Acuse de recibo
María Victoria González-Quevedo Arnáez (calle 47 No. 1211, entre 36 y Lindero, Nuevo Vedado, La Habana) denuncia, en carta firmada también por otros vecinos, que hace dos meses, en el edificio 168, que colinda con su vivienda, comenzó a verter aguas negras un registro que está justo frente al consultorio del médico de la familia.
La situación, añade, se reportó de inmediato. Días después fue un camión cisterna que, según la remitente, era de Aguas Negras, hoy convertida esa entidad en la Empresa de Saneamiento Básico. Y aparentemente se resolvió, porque dejó de brotar agua sucia, ya que alivió la congestión en la acometida. Pero el problema resurgió, porque en realidad la línea que conecta a la red de alcantarillado está averiada en su curso.
«Hasta ahora, señala, las aguas negras con residuos fecales y de desecho de todo tipo se mantienen aliviando hacia las casas colindantes de la calle 47, ante la mirada indolente de los vecinos del citado edificio, y sin la debida actuación del personal de Salud Pública que trabaja en el citado consultorio».
Por gestión de un vecino, acota, se volvió a dragar la conductora averiada. Pero bastó un día para que el manantial fétido y constante resurgiera y copara jardines y pasillos exteriores. «Incluso, los ciudadanos que se atienden en el consultorio, tienen que atravesar el río de mugre para tratar sus afecciones: embarazadas, casos de gripe, infecciones de todo tipo y mujeres para pruebas citológicas, sin las normas antisépticas establecidas por el Ministerio de Salud Pública».
El delegado de la circunscripción, reunido con los vecinos, les informó que lo había tramitado con el Consejo de la Administración Municipal, y le respondieron que la brigada especializada que debe atender esa emergencia tiene muchos casos aún por resolver, y es una sola para todas las averías de ese tipo.
«En otras palabras, afirma, hay otras prioridades. ¿O será un escalafón por orden de rotura? Ahora los vertimientos ocurren detrás del consultorio, y los residuales andan a sus anchas por nuestras zonas vitales exteriores. Fue un inspector de Higiene y Epidemiología y se limitó a realizar un informe.
«Pero un documento no constituye por sí mismo una solución. Desde hace un mes, el ambiente enrarecido impide que se pueda disipar el calor de las viviendas, porque con solo abrir una ventana, el tufo se apodera de cada rincón.
«Estamos en presencia de una suma de factores: indolencia de decisores y actuantes, vulnerabilidad de personas de la tercera edad, niños y vecinos con enfermedades crónicas. Y un poco de blablabla de manual. Clásico. Estamos en presencia de un problema de salud pública, y hasta este minuto, no se avizora una solución definitiva. El policlínico citado no ha tomado cartas en el asunto y ha mantenido además abierto el consultorio, como si nada de esto estuviera sucediendo», concluye María Victoria.
Por otra parte, hace más de tres años hay un vertimiento de aguas albañales en la entrada del edificio de 12 plantas No. 9028, en la avenida 15 del reparto Guiteras, en la capital, denuncia Vicente Santiago Alvarado Viñas, residente en edificio 1, apto. 16, calle Nueva del Oeste, entre 20 y 21, en esa misma urbanización.
Dicho vertimiento está a pocos metros de una farmacia con laboratorio, la cual ha tenido que suspender sus servicios en varias ocasiones. Según el remitente, ante los reclamos de los vecinos, se hacen trabajos allí de destupición (no precisa por cuál entidad), pero no se le da la solución definitiva. «Solo una curita de mercurocromo», enfatiza Vicente.
Advierte el lector que el problema se agudiza cada día más y se vuelve más agresivo por la posibilidad de transmisión de enfermedades y la pestilencia.
Ante casos como estos, la ciudadanía necesita saber si la lentitud y morosidad para erradicar definitivamente esos vergonzosos vertimientos de aguas sucias, se originan por la falta de recursos y equipamiento para solucionarlos, o por la chapucería y ligereza con que se enfrentan tales problemas.