En el país han surgido más de 1 350 fincas forestales en los últimos años. Autor: Héctor Carballo Hechavarría Publicado: 21/09/2017 | 05:37 pm
Cuando Cristóbal Colón llegó al archipiélago cubano era tanta la floresta, que se podía caminar durante horas por tierra firme sin ver el Sol. Este hecho, reflejado en las crónicas de la época, dejó sorprendida a la metrópoli española, que reaccionó apelando al saqueo de esa y otras riquezas naturales.
Bajo órdenes de los colonizadores se devastaron bosques completos para usarlos como combustible en la producción azucarera, y también para construir navíos. Con maderas cubanas, en España se levantaron edificios emblemáticos como El Monasterio de El Escorial y el Archivo General de Indias, en Sevilla, según ha narrado el columnista Ciro Bianchi en este diario.
Esos y otros desmanes de la colonia, y posteriormente los de la neocolonia, provocaron un descenso de la cobertura forestal a cifras espeluznantes: de 95 por ciento al comienzo de la colonización, se redujo a 16 por ciento en el año 1959.
Silvicultura intensiva
Más de tres millones de hectáreas componen el patrimonio forestal del país. De esta área, los bosques naturales ocupan el 83,38 por ciento, de acuerdo con datos ofrecidos por Isabel Rusó Milet, directora forestal del Ministerio de la Agricultura (Minag).
Lo anterior representa un índice boscoso equivalente al 28,66 por ciento del área cultivable del archipiélago. Se prevé que el año venidero crezca hasta alcanzar el 29,3; en correspondencia con los planes que anualmente se incrementan de manera sostenible.
Para recuperar las áreas boscosas el sector empresarial forestal es clave. Ha incorporado a este quehacer a cerca de 1 350 fincas forestales en los últimos años, según informó Rusó.
Con esa área boscosa Cuba ha producido en los últimos años aproximadamente 150 000 metros cúbicos de madera anuales, cifra que no satisface la demanda real de un país enrumbado al desarrollo multisectorial.
Juan José Blanco Romero, director forestal del Grupo de Montaña del Minag, afirmó que para cubrir las exigencias madereras debe aplicarse la silvicultura intensiva. Solo así podrá el país, dentro de 15 o 20 años, autoabastecerse de ese recurso.
El especialista recordó que cuando Cuba integraba el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) —antes de la debacle del campo socialista— se importaban alrededor de 500 000 metros cúbicos de madera; una cantidad que puede acercarnos a las necesidades históricas del país, y para conseguirlo urge lograr en la producción de posturas una semilla de óptima calidad genética, capaz de garantizar árboles con altas potencialidades.
La silvicultura intensiva en Cuba demanda de una serie de características. Explicó Juan José que la postura debe producirse en los viveros de tubete, debido a que esa tecnología importada garantiza una planta con vigor y óptima calidad en el sistema radicular, principio básico para que al llevarla al campo logre un buen anclaje. La experiencia ha demostrado que la mayoría de los árboles que los huracanes derriban no alcanzaron un suficiente desarrollo de sus raíces, y por lo tanto tampoco profundizaron enérgicamente en el suelo.
Blanco también se refirió a la importancia que tiene la preparación de tierras dedicadas a la siembra de árboles madereros. Se están entregando muchas áreas cubiertas por marabú, las cuales requieren un desbroce adecuado que permita un desarrollo pleno de las posturas.
«Para que se cumpla esa exigencia estamos asignando herbicida para controlar el rebrote de marabú; asimismo se están garantizando 200 gramos de fertilizante por cada postura, para que estas, un mes después de ser plantadas, reciban esa atención cultural, en aras de garantizar su desarrollo rápido, con un espaciamiento que permita alrededor de 1 100 plantas por hectárea, y garantice el mantenimiento de manera mecanizada.
«Luego hay que tener presente el tratamiento silvicultural para distanciar las plantas y que alcancen volumen, tanto en diámetro como en altura», especificó.
Las especies que se deben emplear para ese contexto han de ser de rápido crecimiento y de interés económico. En el caso de los pinos, se está usando la caribbean. Especies como la teca, majagua y acacia son las más recomendadas, según manifestó el ejecutivo.
«Eso nos permite dirigir las acciones económicas en relación con la silvicultura hacia las zonas llanas y premontañosas, donde podemos aprovechar la mecanización; y destinar la montaña esencialmente para garantizar, con las bondades reguladoras de los bosques, la producción de agua de alta calidad y la conservación de los suelos».
Con la silvicultura intensiva, los especialistas estiman que se triplicarán los rendimientos de las producciones de madera; y además el ciclo de tala se acortará de 30 años a 15 o 20 años.
El Director Forestal del Grupo de Montaña del Minag aseguró que para ofrecer las atenciones culturales requeridas por esa actividad se cuenta con la fuerza técnica calificada necesaria en cada empresa forestal, donde la mayoría de los taladores no sobrepasan los 35 años de edad. También existen los centros de enseñanza, donde se forman profesionales para ese sector.
En 2013 se prevé que la silvicultura intensiva plante 6 000 hectáreas, y la convencional 24 500. Además, para este período los forestales deberán tributar 150 000 metros cúbicos de madera aserrada, producir y exportar 13 000 toneladas de carbón vegetal y entregar 30 000 postes para el servicio público.
Cuba valora a sus bosques como fuente de recursos materiales y de vida. Su condición de isla caribeña le impone desafíos ante el cambio climático y por eso asume con responsabilidad el manejo de sus reservas forestales.
La chatarra se hizo bosque
«Te resuelven múltiples necesidades y retos económicos, sociales y ecológicos». Así define los bosques Félix Eloy Victoria Domínguez, finquero de La Cantera, en el Cotorro, La Habana, quien recibió por la resolución 960 del Minag una tierra saturada de desperdicios procedentes de Antillana de Acero.
«Solito saqué montones de chatarra de aquí; y en su lugar sembré los árboles que ves. Mientras crecen yo me dedico al ganado y a los cultivos varios, que intercalo entre los mismos árboles. Estoy trabajando mucho, pero tengo tranquilidad y sustento, dos cosas que nunca niega el bosque», recalcó.
Migdalia Ruiz Rodríguez recibió por la misma resolución del Minag la finca forestal Las Mercedes, otro suelo contaminado por chatarra procedente de la Antillana.
«Saqué de aquí 16 toneladas de metal y hasta me gané mi dinerito vendiéndolas. Luego planté mango, guanábana, mamey, y todas esas caobas y majaguas que ya están empinándose.
«Cuando vinieron a instalar el pozo y me dijeron que había que afectar algunos de mis frutales lloré mucho. Cuesta trabajo lograr que una planta dé frutos; por suerte recogí semillas que después planté».
Otro silvicultor que cuando entra al bosque no ve solo árboles para hacer leña es Youmar Díaz González. Su finca El Palmar, en el propio municipio, le fue entregada también por la resolución 960 del Minag en 2007, e igual se mantuvo muchos años cubierta por los desechos de la referida fábrica.
«En las 8,40 hectáreas mi padre y yo hemos sembrado árboles maderables de alto valor por su resistencia, como cedro, teca y caoba. Mientras la plantación lo permite intercalo cultivos varios y crío mis animales.
«Todavía el bosque no me ha dado ingresos. Falta tiempo para poder usar su madera, pero desde el primer día que preparé la tierra para concebirlo ya estaba reportándome beneficios. Cuidarlo y verlo crecer es muy placentero y le permite a uno proyectarse», afirmó.