Acuse de recibo
A Alfredo González, de Chávez Marrero (calle 308 no. 339, entre 3ra. A y 3ra. B, Santa Fe, La Habana) el Consejo de la Administración Municipal de Playa le otorgó un subsidio para obras en su casa. Y cuando tuvo la orden de la primera compra, ascendente a 1 900 CUP, comenzó a sacar cuentas….
Lo primero es que, como en otros municipios, en Playa se centralizó la distribución de materiales a los subsidiados en el rastro de 76 y 29, en Buenavista, muy distante de Santa Fe.
Le habían informado que no se garantiza el transporte, uno mismo debe resolverlo. Los choferes de camiones particulares le dijeron que no operan con licencias por medio de los bancos. No les interesa.
Y para llevarle los materiales de Buenavista a Santa Fe, le cobraban 40 CUC, que son 1 000 CUP. Además, debía llevar 12 sacos para cada metro cuadrado de áridos, que en su caso serían 24 sacos. Y conseguirlos, a 5 CUP cada uno. En total, 120 CUP.
Además, refiere, el personal del rastro no carga los materiales, y el interesado debe pagar el servicio de dos braceros, de los que están en las afueras del rastro: pagarle a cada uno 5 CUC, al ser dos serían 240 CUP.
«Afirma que en total para transportar algo de mi subsidio debería disponer en este primer viaje de 1 360 CUP, para un valor de compra de 1 900 CUP. Y esto solo en el primer viaje.
«Resultado, que con mis 79 años y mi bastón, me retiré pensando y pensando en mi Revolución Socialista. En mi criterio, y el de otros autorizados de mi consejo popular, cuestionamos cuál es el beneficio político, económico y social de centralizar las entregas de subsidios del municipio de Playa en el rastro de 76 y 29, Buenavista, tan distante de aquellos consejos populares que, por sus características, presentan mayores afectaciones en sus viviendas».
Aparentemente es asunto femenino la falta de almohadillas sanitarias, conocidas en Cuba como íntimas; pero Juan Carlos Vázquez (calle 20, edificio 29, apto. 4, entre 4 y 5, El Roble, Chibás, Guanabacoa, La Habana) se une a la insatisfacción de su esposa e hija.
Cuenta que el pasado 14 de febrero acompañó a su esposa a la farmacia de calle 26, entre 3ra. y 4ta, en su barrio, para inscribir en 2018 a ambas mujeres, con vistas a poder adquirir esas almohadillas.
Concluido el trámite, dice, les vendieron las que les correspondían a enero. Asombrado, Juan Carlos planteó a quien parecía ser la administradora de la farmacia, que ellas no adquirían las íntimas desde julio de 2017, pues mes tras mes les decían que no había en existencia: que si la fábrica tenía problemas con materia prima, que si atrasos en la distribución, que si problemas con el transporte, o que vino incompleta.
Cuando preguntaron por la deuda de meses, precisa, les dijeron que en enero se habían pagado todas. «Cinco meses yendo por el producto sin poder adquirirlo —apunta— y ahora este criterio. Se perdieron, así de sencillo».
«¿Cuánto habrá de verdad en tan increíbles, confusas o extrañas excusas? ¿Cómo es posible que uno vaya y no estén, o no las encuentre allí de manera regular y en otras farmacias cercanas, fuera de la comunidad, sí las vemos siempre? ¿Por qué de repente nos dicen que se perdieron, porque, según ella, en enero se pagaron las deudas?», concluye.
Ana María García Guevara (calle 72 No. 2717, Buenavista, Playa, La Habana) relata que desde octubre de 2017 en su cuadra, y en otras del barrio, casi a diario, ya pasando las 6:30 p.m., desaparece el gas manufacturado o de la calle.
Precisa que su esposo se personó en febrero pasado en las oficinas de la empresa del gas en Avenida 11, entre 60 y 62. Y enviaron al mediodía al mecánico, quien revisó la entrada de gas: buena presión entonces en las cuatro hornillas. Aquí no hay problemas, dijo. Le explicaron lo del atardecer y señaló que pasaría la orden al jefe.
Pero todo sigue igual. Es en horario de cocina, de comida. Y nadie sabe porqué. ¿Se habrán «gasificado» las necesarias respuestas y soluciones a los clientes?