Acuse de recibo
Hay excepciones que confirman la regla de la estoicidad, el coraje, el espíritu de superación y la capacidad de crecerse por encima de tantos golpes que deparan la Naturaleza y la propia vida a ciertos seres, como el joven Harold Lázaro Quintana Figueroa.
Cuenta el muchacho de 19 años que es huérfano de madre, los tutores a su cargo son sus bisabuelos, y es una familia muy humilde, que reside en calle 178 s/n, entre 375 y 377, en el reparto Mulgoba, de la capital. Él presenta el síndrome de la artogriposis congénita, un padecimiento que va resintiendo gradualmente las articulaciones y hasta el movimiento de la persona.
Con grandes esfuerzos, Harold culminó el preuniversitario en 2017 y matriculó la carrera de Contabilidad y Finanzas en la Universidad de La Habana. Y esa Facultad diseñó para él un plan de estudios específico, con una asistencia de dos veces a la semana en el curso diurno. Pero pudo asistir en pocas ocasiones, haciendo ingentes esfuerzos de voluntad, y por la generosidad de algunos amigos. Y su vida en tres ocasiones se expuso al peligro, por la vulnerabilidad física que presenta. No ha podido continuar sus estudios.
Harold ruega que tengan en cuenta su particularidad y sus irrefrenables deseos de convertirse en un profesional útil al país:
«Si me prestaran una computadora con servicios de correo electrónico e internet en casa, podría comunicarme con mis profesores, recibir las conferencias y ser examinado por esas vías de comunicación. Por mi discapacidad, me corresponde un teléfono fijo en casa, el cual nunca me han otorgado».
El joven no pretende que le regalen nada: «Con toda entereza y honestidad» garantiza que devolvería todos los medios que le prestaran para que otros como él puedan utilizarlos. Y una vez que sea licenciado, promete que, por descuento de su salario, pagaría cada centavo que el Estado haya invertido en su difícil misión.
«Actualmente estoy en espera de alguna ayuda solidaria que me permita lograr mis sueños de graduarme como Licenciado en Contabilidad y Finanzas en la Universidad de La Habana», concluye el irreductible Harold.
Nada es imposible para él, aun teniendo tantos obstáculos. ¿No merece que se le apoye?
El 21 de octubre de 2018, y desde Camagüey, Pedro Manuel Padrón Cruz contó aquí que solicitó su carné de identidad por pérdida, el 1ro. de agosto de ese año, en las oficinas dedicadas a ese trámite en la calle Lugareño, de esa ciudad. Allí, añadía, le dieron un comprobante para recoger el nuevo carné el 1ro. de septiembre. Fue el 8 de ese mes, y le dijeron que aún no estaba: Trasval no lo había traído.
Cuando intentó saber el porqué, no estaba la persona que los entrega. Lo atendió otra empleada. Tecleó en la computadora y le dijo que volviera el jueves 13 o el viernes 14, sin más explicaciones. Pedro dio tiempo y fue el viernes 21. Y la empleada que los entrega buscó: no estaba todavía. Le tomó sus datos personales y le orientó volver a la semana siguiente, para ver si Trasval lo había traído. Él volvió el 28 de septiembre y el carné no estaba listo aún. Debía retornar la semana siguiente…
Pedro tuvo que recomenzar de nuevo: toma de huellas dactilares, nombres y apellidos, fotos, dirección particular. Y lo enviaron para el local de trámites, pero ya eran las seis de la tarde, se decidió que volviera el 29 de septiembre. Fue ese día y al fin se pudieron procesar todos los datos. Pero le informaron que debía esperar entonces 21 días…
El pasado 11 de febrero se recibió la respuesta del teniente coronel Edel Aparicio Hernández, jefe del Órgano de Trámites de la Jefatura del Ministerio del Interior en la provincia de Camagüey, quien afirma que la queja de Pedro Manuel «procede con lugar».
Y añade que «se evidenciaron irregularidades y errores en los procedimientos de trabajo por los funcionarios implicados, y escasa supervisión del proceso por el jefe de la Oficina»; al tiempo que informa que de los implicados, «los militares serán analizados como corresponde, y a la civil se le cerró el contrato».