Los que soñamos por la oreja
Confieso que en no pocas ocasiones me resulta harto difícil comprender el proceder de las discográficas cubanas. Sé que la tarea que acometen es muy compleja y que lo hacen con la mejor voluntad posible, pero más allá de ello, con frecuencia dejan pasar propuestas signadas por la calidad artística y que no asumen, supuestamente, por no resultarles interesantes para comercializarlas.
Justo lo anterior es lo sucedido hasta hoy con Lindiana y Mantra, para mi criterio una de las agrupaciones más llamativas entre las aparecidas en nuestro país en años recientes. Surgidos como banda en febrero de 2008, el proyecto encabezado por la vocalista, compositora y arreglista Lindiana Murphy, y el saxofonista y percusionista Alexander Díaz, continúa en la espera porque entre nosotros algún sello fonográfico se anime a sacarles un disco al mercado.
Por suerte, hoy la técnica le facilita al músico poder registrar en soporte digital su quehacer, por encima de que sea o no puesto en circulación por una disquera. Dicha realidad ha sido comentada hasta por el ministro de Cultura, Abel Prieto, quien en una entrevista concedida a la periodista Vladia Rubio durante el Taller Internacional sobre Redes Sociales, efectuado en La Habana en diciembre de 2011, expresó lo siguiente:
«Las industrias culturales se han democratizado. Antes tú tenías que hacer una cola en la Egrem para que te hicieran un disco, o tenías que presentar un guion al Icaic y esperar turno para que te lo aprobaran y, después, que se pudiera disponer de presupuesto. Hoy, puedes hacer una película y un disco en tu casa. Las nuevas tecnologías favorecen formas que antes eran industriales. (...) Por eso las instituciones tienen que tener la flexibilidad, la atención suficiente, a los procesos creativos novedosos que pueden considerarse “alternativos”».
El hecho de que un músico se anime a asumir las (virtuales) riendas del carruaje e ir hacia la montaña (léase industria privada o estatal) cuando esta no viene a él, como ha afirmado Manuel Santín, «genera la policromía y también la dispersión cualitativa, hay que reconocerlo, pero que se convierte en testimonio fiel de los tiempos que corren».
A tono con la nueva circunstancia, la triste realidad de antaño de que valiosos trabajos se perdían al no poder quedar grabados, en la actualidad es cosa del pasado. Así, Lindiana y Mantra han sabido aprovechar las facilidades que en nuestros días ofrece la tecnología y de tal suerte, aunque no hayan salido de forma oficial, hasta el presente han entregado para sus seguidores un par de propuestas fonográficas.
La más reciente de ellas lleva por título Terras, un CD hecho a medio camino entre el español y el portugués, a partir de la vivencia que la banda tuviese durante una estancia prolongada en tierras de Angola.
Aquí el proyecto continúa en su apuesta de no querer transitar por lo manido en materia de música. En este álbum, desde el punto de vista genérico estilístico, el ensamble se aleja un tanto de la defensa que había llevado a cabo en su primer repertorio de las sonoridades procedentes de la llamada World Music, para decantarse por una propuesta digamos que de aire más pop. Semejante orientación se verifica en la fuerte presencia que la canción, ya sea en forma de balada, bolero o incluso de danzón, posee en este fonograma y que permite a Lindiana Murphy resaltar sus potencialidades como excelente vocalista.
Desde el primer corte del álbum, el denominado Olas, disfrutamos de una pieza bien interpretada y en la que los textos también se destacan por su nivel cualitativo. Junto al aludido tema, aparecen entre mis favoritos Falso amor y Ya te olvidé, así como varios de los que se cantan en portugués, entre ellos, Muxima, Acontece, Eu Preciso Falar Con Voce (para mi gusto personal, de lo mejor facturado en la grabación) y Beijo Robado.
No faltan en el disco piezas de aire marchoso, como es María Quere Dancar, cuya intro instrumental fuese muy utilizada en la televisión como parte de un spot a propósito de una reunión de los mandatarios de las islas del Caribe. Así, al arribar al último corte del fonograma de producción independiente, sentimos que esta es una propuesta grata al oído, al margen de que todavía no haya sido licenciada por ninguno de nuestros sellos discográficos. ¡Qué pena!