Acuse de recibo
Héctor Machado Almenares (Avenida 73 No. 12216, entre 122 y 124, Mariel, Artemisa) es licenciado en Fisioterapia; y como tal, cumple un honroso deber como colaborador de la Misión Médica en Venezuela. Para disfrutar de sus vacaciones, llegó el pasado 17 de septiembre al Aeropuerto Internacional José Martí, por la terminal 5, y ahí empezó la tragedia.
Le informaron que parte de su equipaje y el de una compañera habían sufrido daños «por mal trabajo de los empleados de Cubana de Aviación»: a dos televisores de plasma de 32 pulgadas se les había roto la pantalla. Al parecer, no fueron ubicados en la zona de equipos frágiles de la parte del avión destinada a ello, o fueron mal manipulados.
La representante de Cubana les dijo que había que esperar días para la respuesta: si reponer con un equipo de la misma categoría, o devolver en moneda equivalente a lo que cuesta en la tienda. Finalmente, la respuesta oficial de la jefa de Equipajes Extraviados, fue que se pagarían los equipos según el peso, como si fuera un bulto de equipaje perdido.
Es decir, precisa, que si el televisor pesaba 12 kilogramos, les pagarían 20 CUC por cada kilogramo, para un total de 240 CUC. «Es sabido —enfatiza el lector— que ese importe que nos pretenden pagar no equivale ni a la cuarta parte de lo que costaría un equipo como ese en nuestro país».
Ni Héctor ni la otra colaboradora están de acuerdo; este redactor tampoco lo estaría.
«Algunos me aconsejaron —señala— que nombrara a un abogado para las reclamaciones legales correspondientes, pero también me advirtieron que el gasto monetario sería algo elevado, si es que se lograba ganar el caso; pese las horas invertidas en trámites, viajes a la capital, entre otras cuestiones.
«¿Es que acaso debe quedar impune este hecho? ¿Es que no tengo derecho a disfrutar del tiempo destinado de vacaciones para estar tranquilamente con mi familia y amistades? ¿Los esfuerzos y sacrificios que hacemos para elevar la calidad de vida de nuestras familias, deben ser ultrajados sin reposiciones y sin respetar nuestros medios adquiridos dignamente y a costa de mucho trabajo?».
Annia Reyes y Osmany Santana sí encontraron palabras, las auténticas de las buenas personas, para expresar los sentimientos que les embargan como padres de una criatura que ha sido arrebatada de las garras de la muerte.
Desde el apartamento 22 del Edificio 4, en Loma de Tanque, en el municipio mayabequense de Santa Cruz del Norte, relatan que el pasado 6 de abril su hijo de un año y cinco meses, Rodniel, fue remitido desde el policlínico-hospital Alberto Fernández, en Santa Cruz del Norte, para el Pediátrico de Centro Habana, con una presunta neumonía. Desde el primer momento recibió la máxima atención, lo que permitió que le fuera detectada a tiempo una meningo bacteriana. El niño permaneció en la sala de Terapia Intermedia hasta el 14 de ese mes, cuando lo trasladaron para Terapia Intensiva, grave, en estado crítico.
«La dedicación, el amor, el apoyo a la familia y la profesionalidad del personal médico, de enfermería y de servicios, se puso de manifiesto con toda intensidad y lograron que nuestro hijo sobreviviera a esa gravísima enfermedad, y fuera dado de alta el 22 de julio.
«En estos momentos el niño ha recibido dos consultas externas y nos llena de regocijo cuántos trabajadores se acercan para conocer la evolución. Incluso, algunos nos dieron los números de sus teléfonos particulares, para que los pudiéramos consultar ante una eventualidad o facilitarnos cualquier gestión».
Los padres envían un largo listado de nombres imposible de reproducir; mencionan también la atención recibida por el niño en el pediátrico Juan Manuel Márquez y en el CIMEQ, y a las doctoras del municipio Carmen Matos del Toro y Carmen Cecilia Justo del Toro.
Rodniel algún día sabrá, por sus padres, lo grande que es la gratitud.