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Cuba ha organizado un sistema de control sanitario veterinario para asegurar que la miel y los productos de la colmena estén libres de contaminantes, método que también permite identificar el origen de todas esos artículos en cualquier fase del proceso productivo.
Mayda Verde, especialista en enfermedades de las abejas del Ministerio de la Agricultura, dijo a JR que un logro de Cuba es haber mapificado toda la apicultura, lo cual facilita el seguimiento a la actividad y realizar pronósticos productivos y de impacto ambiental.
«Además de contar con un sistema de ubicación geográfica, hemos ido llevando la modernización y la ubicación racional de las colmenas cercanas a la flora melífera disponible en los radios de vuelo de las abejas.
«Contamos con un registro de apicultores, que posibilita otorgar la licencia veterinaria a quien realmente pueda desarrollar la apicultura.
Ellos reciben una capacitación sistemática para garantizar buenas prácticas de producción».
Según la experta, este sistema incluye además un certificado de origen de la producción, respaldado por la licencia que otorga el Instituto de Medicina Veterinaria en los territorios a los apicultores. Eso permite que cuando la miel ingresa luego a la planta de beneficio, viene registrada desde el campo, y que al momento de conformar los lotes, se puede garantizar su origen. En definitiva, es un producto que ha sido controlado estrictamente desde su origen hasta que llega a la mesa.
«La atención veterinaria a los apicultores garantiza que no apliquen antibióticos para combatir las enfermedades de las abejas, ni que sus producciones se contaminen con agroquímicos.
«Dada la relación con el Instituto de Sanidad Vegetal, al aplicar un plaguicida, como se conoce la posición de las colmenas, avisamos a los productores y evitamos una infección».
