Acuse de recibo
El pasado 15 de enero reflejé aquí la queja de varios pobladores de la comunidad La Campanita, en el municipio cienfueguero de Cumanayagua, sobre los impactos sonoros y ambientales del grupo electrógeno situado a solo 50 metros de sus viviendas.
Contaban los denunciantes que la vida se les hace insoportable por los altos decibeles de ruido, los gases y altas temperaturas que este genera. Por ello, insistían en que habían enviado cartas a Higiene y Epidemiología y al Citma, a más de que lo han reiterado en las asambleas de rendición de cuentas del delegado por más de cinco años.
Precisaban también que, aunque la Empresa Eléctrica ha realizado algunas acciones para mitigar el impacto, este no se soluciona.
«Tenemos personas asmáticas, con graves problemas de audición y estrés prolongado», decían. El consultorio médico y la escuela están cerca del grupo electrógeno, que afecta el proceso docente educativo. Y en la atención al paciente, en ocasiones ni se escuchan los signos vitales cuando la doctora realiza el diagnóstico.
«En julio de 2013 se hizo un estudio ambiental solicitado por la Empresa Eléctrica, y arrojó que a las nueve de la noche había 85-95 decibeles en las salas de las casas, con solo seis equipos funcionando, de los 11 que tiene el grupo.
«Hoy hay grietas en las paredes de las casas, y las cortinas están negras del humo que desprende el grupo. Sabemos que estos grupos son una solución energética en nuestro país, pero creemos necesario se continúen realizando acciones para disminuir el efecto negativo que este causa», concluían.
Al respecto, responde el ingeniero Miguel Pérez Rodríguez, director general de la Empresa Eléctrica Cienfuegos, que el grupo electrógeno de marras fue erigido en 2007, con una capacidad instalada de 3,5 megawatts, previa aprobación «por los niveles facultativos de todos los factores que intervienen en dicho proceso».
Reconoce que este «ha sido objeto de quejas con razón para el cliente y concertadas con nuestra Dirección de Generación de manera gradual, en aras de una solución que permita eliminar las molestias y también disminuir los costos».
Precisa que a raíz de quejas en enero de 2011 se decidió, para atenuar los impactos, techar las máquinas, trabajar los equipos con todas las tapas del motor acopladas, sembrar arbustos intermedios como barreras y hacer un uso racional de la generación.
Posteriormente, agrega, la caracterización y monitoreo de ruidos realizada por la Agencia de Medioambiente Geocuba de Villa Clara y Sancti Spíritus, y el propio Sistema de Gestión Ambiental de la Empresa Eléctrica, arrojó que esa central eléctrica no cumplía con los valores máximos permitidos por la normativa cubana para zonas habitables.
«Se deterioran las condiciones, —apunta—, sobrepasándose los valores normados en el interior de las viviendas. Aunque en el exterior de las mismas no se sobrepasen los cien decibeles, se considera que la situación es desfavorable apara los vecinos, por lo que existe riesgo de daño auditivo y trastornos emocionales por exposición al ruido y la calidad del aire; dada la propia cercanía a la fuente emisora y perturbación de los horarios de descanso».
Afirma, además, que se le ha propuesto a la Unión Eléctrica el cierre y desmantelamiento de esa central, con vistas a trasladarla a otra zona dentro del territorio, con un estudio previo de evaluación de impacto ambiental. Ello permitiría, según explica, mantener la capacidad de generación sin daños colaterales al medio ambiente.
Agradezco la respuesta y la propuesta de traslado de la central. Solo faltó explicar si ya la comunidad existía cuando se aprobó su ubicación «por los niveles facultativos de todos los factores que intervienen en dicho proceso». Si fue así, evidentemente no se previeron los impactos ambientales.
Tampoco se explica por qué tantos años lidiando con la demanda de los pobladores y con las evidencias de las molestias que arrojaban los estudios, y ahora que se publica la queja es cuando se propone el traslado del grupo electrógeno.