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Sacan la carta ganadora de debajo de la manga, y de una forma u otra también los contratados siguen en el negocio. En marzo, Blackwater Worldwide, o como ahora se hace llamar, la empresa Xe, perdió la iguala multimillonaria con el Departamento de Estado, mediante la cual protegía a los diplomáticos estadounidenses en Iraq.
Los hombres de Blackwater repetirán en Iraq con la Triple Canopy. Foto: AFP El gobierno de Nuri al-Maliki no le renovó la licencia para operar en suelo iraquí, como tampoco los privilegios de inmunidad e impunidad de que gozaban. Era el pase lógico de cuenta por los escandalosos desmanes y los crímenes cometidos contra civiles, lo mismo en Bagdad que en Najaf y otras localidades, y en más de una ocasión.
Pero los asalariados de esa empresa que hacía honor a su nombre de «aguas negras», los guardias de seguridad privada, no están dispuestos a que la cesantía los alcance y, simplemente, regresarán al país mesopotámico con otro uniforme. Algo así como el mismo perro de la guerra, pero con diferente collar.
Triple Canopy —triple manto o dosel, si lo traducimos literalmente—, una más entre las empresas en el negocio de los guerreros a sueldo, llena el hueco de la Blackwater.
¿Qué hacemos?, se pregunta Triple Canopy en su página web, para responder publicitariamente con las «bondades» que la hacen merecedora del agresivo trabajito: «Triple Canopy mitiga los riesgos y desarrolla programas de seguridad comprensivos para agencias de gobierno, corporaciones privadas y organizaciones no gubernamentales que trabajan en ambientes de alto riesgo a través del globo».Y la compañía con sede en Virginia también asoma una hojita de su experiencia sirviendo en operaciones militares especiales de élite y unidades de contraterrorismo, para lo que cita Iraq, Israel, Haití y Nigeria, o su trabajo de entrenamiento de oficiales policíacos en California, New Jersey, Texas, Washington, Massachusetts y otros estados de la Unión.
Pero, como informaba hace un par de días el diario The New York Times respecto a los hombres que hasta ahora estaban bajo la égida de Blackwater, «los guardias de seguridad estarán de regreso a su trabajo en Iraq» formando filas en Triple Canopy, que por cierto tiene una especie de preferencia por mercenarios procedentes de Perú, El Salvador, Chile y de otros lares, donde a lo mejor ahorra en salarios, pero al decir del periódico no parecen darle suficiente calificación para cubrir el contrato que le otorgaron el 31 de marzo.
¿Acaso alguien duda que podrían repetirse incidentes semejantes al de septiembre de 2007 en que mercenarios de Blackwater masacraron a 17 civiles iraquíes en una plaza de Bagdad?
Las pesquisas del diario neoyorquino aportaban un dato interesante y de muy mal olor: Según Susan Burke, una abogada estadounidense que está a cargo de tres demandas contra Blackwater en nombre de algunas de las víctimas civiles iraquíes de estos negociantes de la guerra, Triple Canopy pudiera subcontratar a una compañía llamada Falcon Group, para que se haga cargo de las operaciones en Iraq, y este Grupo Halcón, que se dice de propiedad iraquí, es un afiliado de Blackwater.
Así que nada cambia en el cuartito, cuando el contrato del Departamento de Estado que ahora dirige Hillary Clinton se reparte entre Triple Canopy y DynCorp —que ya venía haciendo lo suyo desde el inicio de la guerra—, y estamos hablando de un negocio por cinco años, que entrará en efecto el 7 de mayo, suma 977 millones de dólares, y representa una gran proporción de los negocios mundiales de la Blackwater.
Quizá para calmar un poco las críticas posibles, el reporte del New York Times menciona que habrán nuevas reglas del juego para evitar que los guardias de seguridad tengan un comportamiento menos agresivo, lo que sería actuar diferente a lo que un ex coronel del Cuerpo de Marines que trabajó estrechamente con Blackwater comentó y fue citado por el rotativo: «No compasión con los locales que tiene que utilizar los caminos junto con un convoy de vehículos de Blackwater, disparen si hay duda y manténganse conduciendo, etc.»
Todo está dicho sobre lo hecho, falta por ver lo «nuevo» bajo el dosel.