Acuse de recibo
Hay absurdos que rozan ya lo kafkiano, y de vez en cuando asaltan esta columna, como para recordarnos que esta vida no puede estar siempre ordenada por la lógica y el sentido común.
Una de esas insólitas historias llega «echando fuego» en la carta de Alfredo Vega Carballeira, vecino de Santa Emilia 318, apartamento 2, entre San Julio y Durege, en Santos Suárez, municipio capitalino de 10 de Octubre.
Relata Alfredo que el pasado 25 de mayo fue a renovar su licencia de conducción en las oficinas correspondientes, Calzada de Luyanó y Villanueva. Allí, la compañera que le atendió, luego de revisar sus documentos, buscó en una base de datos en la computadora, y le comunicó que su segundo apellido aparecía allí como Carballei. Le aconsejó entonces que fuera a las oficinas del Carné de Identidad de su municipio para rectificar el asunto, pues es allí donde se encuentra la referida base de datos de la cual ellos se sirven.
Alfredo se personó en esta última dependencia, y quien lo atendió le comunicó que el sistema que allí se aplica no admite nombres o apellidos con más de nueve caracteres y, por lo tanto, no se podía hacer nada. Él le replicó que se trata de documentos legales, en los cuales es imprescindible que nombres y apellidos aparezcan con exactitud y sin cambios, mucho menos mutilaciones. En fin, que Carballei no era su apellido.
Pero la empleada, muy cortésmente, le reiteró que no podía hacer nada al respecto, y le confeccionó un papel, explicándole el asunto a las oficinas de la licencia de conducción.
Así, cuando volvió a esas oficinas, quien le atendió le dijo que la nueva licencia saldría con el segundo apellido mutilado, como está en la base de datos, a pesar de que en la antigua licencia y en el propio carné de identidad está correctamente escrito.
En resumen: Alfredo hoy tiene una licencia de conducción que, aunque tiene su foto, no lleva su nombre.
La segunda carta la envía un convencido del uso de las nuevas tecnologías para bien del prójimo: Yaniel Edel Zúñiga Machado, estudiante de segundo año de Ingeniería biomédica en la Universidad Central de Las Villas Marta Abreu y residente en Neira 58, entre Carretera de Zaza y Hornos, reparto Escribano, en la ciudad de Sancti Spíritus.
Cuenta Yaniel que hace dos meses adquirió en las oficinas de FINCIMEX unas tarjetas de débito TRANSCARD y AIS. Y le dijeron entonces que las podía utilizar en cajeros automáticos, CADECA, bancos y tiendas o establecimientos comerciales donde estén identificados los emblemas de las tarjetas.
Pero lo que pensó sería una comodidad, se le ha convertido en un tormento, pues en la villa del Yayabo «no hay ni un solo cajero automático, y por desgracia en las tiendas que tienen puesto el emblema indicativo del uso de las tarjetas, no funciona el equipo para ello. Y en la gran mayoría ni tan siquiera existe».
Yaniel considera que es una falta de respeto ofertar ese servicio de tarjetas, bajo el concepto de la comodidad y la agilidad, y que no pueda dársele uso, con excepción de bancos y CADECA, que no están abiertos de noche.
No es la primera vez que el tema aparece aquí. Y eso revela que, a pesar de todos los esfuerzos por ir popularizando la ágil vía de las tarjetas magnéticas como medio de cobro y de pago, aún estas tienen un saldo de no pocos tropiezos y morosidades. He ahí una paradoja.