Acuse de recibo
Camilo Conde Rodríguez (Calle 2, No. 516, entre 5 y 7, Boca de Jaruco, Santa Cruz del Norte, Mayabeque) relata que junto a su familia y otros vecinos de su poblado estuvo internado en el centro de aislamiento para sospechosos de contagio de la COVID-19, sito en la base de campismo Los Cocos, del Litoral Norte. Y destaca «la buena atención que recibimos de los trabajadores del centro, que prestan un servicio de gran calidad y profesionalidad, así como del personal de la salud asignado para esta tarea».
Pero también señala dos experiencias adversas, para que sirvan de muestra de lo que no debe suceder:
Al llegar a Los Cocos en el ómnibus que los trasladó, el cual iba lleno, no les permitieron apearse del mismo, obligándoles a permanecer en él por más de media hora, hacinados y sin tener en cuenta que había niños y personas de diferentes edades. Además, con el temor de todos de que en el grupo hubiera algún positivo a la enfermedad, con la consiguiente posibilidad de riesgo de contagio para el resto. Solo les permitieron abandonar el ómnibus tras fuertes reclamos, y bajo protesta de quienes les recibieron.
El segundo asunto fue la música a altos volúmenes y por largo tiempo, ininterrumpidamente, sin tener en cuenta el estado de estrés de muchos de los que se encontraban en aislamiento, preocupados por sus familiares positivos o en la incertidumbre de estar contagiados: desde niños pequeños hasta ancianos, sin respetar el derecho de muchos al silencio y la tranquilidad, alegando que otros querían oír música.
«No critico el tipo de música, afirma, sino la extensión en el tiempo de la misma: entre semana, de más de ocho horas ininterrumpidas, y el domingo de más de diez horas, lo que se volvió insoportable, obligando a tener en algunos casos las ventanas cerradas para amortiguar el impacto.
«Esta situación se les planteó en varias ocasiones a los directivos al frente del centro, y fueron incapaces de darle solución. Considero que faltó empatía por parte de los que dirigen la recepción y permanencia de quienes están en aislamiento. Que no hubo iniciativa y actuaron con rigidez, sin considerar que en la situación nuestra pudieran en algún momento estar ellos o sus familiares.
«Faltó capacidad para buscarle solución al problema de la música en beneficio general, como, por ejemplo, controlar el volumen y ponerla por intervalos de tiempo. Creo que no han interiorizado que Los Cocos dejó de funcionar como campismo y ahora es un centro de aislamiento para sospechosos de contagiarse de la COVID-19», concluye.
El doctor Ariel Torres Tamayo (Calle 26 de Julio No. 23., entre Francisco Vega y Waldemar Díaz, Reparto La Loma, ciudad de Las Tunas) cuenta con asombro que, cuando la COVID-19 parece complicarnos aún más, el lector cobrador de la Empresa Eléctrica en su barrio le explicó que han suprimido el cobro a domicilio.
«Pensaba también en la cantidad de ancianos jubilados que hoy cobran por chequera electrónica, refiere, sin acceso a las plataformas de pago, la mayoría personas de alto riesgo, el grupo que mayoritariamente aporta los fallecidos por la COVID-19.
«En mi ciudad no abundan los cajeros automáticos, y la fecha en que vence el pago de la electricidad coincide con el pago de los asalariados. A partir de este mes se modificó el pago a los jubilados, y los grupos 4 y 5 cobrarán mes vencido coincidiendo con los primeros días de cada mes a partir de marzo.
«Me pregunto si se hizo un análisis profundo, o por proteger a un trabajador ponen en riesgo a miles de personas. Desde que era niño, y ya tengo 67 años, conocí el andar por nuestras calles de los lectores cobradores.
«No puedo entender esta medida. Si es por el riesgo de la cantidad de dinero con el aumento de la tarifa, hay otras medidas de seguridad que se pueden tomar. Esta que han decidido no es bien recibida por nuestro pueblo. Me recuerda el cuento de quien botó el sofá», concluye.