Acuse de recibo
Desde Codicia, un barrio rural situado a cinco kilómetros de Cumanayagua, en la provincia de Cienfuegos, me escribe Nivio García Pérez, un hombre que a diario tiene que hacer malabares para llegar a su trabajo, en un país donde, a pesar de la recuperación que viene experimentando el transporte, todavía quedan sitios prácticamente incomunicados. Nivio se topa todos los días con las señoras Indiferencia e Insensibilidad. A diario le pasan por delante, en la parada de ese asentamiento, sendos ómnibus que transportan a los trabajadores del hotel Pasacaballos y a los del Combinado Lácteo Escambray. En ocasiones, refiere, se detienen lejos de la parada oficial y recogen personas que tienen la categoría de «autorizados». La mayoría de las veces, esos vehículos viajan vacíos. «¿Hasta cuándo tendremos que seguir soportando la indolencia y la falta de sentimientos de cooperación de los choferes, que sí tienen su problema de transporte resuelto?, pregunta. ¿Es que no tienen quien los controle y les haga entender la importancia de ayudar a la población? ¿Dónde están los inspectores que deben velar porque nuestros vehículos con posibilidad de transportar personas no viajen vacíos?».
Sin explicaciones: Esta es una historia de expulsión sin explicaciones. La envía Yuri Goulet, vecino del Consejo Popular América Libre, en el municipio santiaguero de Contramaestre: El 25 de noviembre de 2008, el director de Comercio y Gastronomía de ese municipio indicó una inspección de trabajo a la unidad de víveres El Curial, que Yuri administraba. Y el resultado de la misma nunca se lo dieron a conocer a él, ni siquiera a las organizaciones de la comunidad. El 16 de diciembre la técnica de cuadros lo llamó para comunicarle que se le había aplicado una medida disciplinaria de separación definitiva del sector. «El director me aplica una sanción —señala— sin saber quién soy, sin escuchar mi criterio, y sin darme una explicación de las causas de la sanción. Solicité comparecer ante él en dos ocasiones para que valorara mi caso, y las dos veces fueron denegadas». Incluso en el caso de que haya razones sobradas para la medida, es elemental que se le atienda y se le informe el porqué: Eso hablaría de la justeza y la transparencia de la decisión.
También sin explicaciones: Mario Castellanos y su hermano llevan 12 años tratando de fabricar en unos terrenos que tienen en Guanabo, o de venderlos. Y todo ha sido infructuoso. Mario, quien reside en Tercera número 530, apartamento 5, entre 6 y 8, Vedado, Ciudad de La Habana, relata que los solares están situados en Avenida de Las Américas, entre Avenida del Parque y Lindero del Reparto, en la zona del Mirador de Marbella, de esa localidad playera del municipio de Habana del Este. No han faltado gestiones en el Consejo Popular, Vivienda municipal y provincial, la Unidad Inversionista de la Vivienda (UMIV), Planificación Física, «y siempre nos mandan de un lugar para otro, pero nadie nos puede decir qué hacer con los terrenos», subraya. Cuando han intentado fabricar, les responden que no pueden, amparados en el artículo 389, que prohíbe la ejecución de toda obra hasta tanto no se le dé solución primero a la evacuación de las aguas residuales en el territorio. Sin embargo, al lado de sus terrenos se han hecho fabricaciones y ampliaciones. Mario conoce que la Ley autoriza la venta de solares yermos estatales, así como la compraventa de solares yermos entre particulares, siempre que no afecten los planes de desarrollo para el territorio y previa consulta con el Plan Director. Pero cuando solicitan vender los terrenos, nunca les contestan si afectan a los planes directores del territorio. Mario cuestiona: «¿A qué organismo tendremos que dirigirnos? ¿Habrá solución? ¿Nos podrán decir claramente si afectamos los planes directores del territorio? ¿Por qué unos pueden fabricar y otros no?».
A riesgo en Quinta Avenida: Me escribe preocupado Ángel Graña, vicepresidente de la Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre, y residente en avenida 9-A número 28228, en Santa Fe, municipio capitalino de Playa. Y lo hace con el fin de alertar sobre el peligro para cruzar peatonalmente la Quinta Avenida, en lo que se conoce por Playa de Marianao. Por allí hay mucho público, está el Circo, el parque de diversiones y numerosos servicios. La vía es expedita, con autos circulando a gran velocidad. Para las personas no hay señalización que les ayude a cruzar vía tan ancha, ni paso peatonal con señal. Todo es a riesgo. Él considera que debe hacerse un estudio vial y de circulación.