Acuse de recibo
El pasado 29 de junio, desde Nuevitas, Camagüey, Fernando de Jesús Hernández Caymares, suscriptor de Granma, Juventud Rebelde y Trabajadores, denunciaba aquí que, aunque su domicilio dista solo una cuadra del Correo, recibe esas publicaciones hasta con tres días de atraso.
«Pago 16 pesos cada mes por un servicio que no recibo, pues no me lo traen como debe ser, contaba. He hablado con el cartero en diferentes formas y se ríe. No me presta atención. Con la responsable de la prensa, Julia, también, y dan respuestas que no convencen. No tiene ninguna justificación. Y esto sucede hace mucho tiempo.
«Yo tengo que ir al Correo, hacer la cola y pagar los periódicos, porque el cartero tampoco viene a cobrar. Y si pasa del día 24, automáticamente, sin explicación, te dan baja. Es un maltrato al cliente. Les dije que escribiría a la prensa nacional, y el cartero se ríe. No hace caso».
Así, responde Juan Carlos Prada Fernández, director general de la Empresa de Correos Camagüey, que desde el pasado mes de marzo, ese barrio fue afectado en el servicio postal a domicilio, porque al cartero del lugar se le dio baja, a partir de señalamientos críticos a su labor. Y durante 20 días se repartió la prensa utilizando a carteros de relevo y de barrios colindantes.
Aun así, dice, prevaleció irregularidad en la entrega a domicilio, que cesó hasta la ubicación de un nuevo cartero, quien hoy presta servicio en dos barrios a la misma vez. Ello, abunda, porque no ha sido posible captar fuerza de trabajo para carteros. Y reconoce que la inestabilidad en la entrega a domicilio por falta de carteros afecta la calidad de los servicios y la imagen corporativa de la entidad.
Afirma que Correos Camagüey afronta dificultades con la fluctuación de los carteros y ausencias por vacaciones, enfermedad y otros motivos, que inducen a irregularidades en la entrega de la prensa.
No siempre se logra cubrir las plazas de carteros titulares y relevantes con prontitud, señala. Y ello se une a serias dificultades con el transporte de distribución de la prensa, publicaciones, bultos postales y mercancías necesarias para esa actividad.
Sin embargo, admite que lo sucedido con Fernando es totalmente subjetivo, pues podía habérsele atendido oportunamente y darle una respuesta o solución con la seriedad y el respeto que merece el cliente, a pesar de que no siempre una respuesta es la solución del problema.
«Lamentablemente, plantea, no fue así. Y Fernando fue maltratado al no recibir la información real y necesaria, por lo cual hemos adoptado las medidas administrativas y organizativas correspondientes, para evitar que situaciones de esa índole se repitan».
Sabiendo que no es primera vez que irrumpe el asunto en esta sección, cabría preguntar a Correos de Cuba: ¿Por qué la fluctuación laboral de los carteros? ¿No hay solución para ello?
Jesús Peña Ramos Bernardo (Posse 20312, reparto La Rosalía, San Miguel del Padrón, La Habana) ya viene de regreso de todos los trámites y reclamaciones posibles con Etecsa, sin que hasta ahora pueda resolver el problema que lo incomunica telefónicamente con frecuencia.
Desde hace unos cuatro años, asevera, cuando llueve o truena se interrumpe el servicio telefónico de su domicilio. Y hace un año que el asunto se ha agudizado aún más.
Cada vez que cesa la comunicación, comienza la odisea: llamar incansablemente al 114 o al 118, y hasta ha tenido que dejar de trabajar varias veces para personarse en las oficinas comerciales de Etecsa-Cumbre, en ese municipio.
En un año, refiere, se pueden presentar hasta más de diez interrupciones, las cuales inutilizan el servicio en un margen de cinco a 20 días. Para colmo, afirma, después de reportada la avería, se han demorado hasta 21 días en restablecer el servicio. Incluso realizan la reparación y a los pocos días se repite la interrupción, sin que necesariamente haya llovido.
«En todos los casos —apunta—, la respuesta es la misma e incompleta: no hay tarjetas de PCM; hay que esperar que lleguen del taller. Incluso, una supervisora me dijo que no había tarjetas en el país. Y cuando recabo de una fecha, la respuesta es: “No sabemos”. Etecsa es incapaz de decir una fecha para una reparación».
El 14 de julio, cuando me escribió, Jesús llevaba diez días sin servicio telefónico y comentaba que invertir en una tecnología y no tener asegurados todos los recursos para brindar el servicio, sería «un disparate empresarial».