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Ayer, entre la marea de jóvenes universitarios —en este VII Congreso de la FEU—, he visto al delegado Fidel. Con su barba bien tupida, la sonrisa amplia y la alegría desbordada del muchacho todavía imberbe que llegó hasta la capital a conquistar la esperanza en el futuro, el Comandante estuvo con nosotros.
Llegó con paso seguro. Los aplausos se escucharon al instante. Lo estaban esperando. Se acercó a estrechar las manos que se le tendieron por decenas. Se retrató con sus compañeros de aula, para atrapar la alegría de ese día.
En los debates habló de su idea de la universalización de la enseñanza y la cultura, y para ello de la necesidad de llevar la FEU a cada uno de los 169 municipios, y de que la bandera del Ejército de Luz ondee en todo el país.
Sus compañeros de Congreso lo aplaudieron intensamente, como a cada intervención inteligente de esta reunión de juventud revolucionaria.
Ahora me dicen que ejerció su derecho al voto para elegir al nuevo secretariado de la Federación Estudiantil Universitaria. Él sabe cuán importante es predicar con el ejemplo, como eterno joven rebelde.
Se oye y se siente a Fidel, el hombre proa, el del barrio, el muchacho del juego de baloncesto de ayer de tarde. El delegado de la FEU de Mella, de Fructuoso, de José Antonio, ha estado presente en cada una de las palabras, frases o ideas de los debates del VII Congreso desde las brigadas.
¡Fidel!, ¡Fidel!, ¡Fidel, la FEU está contigo para seguir pegando duro!, corearon una y otra vez sus compañeros de batalla, a los que tiene en primera fila para preservar la invulnerabilidad de la Revolución.
Fidel sigue encabezando al estudiantado, ahora en las Brigadas Universitarias de Trabajo Social, en las grandes transformaciones de la sociedad cubana. Él está en el centro de la vida de esta Isla inmensa.
El Comandante del Ejército de Luz está en el corazón de cada universitario. Mucha salud y una pronta recuperación le desearon en nombre del pueblo de Cuba. Este Congreso fue la carga que pidió Rubén y que tú también querías Fidel.
