La tecla del duende
La posibilidad de contribuir a la salud y la vida de nuestros semejantes ha distinguido durante dos décadas a los lectores de esta columna. En ello pensaba cuando asistí a donar mi sangre en el banco de la calle 23, en el Vedado capitalino, como reclamo de un familiar que lo necesita. A la entrada, el recuerdo, el ejemplo: el 6 de junio de 1970, Fidel donó su sangre en dicho sitio para los damnificados por el terremoto de Perú.
Y, justamente, con ese ejemplo, el doctor Ángel recibió a todos los donantes bien temprano para recordar o dar a conocer los detalles que distinguen el proceso de donación. Y para reconocer que, ante el déficit de recursos humanos, los turnos estarían limitados, algunos trabajadores operarían en más de una función, con un sentido de pertenencia que mucho necesitamos.
Allí estaba Ángel, desplazándose de un espacio a otro, explicando, ayudando, guiando. Un hermano de todos, un ser con empatía, uno de esos ejemplares trabajadores de la Salud. Ángel, por esos hilos invisibles, el mismo nombre del padre de Fidel, ese gigante que nos entregó un ejemplo en aquel sitio del Vedado y que hoy perdura para bien de quienes allí somos recibidos.
Donamos una parte de nuestro ser y no necesitamos retribución, es una gratitud espiritual que regocija a quienes nos hemos educado en la solidaridad y los valores. Donamos, pero queda una satisfacción invaluable en ese accionar cotidiano, un estímulo por saber que se es bueno porque sí, como dijera José Martí. Pocas veces se pone uno a pensar en lo que representa esa pequeña acción de entregar nuestra sangre para el que la necesite y la admita. Desde esta columna, el abrazo para todos los que continúan contribuyendo a salvar vidas. Porque se dice fácil, como eslogan, como mensaje manido, pero qué bien se comprende si se ejecuta con el compromiso de servir a la patria chica, a la Patria grande.
En Holguín, las ocurrentes lideradas por Cary se sumaron a los festejos de la Feria del Libro en el oriente cubano. Como parte de la inauguración de la fiesta del libro y la literatura en el nororiental territorio, frente a la biblioteca Alex Urquiola, las ocurrentes reconocieron a las mujeres y ensalzaron a los trabajadores de la prensa cubana. El festejo luego tuvo eco en otra actividad.