Acuse de recibo
El doctor Jorge Alberto Miranda, director de Salud en la provincia de Santiago de Cuba, cierra con su respuesta la «historia clínica» de una indolencia continuada de varias empleadas, que paradójicamente contrastó con la profesionalidad y el esmero de una excelente Doctora.
Vamos antes al origen: el pasado 14 de agosto reflejé la queja de Ana Rosa Seguí, una señora de 63 años, que es atendida regularmente por la proctóloga, doctora Georgina Castellanos, en el Policlínico de Especialidades del Hospital Provincial Saturnino Lora, de esa ciudad.
Contaba Ana Rosa que el 17 de enero de 2012 tuvo la consulta con la doctora Georgina, «un amor de persona», y su historia clínica no estaba. Tuvo que entrar con una hoja en blanco para no perder la cita. La hija de Ana Rosa fue al Archivo a averiguar por qué el importante documento no estaba en la consulta. Y una empleada le planteó que las historias clínicas se guardaban en el sótano del hospital, el cual estaba inundado de agua por las lluvias de esos días, y no se podía entrar a sacarlas. Y le aseguró que para la próxima consulta, el 17 de abril, ya la tendrían.
Llegó el 17 de abril. Ana Rosa fue a su cita, y la historia clínica tampoco estaba. La empleada del Archivo, después de buscar en los registros, le dijo que no se subió del sótano por no estar clasificada con la letra C de consulta. Y agregó que no estaba en sus manos resolver el asunto en ese momento. La doctora Georgina volvió a atenderla sin la hoja clínica.
En la tercera consulta, el 17 de julio, la historia de Ana Rosa tampoco apareció. Y ella me escribió, contrastando la devoción de la Doctora con el descuido y la irresponsabilidad del Departamento de Archivo.
Al respecto, el Director de Salud en la provincia responde que Ana Rosa tenía toda la razón para quejarse, pues «quedó demostrado que existió falta de accionar por el personal de Archivo, al no realizar la gestión de buscarle la historia para la consulta».
Precisa que, luego de investigados los hechos, por las violaciones detectadas se aplicaron medidas disciplinarias con los responsables: las trabajadoras del Archivo y la secretaria de la Consulta; las que no actuaron oportunamente en el momento en que la paciente necesitó de su atención. Se incumplió lo establecido —refiere—, hubo falta de información y no se reclamó la historia clínica, al punto de que se permitió que se efectuara la consulta con una historia ambulatoria.
A la doctora Georgina, agrega, se le señaló que siempre que esto suceda hay que alertar al Director del Policlínico para que tome las medidas pertinentes, y evitar que hechos como estos se repitan. Y Ana Rosa Seguí se mostró conforme con la respuesta recibida, concluye.
Celestino Bosa (Paseo Agramonte No. 812, Florida, Camagüey) es un campesino fundador de la cooperativa de crédito y servicios fortalecida Octavio Aragón, que se encuentra a 14 kilómetros de la cabecera municipal.
Y para trasladarse a sus tierras, Celestino debe enrumbar por el camino del Consejo Popular Conquista. Pero el mismo cruza —mediante un puente muy añejo, de 12 metros de largo— el río Jiquí, que tributa a la presa Mario Muñoz.
Desde hace más de un año está prohibido el paso por el puente de marras, pues las autoridades de Vialidad certificaron que el mismo no posee las condiciones técnicas mínimas para el trasiego de carros. Hay un desvío, que implica un recorrido mucho mayor, entre ocho y diez kilómetros de más, y por caminos cañeros intransitables. Al final, es gasto superior de combustible. Para que se tenga una idea de cuánta mercancía se trasiega por allí, solo la cooperativa de Celestino tributa a la cabecera municipal cientos de toneladas de alimentos, precisamente por ese puente.
El remitente piensa que no hay que esperar a las calendas griegas para devolver a esa vía, en el plazo más breve, su solidez. «La solución del puente está en la localidad. No necesitamos recursos importados —señala él—; contamos en el municipio con varias empresas que almacenan vigas en desuso que pudieran ser empleadas», concluye Celestino.