Acuse de recibo
Por estos días, el país se prepara con celo para el nuevo curso escolar y la familia se emplea en tenerlo todo dispuesto. Pero, no es tan uniforme lo de la garantía del uniforme. Al menos eso piensa Sandra Santana, en Carretera Central 499, entre Alemán y Caridad, reparto La Pastora, allá en la ciudad de Santa Clara.
El hijo de Sandra ingresa al séptimo grado, y debe estrenar el nuevo uniforme de Secundaria Básica. Requiere pantalón talla 28 y camisa talla M, pero la que alcanzó a adquirir Sandra en la tienda es la 40 del primero y XXL de la segunda.
La madre se pregunta si habrá muchos otros alumnos que, como su hijo, no podrán asistir el próximo día 6 con su uniforme, ya que ello requeriría un arreglo que es casi imposible, por la brecha tan grande entre las tallas.
Sandra cuestiona más: «¿Para qué gastar esa cantidad de tela, haciendo tallas exageradamente grandes, que no concuerdan con el biotipo del niño cubano? Recuerden que estamos hablando mucho del ahorro en estos tiempos, y no se ve en este caso».
Asegura Sandra que sus gestiones han sido baldías. Fue a Educación en su territorio, y allí le dijeron que ellos solo daban el papel para adquirir el uniforme; que Comercio es el que tiene que ver con eso. Y en Comercio le dicen que es Educación.
A ciencia cierta, es un asunto de todos: de Comercio, de Educación, de la Industria Ligera, de un país con todas sus estructuras, que debe utilizar con más eficacia las ventajas de la planificación y las estadísticas, los estudios censales de las características de los niños y adolescentes. Para no darse de nuevo con la misma piedra.
No siempre todo sale mal. Cuenta José Ramón Vega que en el edificio donde reside (Calle 21 No. 802, apto. 19, esquina a 2, Vedado, La Habana) la pasada semana se presentó una tupición en el garaje, y amenazaba con penetrar en la cisterna, además del consiguiente mal olor.
La hija de José Ramón se presentó en las oficinas de Aguas de La Habana (35, entre 2 y 4, Plaza), y fue atendida amablemente por una funcionaria llamada Margarita, quien le aseguró que les enviaría el carro de alta presión.
Ese mismo día los visitó en el escenario del problema el jefe de Aguas de La Habana en el municipio, Rigoberto, quien se interesó personalmente en el reporte de los vecinos, verificó el asunto y aseguró que al siguiente día, temprano, iría el carro de alta presión.
Así fue. Y los operarios trabajaron arduamente en las alcantarillas durante dos días, pues la tupición se manifestaba en varios puntos a lo largo de la calle 21 hasta la esquina de 4. No pararon hasta dejar terminado su trabajo con éxito.
En nombre de los vecinos, José Ramón reconoce públicamente «el magnífico trabajo del personal que intervino desde el principio en la solución del problema; y el interés, la eficiencia y rapidez con que se realizó».
Niurka Daily (Calle 1ra., Edificio 12817, apto. C-3, Reparto Embil, Boyeros, La Habana) es la secretaria de la dirección del Centro de Investigaciones Marinas de la Universidad de La Habana. Y como tal, está muy sensibilizada con los problemas medioambientales.
Ella me escribe alarmada, y se pregunta si tantas personas que inundan el distintivo Malecón de nuestra capital pueden estar tranquilas allí, ante la vista que se ofrece a sus pies, en el litoral mismo bajo el muro.
«Ya sea en verano o en invierno, se ha convertido en un gigante basurero. Acudo a sus páginas para de alguna manera concienciar a quienes frecuentan dicho sitio, a usar los recipientes puestos a lo largo del Malecón para dicho fin. Vi a muchos extranjeros tomando fotos o videos de la suciedad que existe, de cómo somos indolentes y arrojamos botellas, papeles, envolturas de alimentos y latas vacías».
Agradezco a Niurka su alerta. Habrá que sensibilizar, pero también hace falta apretar la mano en la exigencia, la vigilancia y el control: que esos depredadores se sientan la multa u otro tipo de penalización. Pero la verdad es que no sucede nada, ante los ojos de todos.