Acuse de recibo
Por las numerosas incursiones que hizo por allí para subsanar su acta de matrimonio, Pablo Valdés pudo percibir en detalle todos los problemas terribles que lastran la calidad del servicio en el Registro Civil del municipio capitalino de Arroyo Naranjo.
Pablo, quien reside en calle Rosales, edificio 40, apartamento 6, en el Reparto Eléctrico de la capital, se asombró al constatar las pésimas condiciones en que los trabajadores de ese centro prestan servicios: sin ventilación e iluminación; y apenas sin estantes para los libros de Registros, que terminan sobre las sillas y en el suelo. Los baños están en estado deplorable.
Tampoco hay allí siquiera una computadora para agilizar los servicios, pues según le manifestó la propia administradora el local no tiene la seguridad y protección requeridas.
Como si fuera poco, tampoco hay los modelos oficiales establecidos para los trámites, en las cantidades necesarias. Los trabajadores del Registro, asegura Pablo, han tenido que acudir más de una vez a los propios clientes para que les impriman los mismos.
También muchas personas llegan sin saber qué deben llevar para solicitar un documento. Y cuando les especifican los sellos, entonces por allí no existe un Correos cercano y tienen que aventurarse hasta La Palma para adquirirlos y después retornar.
«Como es de suponer, precisa Pablo, durante mi presencia allí no fueron pocas las manifestaciones de disgusto de las personas que solicitan documentos, así como los “encuentros”, “malas caras” y respuestas incorrectas de los trabajadores, ante el cúmulo de adversidades en las que laboran, y los “usuarios” están tan maltratados como ellos».
Recalca Pablo que la administradora fue solícita ante sus quejas, y le dijo que la mejor ayuda que le podía prestar era sumar su voz a la de ella por mejorar las condiciones del servicio.
La segunda carta es un elogio y lo envía Bárbara Riol, de Luz y Caballero No. 16, entre Concha y Carlos Rojas, Colón, Matanzas.
Relata Bárbara que su hija estuvo ingresada durante varios períodos en el Hospital Pediátrico de la ciudad de Matanzas y acudió muchas veces a la cafetería La Infantil, que colinda con ese centro asistencial.
Recalca algo que la impresionó. La digna oferta de productos, con modestos precios; la atención ágil y cortés, y la higiene, algo que tantas veces se añora.
Bárbara felicita públicamente a esos trabajadores, y en especial a su administrador, quien permanece todo el tiempo en la unidad, y al frente de todas las tareas, codo a codo con los otros empleados.
La tercera misiva la envía Aymée Fernández, de Pablo Escobar 62, entre Pablo Sarría y Mariana Grajales, en el Reparto La Victoria, Las Tunas. Aymée es trabajadora de la Biblioteca Provincial José Martí, de esa ciudad, y está muy preocupada con la dilatada interrupción de los servicios de la misma. El 31 de marzo de 2007, precisa, ese centro cerró sus puertas, y no fue hasta julio de ese año que se inició la remodelación de la misma. Pero ya en octubre de 2007 se detuvo la obra, y no fue hasta el 24 de enero de 2008 que apareció otra brigada de Mantenimiento Constructivo, la cual laboró hasta el pasado febrero.
«Cada vez que entra una brigada, señala, soñamos con que pronto nuestra instalación abrirá sus puertas nuevamente al público, y luego nos despertamos ante la realidad. ¿Por qué la reparación se demora tanto, si es la única biblioteca de la ciudad? ¿Por qué no hay respuesta?
Esas y otras preguntas se hacen los trabajadores de la Biblioteca y los asiduos visitantes. Además de la demora en los trabajos constructivos, se están afectando los servicios bibliotecarios. Y lo peor: los libros están mudos y almacenados, corriendo el riesgo de morir en la soledad.