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Se acabó el pan de piquito

La prensa estatal cubana no tiene que callar. Debe estar ahí, en cada suceso, aportando su visión, y debe ser esa vanguardia política para enfrentar, aunque sean muchos, a sus enemigos mediáticos

Autor:

Pedro Jorge Velázquez

Hay un “dicho popular” que todos conocemos y que me sirve, como anillo al dedo, para iniciar este comentario:

– Tócame Roque, tócame Roque, tócame Roque…

Y cuando Roque toca: –Mamá, Roque me está tocando. 

Algo así, pero con miles de ejemplos para poner sobre esta mesa de fin de año, es el juego que comenzó la prensa presupuestada no estatal hace varios años en Cuba. Dejémonos de falacias y eufemismos: no le digamos más “prensa independiente” porque no lo es y nos mentimos a nosotros mismos. Esa prensa no es independiente. Esa prensa no es alternativa. Esos medios que hoy se articulan alrededor de nuestro suelo forman una prensa dependiente del dinero de una organización (NED, Open Society, etc) o un magnate que desde fuera de nuestro país dice y dicta cómo y para qué se hace, por eso propongo llamarle prensa presupuestada no estatal (más largo, pero se pega). 

Negar que ese magnate o esa organización media en la rutina productiva e impone límites a lo que puede ser dicho es negar, a su vez, una fórmula perogrullada del capitalismo: «El que paga, manda». Nadie paga sin recibir beneficios e imponer condiciones de trabajo. Nadie regala el dinero, ¡tanto dinero!, para que armen proyectos en los cuales no pinta ni da color. ¿O piensan hacernos creer que alguien paga por pura filantropía? 

Esa prensa (me limito a mencionar medios porque ya usted sabe cuáles son) no es alternativa al modelo hegemónico mundial. No busca un cambio de las condiciones materiales del mundo actual. No es, de ninguna forma, revolucionaria, ni en el sentido más literal del término. Cumple y dice exactamente lo mismo que los medios hegemónicos (dueños de la comunicación mundial) sobre el proceso político cubano. Está montada en la misma bicicleta. Esa prensa no es libre, ni lucha por nuestra libertad. 

Desde ayer, cuando la sección de Humberto López en el noticiero desmanteló con declaraciones (incluso de los mismos implicados), datos, documentos y varios analistas la llamada «red independiente de periodismo cubano», ha salido como réplica un argumento bastante vacío: «cobramos dinero como mismo cobra un periodista de la prensa estatal». ¿Perdón? Los periodistas de los medios estatales tienen un salario. Sí, pero ¿saben de dónde sale ese salario? Del pueblo. No sale de los bolsillos de Díaz-Canel como algunos parecen creer. No es de las manos de nadie. No es de una organización extranjera. Es del trabajo del pueblo. El presupuesto estatal lo produce el pueblo, por tanto el pueblo tiene derecho a exigir una mejor prensa, una prensa más cercana a sus problemas y a sus cotidianidades. Pero ¿qué podemos exigirles a una prensa que cobra dinero que no es nuestro y que para colmo viene de otro país? ¿Qué podemos exigirle a unos periodistas que, en muchos casos, alegan abiertamente que cobran dinero de una organización extranjera al servicio del Congreso de los Estados Unidos? 

Ahora. Hay otros detalles que nunca se exponen y que claramente nos llevan a sacar conclusiones a la hora de valorar la transparencia mediática. Primero, ¿por qué los directores editoriales de casi todos estos medios viven fuera de Cuba (principalmente en Estados Unidos) y se regodean de reflejar el día a día de nuestro país? Segundo detalle: cuánto cobran. Un periodista de la prensa estatal cobra (atendiendo a los salarios vigentes), en un buen mes, 1500 pesos. Sin embargo, ayer pudimos escuchar que abiertamente los periodistas de la prensa presupuestada no estatal dicen cobrar 10 mil pesos al mes. ¿No les parece descomunal la diferencia? ¿La mal llamada «independencia» deviene un oficio tan lucrativo? ¿Es tal el «sacrificio» que dicen pasar como «periodistas indepedientes» que «viven de la misma forma las dificultades de cada cubano»? ¿Son una Articulación Plebeya? 

Lo más impactante de todo, amén de que usted desconociese los detalles revelados ayer, es la forma en la que se victimizan estos periodistas que siempre llevaron el cuchillo entre los dientes para con la prensa estatal, pero ahora levantan las falsas banderas de la paz, la ética y la unión. Regreso al cuento de “tócame Roque”. 

La prensa presupuestada no estatal, autodenominada independiente, lleva años criticando y burlándose de las coberturas, enfoques, géneros y hasta de los titulares de la prensa estatal cubana. Prácticamente sus trabajos dependen, en gran medida, de lo que publica la prensa estatal para hacer sus réplicas a página entera o aunque sea en un párrafo. Esperan ansiosos, como aves de rapiña, a cualquier circunstancia de la que puedan sacar lascas y quedar como mejores periodistas frente a los de la prensa estatal. Estoy seguro que usted se ha topado en más de una ocasión con varios trabajos donde se tilda abiertamente a la prensa estatal de propaganda al servicio del gobierno. Entonces ¿cuál es el trauma ahora? 

Calculen este escenario. Ellos sí pueden tildar a los medios estatales de no hacer periodismo sino propaganda al servicio del gobierno, pero el NTV no puede decir que ellos están al servicio de organizaciones extranjeras, porque según ellos es antiprofesional hacerlo, incluso con un material que lo prueba, donde ellos mismos lo confiesan. Bastante desequilibrado ¿verdad? 

Los periodistas presupuestados no estatales, autodenominados alternativos, llevan años pomoviendo el odio, la división y el descrédito hacia los periodistas de los medios estatales. Estoy seguro que usted ha leído varios post en Facebook donde se burlan de los periodistas más mediáticos de la televisión o de la prensa plana. Podríamos hasta incluir el descrédito constante en contra de Iroel Sánchez o los recientes sucesos con Lázaro Manuel Alonso, donde se habló hasta de su vida privada y ninguno de “los éticos” salió a decir «no está bien eso». Entonces ¿cuál es el dolor de cabeza ahora? 

Miren. Hasta conmigo ocurre. Hasta yo que soy un simple estudiante de periodismo, como bien precisó en un post de Facebook para tirarme por tierra el distinguido periodista de OnCuba Michel Hernández (al cual nunca he mencionado) casualmente el día después de que fuera a la Tángana en el parque Trillo, bajo el argumento de que los funcionarios y páginas institucionales no deberían nunca compartir mis publicaciones. ¿Qué es lo que molesta de mí, que yo no me monte en su tiovivo? Hasta a mí que todavía no me paga nadie para decir lo que creo, he tenido que recibir la llamarada de ofensas, descréditos públicos y burlas. Entonces ¿dónde está esa ética que predican? ¿No debemos desacreditar a los desacreditadores? ¿Seguimos jugando el juego con sus reglas? Por supuesto que no, se acabó el pan de piquito. 

La prensa estatal cubana, a partir de la sección del Noticiero Estelar, no ha hecho más que defenderse. No se puede ser todo el tiempo una oveja mirando a los cazadores sonreír. La prensa estatal cubana no ha hecho más que hacer lo que ya llevan años haciendo, agrupados y a quemarropa, los medios presupuestados no estatales. La prensa estatal cubana no tiene que ser neutral. Los neutrales son aquellos que, según Pascual Serrano, «se convierten en operarios despersonalizados y desideologizados» y por debajo de ese manto de neutralidad, te insertan, de modo más sutil, su verdadera ideología. La prensa estatal cubana no tiene que tener pánico a asumir su posición ante los acontecimientos. No tiene, por ninguna circunstancia, que callar. Debe estar ahí, en cada suceso, aportando su visión y debe ser esa vanguardia política para enfrentar, aunque sean muchos, a sus enemigos mediáticos. 

El análisis además debe superar la ruta del dinero. Es un buen comienzo, es una realidad palpable, pero debe ir más allá. Con las ideas hay una batalla diaria y tenemos varios intelectuales de referencia (algunos de los cuales salieron ayer) para ser contundentes en la defensa del poder social. No volvamos a quedar indiferentes, porque los indiferentes ante la justicia y ante la obra revolucionaria son ellos. Y apoyándome en Gramsci pienso haber dicho todo lo que tenía para decir: «Odio a los indiferentes. Creo que vivir quiere decir tomar partido. Quien verdaderamente vive, no debe dejar de ser ciudadano y partisano. La indiferencia y la abulia son parasitismo, son bellaquería, no vida. Por eso odio a los indiferentes».

(Tomado del blog Bufa Subversiva)

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