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Un hombre caído del cielo

Felix Baumgartner, experimentado paracaidista y amante de los deportes extremos, «saltó» a la gloria al imponer el domingo 14 de octubre varias marcas mundiales: el mayor ascenso en un globo aerostático tripulado, el salto al vacío desde mayor altura y el primer ser humano en romper en caída libre la barrera del sonido

Autor:

Patricia Cáceres

Algunos piensan que es un héroe. Otros no ven en él más que un loco. Lo cierto es que muy pocos cuentan con los nervios del austriaco Felix Baumgartner que, como un meteorito humano, se lanzó desde la estratosfera, en el borde del espacio, y pasó a la historia como el primer hombre en romper en caída libre la barrera del sonido.

El salto tuvo lugar a una altura de poco más de 39 kilómetros. El descenso demoró unos diez minutos, de los cuales casi la mitad fueron en caída libre, a una velocidad máxima de 1 342 kilómetros por hora.

A los 48 segundos, ya había superado la velocidad del sonido, y a los 1 500 metros del suelo Baumgartner abrió el paracaídas para descender, por suerte, con cada hueso en su lugar.

Rumbo al cielo

Nadie había llegado tan alto en un globo ni intentado hacer un salto desde semejante altura. El récord anterior le pertenecía al coronel retirado Joe Kittinger, de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, quien  en 1960 saltó desde los 31,3 kilómetros.

Felix Baumgartner, experimentado paracaidista y amante de los deportes extremos, ascendió a la estratosfera en una cápsula unida a un globo de helio de 102 metros de alto, construido con una película sintética tan delicada que los operadores debieron utilizar guantes para no romperla.

Como es de suponer, el osado austriaco fue dotado de un traje presurizado con tanques de oxígeno, similar al de los cosmonautas y diseñado especialmente para la hazaña, con un peso de 45 kilogramos.

Durante el ascenso, el austriaco manifestó su preocupación de que el casco no se estaba calentando de manera apropiada.

«Esto es muy serio», afirmó, mientras ascendía a la estratosfera, donde se previó que la temperatura bajaría a menos 67,8 grados Celsius.

«A veces sale vaho cuando exhalo. No siento calor», refería, mientras que millones de personas de todo el mundo seguían en vivo la aventura por Internet y la televisión.

Luego de casi dos horas y media de ascenso, la cápsula llegó a la altura de 39 kilómetros. Gracias a las cámaras de video instaladas en el artefacto fue posible ver en vivo a Baumgartner abriendo la compuerta, justo antes de saltar. Otra cámara de alta definición que llevaba consigo en el traje reveló una imagen impecable de la Tierra.

«Cuando se está en la cima del mundo uno se siente tan humilde… Lo único que uno quiere es volver con vida a tierra firme», dijo.

Se necesita mucha suerte

Para nadie es un secreto que una proeza de tal magnitud implica considerables riesgos para la vida. De hecho, las otras personas que habían intentado romper los registros existentes para la caída libre más alta, más rápida y más larga, perecieron en el intento. No obstante, los ingenieros del proyecto de Baumgartner hicieron todo lo posible para minimizar el peligro.

En la estratosfera es imposible respirar sin un suministro de oxígeno. Por esta razón, los especialistas construyeron la cápsula a presión para llevar al austriaco con vida hasta ella.

El traje de nueva generación que usó estaba diseñado para protegerlo de la baja presión y el frío, aunque cualquier funcionamiento erróneo podría haber sido mortal. Si se rompía, por ejemplo, su sangre herviría debido a la presión extrema causada por la altitud.

Pero el mayor riesgo que enfrentaba Baumgartner, que desde hace varios años se entrenaba para el salto, era la posibilidad de girar fuera de control y con ello perder el conocimiento. Para prever tal accidente, el traje incluía un paracaídas de alta tecnología que se activaría automáticamente y le impediría alcanzar la velocidad supersónica.

Por suerte, pese a algunos tumbos, desde el momento en que saltó de la cápsula logró controlar su postura y mantener el control de la caída.

Además, tampoco se conocía a ciencia cierta el impacto que se producirá una vez que el cuerpo rompiera la barrera del sonido.

«Si algo sale mal, lo único que te podría ayudar es Dios», afirmó el paracaidista de 43 años, conocido por saltar desde rascacielos.

De vuelta a casa

A poco menos de los diez minutos en el aire, Felix Baumgartner dirigía el paracaídas según los vientos del desierto de Nuevo México, Estados Unidos, del que había despegado casi tres horas antes. Al tocar suelo se arrodilló y levantó los brazos en señal de victoria.

«¡Te amamos, Felix!», gritaron familiares y miembros del equipo, reunidos en el centro de control del proyecto en Roswell, Nuevo México, desde donde siguieron los detalles del ascenso y el salto. Inmediatamente fueron en búsqueda del austriaco al punto de llegada con helicópteros y camionetas. Mientras tanto, en las redes sociales comenzaron a circular las felicitaciones.

«No tengo idea de si rompí la barrera del sonido ni cuándo, en qué momento», comentó a los pocos minutos de poner los pies en la tierra. Los organizadores de la misión informaron también que Baumgartner no había sentido ninguna onda expansiva, el efecto que supuestamente se produciría al superar los 1 110 kilómetros por hora de velocidad. «Estaba ocupado con otras tantas cosas…», les dijo.

A las cuatro horas, luego de analizar los datos captados por los dispositivos de almacenamiento de información del traje, los organizadores comunicaron oficialmente que la velocidad máxima que había alcanzado este salto en caída libre desde la estratosfera era de 1 342,74 kilómetros por hora, es decir, 1,24 veces la velocidad del sonido.

El austriaco batió otras marcas: el mayor ascenso en un globo aerostático tripulado y el salto al vacío desde mayor altura, perteneciente hasta ahora a Joe Kittinger desde 1960.

Sin embargo, ninguno de los récords se podrá clasificar como oficial hasta que sean aprobados por la Federación Aeronáutica Internacional (FAI).

Lo único que no logró el osado paracaidista fue superar la marca de la caída libre más larga, ya que sus cuatro minutos 19 segundos quedaron cortos ante los cuatro minutos 36 segundos de Kittinger.

Felix Baumgartner logró tal hazaña en el aniversario 65 del vuelo en que el legendario piloto estadounidense Chuck Yeager rompió por primera vez la barrera del sonido, el 14 de octubre de 1947.

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