Una foto, una historia
Israel reabrió el pasado domingo dos de los ocho accesos a la Explanada de las Mezquitas, cerrada el viernes 14 de julio tras el asesinato de dos policías israelíes de origen druso, una minoría indígena religiosa del Oriente Próximo. Los asaltantes, tres jóvenes árabes israelíes, fueron abatidos el mismo viernes por las fuerzas de seguridad de la zona.
Después de mantener consultas con los organismos de seguridad y dialogar con el presidente palestino, Mahmud Abbas y el rey Abdala II de Jordania, el Primer Ministro israelí Benjamín Netanyahu anunció que la apertura será gradual tanto para los fieles musulmanes como para los visitantes y turistas de otras religiones.
El cierre durante 48 horas provocó la condena del liderazgo palestino, autoridades islámicas y varios países árabes. Según el Mufti de Jerusalén, Mohamed Hussein: «Las medidas de Israel violan los tratados internacionales. Perdimos el control de la mezquita Al Aqsa por culpa de sus actos».
El recinto, ubicado en La Ciudad Vieja de Jerusalén, ha sido objeto de conflictos entre Israel y Palestina durante los últimos 60 años. El Haramesh-Sharif, como lo denominan los palestinos, es el centro espiritual de mayor relevancia para la religión judía y la tercera para el Islam, antecedida por La Meca y Medina.
Para los judíos, en la explanada se emplazaron los dos templos erigidos al Dios de Israel. Las obras del primero fueron iniciadas por el Rey David y concluidas por su hijo, Salomón, para proteger el Arca de la Alianza. Dicho templo fue destruido en el 586 AC por el rey babilónico Nabucodonosor II, mientras que el segundo fue demolido por los romanos en el 70 DC. El único remanente de este último fue su sección occidental, conocida como el Muro de las Lamentaciones.
Con la Guerra de los Seis Días, en junio de 1967, el ejército israelí se hizo del control de la zona oriental jordana y aún hoy conserva bajo su jurisdicción esta explanada sagrada para las religiones judaica y musulmana. (Z.S.S.)