Para clonar un mamut, el núcleo de las células del ejemplar prehistórico sería transferido a óvulos de elefante con el objetivo de producir embriones con ADN de mamut, que serían luego colocados en el útero de una elefanta. Autor: Internet Publicado: 21/09/2017 | 05:35 pm
Gracias a los avances en el campo de la genética, la idea de resucitar animales extintos ya no parece gravitar tan lejos de nuestras posibilidades.
Quizá un día, en lugar de ir de paseo al zoológico para contemplar las cebras, rinocerontes o leones, puedan ser vistos en todo su esplendor ejemplares de mamuts lanudos, felinos de dientes de sable, perezosos de Shasta y de otros tantos gigantes de la Era de Hielo.
Tras una expedición en el Ártico, realizada a principios de mayo del presente año, la Sociedad Geográfica rusa y especialistas de la Universidad Federal del Noreste (cuya sede radica en la ciudad de Yakutsk, Siberia oriental) aseguran estar cerca de lograr tal proeza.
Los investigadores analizaron la carcasa bien conservada de una hembra de mamut lanudo, que había sido localizada en agosto pasado en el islote de Maly Liajovski, en el océano Ártico ruso. Y, para sorpresa de todos, fueron capaces de recuperar sangre líquida de sus venas.
El jefe del equipo científico, Semen Grigoriev, declaró a la agencia AFP que el animal cuando murió, hace 10 000 o 15 000 años, tenía unas seis décadas de vida.
«Descubrimos mamuts en Rusia casi todos los años, pero esta expedición permitió encontrar por primera vez una hembra en muy buen estado de conservación. Cuando rompimos el hielo bajo su abdomen, fluyó sangre, muy oscura. Y los tejidos musculares estaban rojos, del color de la carne fresca. Es el caso más sorprendente que he visto en mi vida», relató el experto.
Según Grigoriev, todo parece indicar que el mamut cayó en un pozo de agua o en un pantano, probablemente hasta la mitad de su altura, y la parte inferior del cuerpo se congeló en el agua. Asombrosamente, los fluidos se conservaron bien a pesar de haber permanecido en temperaturas muy por debajo de cero grados Celsius.
«Este descubrimiento nos da posibilidades reales de encontrar células vivas que pueden permitir concretar el proyecto de clonación de un mamut», explicó el especialista.
En caso de que lo lograsen, el núcleo de las células del ejemplar prehistórico sería transferido a óvulos de elefante con el objetivo de producir embriones con ADN de mamut, que serían luego colocados en el útero de una elefanta.
No obstante algunos expertos no se muestran del todo convencidos ante la posible clonación del animal extinto debido a la relativa calidad de la muestra.
«Lo que es la noticia aquí es que tienen el líquido», comentó a la cadena de televisión NBC Stephan Schuster, biólogo de la Universidad Estatal de Pensilvania, Estados Unidos, quien contribuyó a descifrar el genoma completo del mamut lanudo hace varios años.
«Aunque esto también podría ser agua que ahora se está derritiendo y se está descomponiendo con compuestos orgánicos que se encuentran en la carcasa», sostuvo el biólogo.
Sí es posible
En 2003 nació por primera vez un clon de la extinta cabra montesa pirenaica (Capra pyrenaica), a partir de una muestra de tejido congelado que se logró recolectar antes de que la especie desapareciera en el año 2000. Aunque el recién nacido sobrevivió apenas siete minutos, algunos científicos vieron en ese ejemplar una esperanza para traer de regreso a animales que desaparecieron para siempre de la Tierra.
Al decir de la publicación LiveScience, no son pocos los investigadores que confían en resucitar especies que murieron hace miles de años, siempre y cuando exista suficiente ADN intacto.
Dicho ADN —afirman— no necesita obligatoriamente ser conservado en condiciones árticas para ser útil. De hecho se ha logrado reunir los genomas de especímenes que habían sido colocados en museos durante décadas.
Así lo evidencia un equipo de la Universidad de Harvard, Estados Unidos, quienes están intentando revivir a la paloma migratoria, que alguna vez llenó los cielos del este de Norteamérica, a partir del ADN de un espécimen disecado hace cien años.
Hasta la fecha han sido capaces de reconstruir aproximadamente mil millones de nucleótidos en el genoma del ave. Luego piensan incorporar esos genes en el genoma de una paloma bravía común para traer de vuelta a la migratoria.
Otro intento similar ocurrió hace algunos años, cuando otro grupo de científicos aislaron ADN de una muestra de tilacino joven, conocido como tigre de Tasmania, que había sido conservada durante un siglo. El material genético se insertó en embriones de ratón y demostró ser funcional.
No obstante, pese a los intentos con resultados optimistas, una parte de la comunidad científica internacional cuestiona la conveniencia de revivir especies extintas.
Uno de ellos es Stuart Pimm, investigador de Duke University, quien en un artículo para la revista National Geographic argumentó que estos esfuerzos serían una «pérdida colosal», si luego no se supiese dónde ubicar a los ejemplares.
Otra de las preocupaciones del investigador es que este proceso pudiera crear la falsa impresión de que solo la ciencia puede salvar a todas las especies en peligro, convirtiendo esta iniciativa en el centro de atención de la conservación, en detrimento de otras, como la salvaguarda de sus hábitats.
Tremenda «cola»
Teniendo en cuenta que, además de los mamuts lanudos, el listado de animales que se extinguieron desde la prehistoria hasta hoy parece interminable, resultaría difícil decidir cuáles especies traer a la vida nuevamente y cuáles no.
Motivada por esta disyuntiva, la publicación New Scientist elaboró una selección de diez candidatos, analizando no solo la posibilidad objetiva de que pueda realizarse, sino también el carisma de cada especie.
El primer lugar lo ocupa el Hombre de Neandertal (Homo neanderthalensis), extinto hace unos 30 000 años y que convivió con los humanos modernos. Las posibilidades de clonar esta especie son elevadas, teniendo en cuenta que en marzo de este año un equipo del Instituto Max Planck publicó una secuencia completa de su genoma.
Un animal incluido en el listado fue el tigre dientes de sable (Smilodon fatalis), que dejó de poblar la Tierra hace 11 000 años. Se sabe que existen muchos especímenes completos, y los leones parecen ser los indicados para encontrar una madre «de alquiler».
También se incluyó al oso de cara corta gigante (Arctodus simus), desaparecido hace 10 000 años. Estos grandes animales, que en cuatro patas igualan la altura de un hombre, eran una versión ampliada de los osos actuales. Existen muchos ejemplares congelados.
El ranking de New Scientist no pasó por alto al tigre de Tasmania o tilacino (Thylacinus cynocephalus), totalmente desaparecido a principios del siglo XX. El último de su clase murió en el Zoológico Hobart, Tasmania, en 1936, por lo que existe suficiente tejido sin contaminar para conseguir ADN de buena calidad.
Asimismo se cuenta al gliptodonte (Glyptodon clavipes), un armadillo de dimensiones colosales que dejó de existir 10 000 años atrás. De este solo se conservan restos óseos, pero parecen suficientes para su clonación.
La famosa ave de las islas Mauricio, el dodo (Raphus cucullatus), también tiene amplias posibilidades de revivir. De este animal, desaparecido en 1690, existe un ejemplar muy bien conservado, con el que están trabajando genetistas de la Universidad de Oxford.
El séptimo escaño lo ocupa el rinoceronte lanudo (Coelodonta antiquitatis), extinto también hace diez milenios. De este animal de dos metros de altura se conservan muchos especímenes congelados.
El perezoso gigante o megaterio (Megatherium americanum) es otra de las especies que clasifica para regresar a nuestros días. Este animal, que dejó de poblar la Tierra hace 8 000 años, podía medir hasta seis metros de estatura cuando se alzaba en sus dos patas traseras. Los científicos conservan restos suficientes en buenas condiciones.
En la misma situación se encuentra el ciervo gigante o alce irlandés (Megaloceros giganteus), que dejó de integrar la fauna terrestre hace 7 700 años. Se dice que podía llegar a los dos metros de altura, con una cornamenta de hasta cuatro metros de ancho. Era muy parecido a los ciervos actuales.
Y por último New Scientist anotó al moa gigante de la isla norte de Nueva Zelanda (Dinornis novaezelandiae), un ave similar al avestruz que podía llegar a medir tres metros de altura. Hay huesos suficientes, incluso huevos, a partir de los cuales conseguir material genético. Este animal se extinguió hacia el año 1500.