Acuse de recibo
Crecen las cartas y también las respuestas institucionales, pero siempre habrá insatisfacciones, aunque nunca bajaremos la guardia en esta columna de todos que es Acuse de Recibo
¿Serán elocuentes o engañosas las cifras globales, que esconden lo casuístico? Esa interrogante siempre me acecha ante las macro estadísticas de la correspondencia recibida en cada período, en la sección Acuse de Recibo.
Por eso hoy, al abordar los seis meses que median entre el 1ro. de noviembre de 2006 y el 30 de abril de 2007, evitaré conclusiones absolutas, y dejaré a los lectores la deducción sagaz de ciertas condicionantes que se entrecruzan en tales resultados.
Aun así hay evidencias palpables: se mantiene, con más énfasis, la tendencia alcista del volumen de correspondencia. El total de las cartas recibidas en este período, unas 3 472, representa un incremento del 43 por ciento con respecto a los seis meses anteriores analizados (del 1ro. de mayo al 31 de octubre de 2006).
Sí, la gente nos escribe más, mucho más. Pero... ¿será porque la sección ha ganado en prestigio y efectividad; o a causa de que, como dije un día, este rincón se ha convertido en el asidero de los desatendidos? ¿No estaremos reflejando el nivel de insatisfacción de tantas personas con la atención de algunas instituciones, específicamente de las estructuras que han proliferado en los últimos años para las quejas, denuncias e interrogantes de los ciudadanos? ¿Serán las dos razones a la vez o ninguna de ellas?
Sigamos adelante con las evidencias: del total de las cartas enviadas en el período, el 83 por ciento portaba quejas, denuncias y referencias críticas. El resto eran elogios, felicitaciones y alabanzas de gestos positivos. ¿Será este un indicador de cómo anda la realidad; o la expresión de cierta tendencia en los humanos a ver más las manchas que la luz?
En cuanto a las temáticas más abordadas en las cartas, la de la vivienda sigue en punta, con un 13,45 por ciento del total de la correspondencia, seguida en orden descendente por los problemas laborales, de empleo, seguridad y asistencia social; los del servicio eléctrico, de acueducto y alcantarillado, y los referidos a la salud pública, el transporte, la calidad de los servicios y el comercio, la telefonía y avatares con el sistema de correos, entre otros.
El nivel de respuestas institucionales a las quejas publicadas esta vez alcanzó el 78,71 por ciento de las mismas. Este indicador se fortalece, al punto de que hoy es la tendencia preponderante. Lejanos parecen aquellos años en que creíamos arar en el mar, a contracorriente del desentendimiento de tantos funcionarios.
Habría que preguntarse si la consolidación de una actitud más consecuente de las administraciones hacia las cartas ciudadanas, responde a un ascenso de la cultura de la retroalimentación y de la rendición de cuentas; o si es de alguna manera una inevitable adecuación a las presiones y los forcejeos que va propiciando la línea consecuente de esta columna, que señala públicamente a los incumplidores. ¿No será un poco de las dos razones?
Lo esencial es que la respuesta va convirtiéndose en un sano hábito institucional. Pero cuando ahondamos en la calidad de la misma, se percibe un nivel muy desigual: desde los que transitan ya por el autoconvencimiento de que la autocrítica y la investigación transparente de sus problemas los fortalece, hasta quienes siguen viendo a la sección como una intrusa agresora, que afecta su «imagen». Estos últimos preferirían ver escondidas e impunes sus propias debilidades y fisuras.
De vez en cuando también aparecen respuestas formales, justificativas, epidérmicas, arrogantes, telegráficas, inocuas, y hasta demagógicas. Pero las víctimas por excelencia de esos amagos son sus propios autores, quienes quedan retratados ante nuestros inteligentes lectores.
Aun con todas las insatisfacciones, ahora que nos acercamos al décimo aniversario de Acuse de Recibo, sobran los motivos para seguir batallando por la eficacia de este democrático escenario, en el cual la verdad y la justicia se construyan con el concurso y la honestidad de todos los actores que debatan y dialoguen: ciudadanos y funcionarios dispuestos a mejorar la vida y a quitar malignas piedras del camino.