Acuse de recibo
Desde Santiago de Cuba llegan dos denuncias acerca de la excesiva contaminación sonora para unos, en nombre de la diversión de otros…
La primera la envía Yusbely Gálvez, desde Avenida Garzón 265 y medio, altos, entre L y 3ra., en el reparto Sueño de esa ciudad. Ella valora como una excelente iniciativa la Noche Santiaguera que hace unos años se desarrolla a lo largo de esa céntrica avenida en fines de semana, con diversidad de ofertas recreativas y gastronómicas.
Lo que sí no comprende es por qué tal programación debe ir acompañada del excesivo volumen sonoro en los quioscos y tarimas, y de la aglomeración de los mismos en ciertos casos.
Cuenta que en su cuadra existe una tarima en ambas esquinas. En una difunden música folclórica y en la otra un espectáculo cultural del grupo Malaika que, cuando concluye, da paso a lo más desesperante: música y animación a todo volumen, guiadas por los DJ. En la misma cuadra está el quiosco de la Egrem y, como si fuera poco, ahora se unió otro equipo de audio a un quiosco de Gastronomía, desde las diez de la mañana, a niveles desesperantes…
«¿Ustedes imagina mi casa y las de los vecinos de la cuadra, cuando todo eso está activado, a todo lo que da? No se puede ver televisión ni hablar por teléfono; para comunicarnos es por medio de gritos. No se puede estar», señala la lectora.
Afirma Yusbely que los vecinos se han acercado a los responsables de esos sitios para que bajen la música. Y al final todo sigue igual. Por los días festivos de fin de año, la Noche Santiaguera se instaló desde el 23 de diciembre hasta el 6 de enero.
Ella terminó en el Hospital Provincial, con una afección auditiva. Según el facultativo, sus oídos llegaron al límite. Y la solución, además de los medicamentos, fue que se alejara de los ruidos.
«¿Adónde voy?, pregunta. ¿No creen que se soluciona mi problema y el de los vecinos bajando la música a niveles permisibles, espaciando más las tarimas y llevando la Noche Santiaguera a espacios abiertos, donde el pueblo disfrute a plenitud y no moleste a los vecinos? ¿No hay nadie que vele por los derechos y la tranquilidad ciudadana?».
Humberto Barrabí (Calle 2, Edificio 15, apto. 9, esquina a 23, reparto Vista Alegre, Santiago de Cuba) cuenta que los vecinos de esa cuadra viven sufriendo el excesivo volumen de los espectáculos nocturnos que se registran cada noche, desde las nueve hasta las dos de la madrugada, en la cercana parrillada El Piano, perteneciente a la Empresa Provincial Gastronómica y de Servicios Especiales.
En febrero de 2011 los vecinos enviaron cartas a la administración de la parrillada, el Consejo de la Administración de Vista Alegre, la delegación territorial del Citma en Santiago y otras entidades. Sin soluciones, escribieron en marzo de 2012 a la Empresa Provincial Gastronómica y de Servicios Especiales, el Grupo Empresarial de Comercio en Santiago y otras instancias. Y fue publicada una queja de los vecinos en la sección Buzón del Pueblo, del periódico provincial Sierra Maestra.
Hubo visitas de representantes del Grupo Empresarial del Comercio y de la dirección de la parrillada. La situación se alivió en unos pocos días… hasta que volvió el desaforado volumen de la música y el audio.
El 8 de diciembre de 2012 un especialista de Higiene y Epidemiología hizo mediciones de ruido en dos viviendas cercanas y en la azotea, y comprobó que los niveles eran altos, por encima de la norma. Y su informe fue enviado al departamento de Atención al Cliente de la Empresa Provincial Gastronómica.
Lo cierto es que todo continúa igual o peor, expresa el lector: la contaminación sonora es mucho más alta que cuando el informe se levantó. «La parrillada El Piano continúa sin cumplir con los señalamientos hechos y el cabaré que organizan entra literalmente en mi casa. ¿Quién controla regularmente un centro nocturno que provoca afectaciones todas las noches? ¿Quién va a parar a esa gente?», concluye preguntando Barrabí.