la Escuela de Enfermería en 1948, y en 1951 me designaron en ese hospital. Tal vez por eso me dieron un fusil Winchester 44, con solo ocho proyectiles».

Aclara que Fidel, ante la inminencia de la partida, le sugirió que se mantuviera en su hospital. Pero él le dijo que ya varios militares sabían lo de los uniformes y lo iban a coger, que lo dejara participar en la acción. Fidel lo aceptó y le pidió que consiguiera más parque. «Me dio un papelito que decía “Celda 8”, el lugar donde me albergaría en Santiago. Me fui en mi carro con Trigo y dos compañeros más. Fidel confió en mí».

Pedro Trigo López, hermano del mártir moncadista Julio Trigo, dirigente del grupo, retoma el tema de la mentira batistiana de que los asaltantes al Moncada eran expertos militares.

«Nos preparamos. La primera práctica, encabezada por Fidel, se hizo en un lugar llamado Paso Seco, con palos de escoba solamente. Había que atravesar corriendo matas de aroma llenas de espinas, como prueba de resistencia física, decisión y firmeza. Nos arañamos, pero no nos rajamos. Parecíamos tal vez un grupo de bobos o de locos, y no un puñado de cubanos dispuestos a morir.

«Ese sitio —dice José Luis López— estaba apartado del pueblo y de la carretera que va al reparto El Globo. Allí nos reuníamos clandestinamente para disparar con fusiles calibre 22».

Pedro Trigo comenta que también Fidel, Abel y otros futuros combatientes, practicaron tiro días antes en el conocido Club de Cazadores del Cerro, sin que nadie sospechara. Evoca que el domingo 19 de julio se hizo la última práctica de tiro.

«Los ejercicios finales se ejecutaron desde el domingo 21 de junio hasta el día 19, en la finca Santa Elena, de Nueva Paz, en La Habana, cerca del pueblo de Los Palos».

Pedro Gutiérrez precisa que fue en La Cañada de los Quesos.

«Precisamente allí el 7 de septiembre de 1897 cayó mortalmente herido el teniente coronel Herminio Rivera, jefe de uno de los escuadrones de Caballería del Regimiento “Palos”, fuerza mambisa organizada personalmente por el Generalísimo Máximo Gómez. Fue ese patriota habanero el de mayor graduación muerto en campaña en Nueva Paz».

Ernesto González argumenta, sonriente, que es una ironía de la historia que en un territorio habanero denominado Nueva Paz, los revolucionarios se estuvieran preparando entonces para una «Nueva Guerra» libertadora.

«El abrupto paraje lo escogió Mario Hidalgo-Gato en la finca de su propiedad. La responsabilidad del entrenamiento recayó en Ernesto Tizol, con ayuda de otros compañeros».

Pedro Trigo recalca que «practicaron tiro al blanco con calibre 22, alineación de los órganos de puntería, carrera en zigzag, avance a rastras con el arma en las manos, asalto a postas, desplazamiento en acciones comando, aprovechamiento de los accidentes propios del terreno y ejercicios de defensa personal».

Ernesto González expone que hasta el 12 de julio la práctica se hizo los fines de semana, pero a partir de esa fecha fue todos los días. «A los entrenamientos en Santa Elena asistieron, en uno y otro momento —y casi todos varias veces— los máximos dirigentes del Movimiento. Todo el Comité Civil, menos Mario Muñoz Monroy; es decir: Fidel, Abel Santamaría, Oscar Alcalde, Boris Luis Santa Coloma y Jesús Montané. Y todo el Comité Militar, menos Renato Guitart, o sea, además de Fidel y Abel: Pedro Miret, Ernesto Tizol y José Luis Tasende.

Pedro Trigo explica —en resumen— que las prácticas se hicieron en la Universidad de La Habana, en Guanajay, en Artemisa, en Madruga, en Nueva Paz, en San Nicolás de Bari, en el Club de Cazadores del Cerro y en Calabazar.

«Participaron jóvenes de Madruga, además de compañeros de células de Marianao, Cayo Hueso, Lawton, la zona de San Leopoldo, el Reparto Poey y el barrio calabaceño.

«Se entrenaron allí otros 20 compañeros, que sin estar en células determinadas acudieron al enfrentamiento. De los 151 que fueron a las acciones, 73 estuvieron practicando en Santa Elena. De los mártires, 33 se entrenaron en aquella cañada y de los sobrevivientes, 40 pasaron por allí. Lo hemos sabido por estudios posteriores», expresa Trigo.

Florentino señala: «aunque yo no estuve en ningún entrenamiento, he sabido que en aquel punto no se hicieron disparos al aire nunca, ni a un árbol, ni a una lata, sino contra dianas habilitadas en un riguroso examen de los resultados individuales».

Los 40 000 Kilómetros de Fidel

Los cinco moncadistas recuerdan que «no se ha conocido otro caso de un patriota que haya creado un movimiento revolucionario conversando individualmente con los integrantes de cada grupo constituido, pueblo a pueblo, en la patria que se aprestaban a liberar y que, en un año y dos meses, tras recorrer grandes distancias, haya organizado y entrenado a unos 1 200 hombres. Ese fue Fidel», resalta Ernesto.

«Recorrió en esa noble tarea hasta 40 000 kilómetros. En numerosas ocasiones se reunió con los futuros combatientes de la acción que preparaba tan secretamente que ni los mismos protagonistas conocían contra qué objetivo iban a pelear. Les transmitió ideas políticas e indispensables instrucciones», apunta Trigo.

«Fidel supo aglutinar a jóvenes valiosos, sin ataduras con la politiquería de aquellos tiempos, de moral intachable y origen obrero y campesino, libres de componendas con los reaccionarios, como por ejemplo René Bedia Morales, nuestro compañero del Moncada y expedicionario del Granma, un hombre muy estoico. Fidel fue uniendo ánimos y propósitos como Martí», reflexiona José Luis.

«Una parte de los uniformes y del parque que yo pude conseguir como soldado, los entregué a Melba Hernández y a Pedro Trigo. Los que le di a este compañero se escondieron en un vara en tierra en la cañada donde practicamos tiro», rememora Florentino.

Pedro Gutiérrez explica que todo fue muy rápido, con escaso parque, armas de poco calibre y la angustia de ser sorprendidos por la tiranía.

«Yo —refiere Ernesto González— aprendí a manejar las armas en la Universidad de La Habana y después fui uno de los instructores de pistola, de Springfield y de fusil M-1. Pedro Trigo, Oscar Quintela y Pedro Gutiérrez eran textileros; José Luis, camionero; Florentino, enfermero; René Bedia Morales, pintor de brocha gorda, y yo, zapatero. ¡De expertos militares, nada! Patriotas “expertos”, en cierto sentido, sí. Ellos, en cambio, fueron expertos asesinos, porque mataron a decenas de compañeros después del asalto».

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